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La oscuridad en la que se encontraban abrazados parecía envolverlos como una bendición profana, y Jimin podía sentir cómo el beso de Jeongguk se intensificaba, reclamando cada parte de él. Aquel último beso había sido la promesa sellada entre ellos, un pacto silencioso de entrega absoluta, de renuncia a todo lo que habían sido antes. Jeongguk, con sus labios apenas rozando los de Jimin, lo miró con esa chispa burlona que tantas veces lo había cautivado, y susurró suavemente—Debes alimentarte, cariño, o seguirás débil... y podrías morir
Jimin, por un instante, apartó la mirada, resistiéndose a la idea. Pero cuando Jeongguk le acercó un vaso de sangre, como si fuera un vino común y corriente, sus instintos lo traicionaron. El aroma penetrante hizo que sus colmillos emergieran sin control, y al final, no pudo resistirse. Con vergüenza y ansias, bebió, mientras Jeongguk lo observaba con una sonrisa satisfecha, disfrutando de aquella rendición
Ambos quedaron recostados en la cama, en un silencio que no necesitaba palabras, y Jeongguk comenzó a contarle lo sucedido en aquellos días de oscuridad en los que Jimin estuvo en el borde entre la vida y la muerte. Cuatro días. Cuatro días que habían cambiado su existencia para siempre. La revelación trajo a Jimin una punzada de culpa al recordar a sus amigos, y especialmente a su madre, quien seguramente estaría rezando desesperada, implorando al cielo por la salvación de su alma... una salvación que ya no existía.
El pensamiento lo hizo sonreír, una sonrisa amarga, cargada de ironía y pesar. Su madre, rezando por un hijo que ahora pertenecía a la oscuridad; su abuelo, Park Jungsoo, seguramente se revolcaría en su tumba al ver a uno de sus descendientes convertido en aquello que tanto había despreciado. La idea era tan trágica como irónicamente divertida. Jimin sabía que mentiría para protegerlos, que escondería su nueva naturaleza, pero también supo que no podía renunciar a ellos. Eran su familia, su única conexión con el mundo que ahora dejaba atrás
Más tarde, ambos descendieron las escaleras, y por primera vez Jimin se encontró cara a cara con Jeon Jihyun, el padre de Jeongguk, un hombre cuya presencia era como una sombra amenazante. El miedo se apoderó de él al ver aquellos ojos fríos e inexpresivos. Cuando Jeongguk los presentó, el hombre lo saludó de manera impersonal, advirtiendo que esperaba que su hijo hubiera tomado la decisión correcta, y que mientras mantuviese a Jeongguk feliz, no habría resentimientos del pasado.
Jeongguk rió suavemente, explicándole a Jimin que su padre siempre había sido así, intimidante y distante
Antes de partir hacia la casa de Jimin, Jeongguk le enseñó a ocultar el brillo carmesí de sus ojos. Pero para Jimin, aún era difícil controlar esa parte de su naturaleza recién nacida, así que Jeongguk le entregó un par de lentes de contacto marrones. Era un plan B sencillo, pero suficiente para engañar a su madre y proteger el frágil vínculo que le quedaba con su antigua vida
Cuando llegaron a la casa, Jeongguk lo tomó suavemente del brazo y le besó la mejilla antes de susurrarle al oído
—Nos vemos en tu habitación, mi ángel
Jimin respiró hondo y entró en su hogar, con el corazón latiendo fuerte en su pecho muerto. Su madre, al verlo, quedó perpleja pero no dudó en abrazarlo. Sintió sus propios ojos llenarse de lágrimas al recibir ese abrazo maternal. Pero cuando el rosario de su madre rozó su piel, una leve punzada de dolor lo sacudió, y tuvo que disimular el ardor que la cruz causaba sobre su piel fría
—Mamá, tengo algo que decirte —murmuró, apartándose apenas para mirarla
Su madre asintió, y ambos se sentaron en el salón. A sus ojos, Jimin parecía el mismo de siempre, aunque algo más pálido, con un aura de misterio que ella no terminaba de entender
—Mamá, yo... estoy enamorado —confesó Jimin, con un nudo en la garganta y el miedo reflejado en sus ojos. La sorpresa en el rostro de su madre era evidente, y él apenas podía sostener su mirada—. Estoy enamorado de un hombre —continuó, con la voz temblorosa—. Y estoy seguro de que es lo que quiero para mí. Yo... Mamá, hemos decidido mudarnos juntos
El silencio que siguió fue un golpe más doloroso de lo que él esperaba. Su madre lo miró en silencio, sus ojos llenos de una mezcla de sorpresa y desconcierto. Jimin sintió sus ojos humedecerse, temiendo que ese instante de aceptación terminara en rechazo
Finalmente, su madre rompió el silencio con voz suave, aunque cargada de resignación
—Si es lo que quieres, Jimin, adelante. Oraré para que Dios te ilumine en medio de tu... pecado. Pero si es su voluntad, no me opondré a su mandato
El corazón de Jimin se quebró un poco, pero asintió, queriendo abrazarla de nuevo. Sin embargo, ella se mostró reacia, y él sólo pudo asentir en silencio
—Esta siempre será tu casa, Jimin, pero si deseas irte, hazlo. Que el Señor te cuide y te bendiga, porque Él nunca se equivoca, y si esta es su voluntad para ti, la aceptaré. Aunque rezaré para que tu alma quede libre de cualquier pecado
Jimin subió a su habitación, dejando atrás el sonido de los susurros de su madre, que comenzaba a rezar un rosario por él, implorando por la salvación de un alma ya condenada. Cada palabra de aquella oración resonaba como un eco de lo que ya no podía ser cambiado, como un último intento desesperado de arrancar a su hijo de las garras de la oscuridad
Cuando abrió la puerta de su habitación, Jeongguk lo interceptó inmediatamente, envolviéndolo en sus brazos y mirándolo con una intensidad que hizo que toda la tensión de Jimin se evaporara en un suspiro
—Empaca rápido, cariño. Debemos irnos —le murmuró antes de atraparlo en un beso, un beso que lo reclamaba de una forma tan posesiva y hambrienta que Jimin sintió que se derretía en sus brazos.
El beso era una mezcla de lujuria y entrega, la confirmación de todo aquello que había dejado atrás, de la elección que había hecho. Jeongguk lo besó con una devoción perversa, como un sacrilegio que se consumaba en la penumbra de aquella habitación. Sus labios, ardientes y suaves, se movían con urgencia, trazando un camino sobre los de Jimin, marcándolo como suyo, como una oración blasfema que resonaba en sus almas condenadas.
Desde el piso inferior, el murmullo de las plegarias de su madre subía hasta ellos, pero aquellas palabras eran inútiles, un eco de fe destinado a perderse. Porque allí, en esa habitación, bajo la protección de la noche, no había redención para sus almas. No había misericordia, sólo la condena compartida que, para ambos, era la única salvación que necesitaban.
Así, entre las sombras y el deseo, dos almas condenadas se unieron en un abrazo eterno, despojados de toda redención y entregados por completo a la oscuridad
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sinners; km au
Fantasi¿Qué era el amor, si no un pecado sublime? Jimin nunca había conocido aquella devoción, que decían se sentía como un veneno dulce en las venas, un vínculo eterno que superaba la vida y la muerte, no, hasta que lo conoció a él... ¡ ACLARACIONES ! ☆}...