14. Diecisiete Segundos

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-Violeta esta en el hospital...

La frase resonó en mi cabeza como un eco interminable, cada repetición más cruel que la anterior. Sentí un escalofrío helado recorrerme desde la nuca hasta las piernas, dejándome paralizada. Quise reír, pero la risa que salió fue hueca, nerviosa, casi desesperada.

-No puede ser... -balbuceé, intentando aferrarme a algo, a cualquier cosa que diera sentido a esto-. Es imposible, Rus. Esta mañana estaba bien. Reía, jugaba... estaba bien. Tiene que estar bien. -Mi voz temblaba con cada palabra. Las frases eran una defensa frágil contra la verdad que se abría paso.

Busqué en el rostro de Ruslana algún atisbo de burla, una chispa que confirmara que todo era una broma absurda de las suyas. Ella y Denna tenían esas ideas locas a veces. Pero no encontré nada. Solo una mirada seria, cargada de algo que me negaba a aceptar.

-Ruslana, dime que esto es una broma. -Las palabras apenas salieron, mi garganta estaba seca. No me podía rendir todavía.

Ella abrió la boca, pero lo único que dijo fue mi nombre. Un susurro cargado de dolor:

-Chiara...

Ese simple tono. Esa forma de decirlo. Me quebró. Como si cada letra fuese un golpe directo al pecho. Antes de darme cuenta, las lágrimas comenzaron a correr descontroladas. No era una broma. Era real.

Me llevé las manos al rostro, como si pudiera esconderme de la realidad. Mi mente iba a mil por hora, pero al mismo tiempo estaba en blanco. No podía procesarlo. Violeta... mi Violeta, ¿en el hospital? ¿Por qué? ¿Qué le había pasado? Todo había estado bien esa mañana. Todo tenía que estar bien.

-¡No! ¡No, no, no! -grité, sintiendo cómo mi pecho se cerraba. Era como si el aire se hubiera vuelto demasiado pesado para respirarlo.

Ruslana dio un paso hacia mí, pero retrocedí. Quería respuestas, necesitaba respuestas. Quería que alguien me asegurara que todo era un error.

-Chiara, por favor, escúchame. -Su voz era suave, pero firme, como si intentara mantener la calma por ambas.

-¿¡Cómo quieres que me calme!? -solté con una mezcla de rabia y angustia-. ¡Dime qué está pasando! ¡Dímelo ya, Rus!

Ella suspiró profundamente, y por un segundo vi cómo la duda cruzaba su rostro. Estaba buscando palabras, intentando suavizar lo inevitable. Pero yo no podía esperar. No ahora.

-Denna me llamó... -empezó, vacilante-. Me dijo que Violeta tuvo un problema...

El silencio que siguió fue insoportable. Lo rompí de inmediato:

-¿Qué problema? -Mi garganta se cerraba más con cada segundo.

-Se desmayó... tuvo un ataque. -Ruslana se mordió el labio, su mirada esquivándome-. Su corazón se detuvo unos segundos, Chiara. Fue por... su enfermedad.

Sentí que el suelo bajo mis pies desaparecía. "Su corazón se detuvo". Esas palabras me golpearon como una ola fría, dejándome sin aliento. Mi mente se llenó de imágenes horribles: Violeta, pálida, frágil, luchando por respirar... luchando por vivir.

-No... no puede ser. -Retrocedí tambaleándome, como si el peso de esa verdad me empujara hacia atrás-. Tiene que estar bien. ¡Dime que está bien, Rus!

-Los médicos lograron estabilizarla -dijo con voz tensa-. Está en el hospital ahora. Pero está bien. O al menos eso dijo Denna.

No era suficiente. No podía ser suficiente. Mi mente seguía cayendo en espirales de miedo, imaginando lo peor. No podía quedarme allí, no podía quedarme quieta.

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⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

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27 de FebreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora