17

94 30 12
                                    

"Que hijueputa calor tan malparido," murmuré apenas entré al cuarto donde iba a dormir. Sentía la cabeza dándome vueltas después de la salida con Alex y Ever, y el calor pegajoso no ayudaba en nada. Prendí el aire al máximo, casi rogando por un alivio inmediato. Sin pensarlo mucho, me quité la ropa, dejándome solo la camisa ancha, y me tiré en la cama, dejando que el fresco me envolviera.

Estaba en ese punto entre despierta y medio dormida, cuando sentí que la puerta se abría suavemente. No le presté mucha atención, pensando que sería el sonido de la cabeza dándome vueltas... hasta que, de repente, sentí unos brazos rodeando mi cintura. Las manos me apretaban firme, como si no fuera a dejarme escapar, y enseguida supe de quién eran esas manos.

—¿Qué hace aquí? —le susurré a Richard, medio desconcertada, manteniendo la voz baja.

Él respondió con ese tono confiado que me hacía rabiar y, al mismo tiempo, me desarmaba. —Venga, usted y yo quedamos en algo.

—¿Ah, sí? ¿Y en qué? —dije, girándome un poco para mirarlo, aunque en realidad no me moví demasiado.

—No esté celosa de ella, —continuó, su tono burlón mezclado con algo que no terminaba de entender.

Lo miré con los ojos entrecerrados, queriendo defenderme. —No estoy celosa de nadie, Richard.

Él rió bajito, con esa sonrisa que me sacaba de quicio. —¿Ah, no? ¿Entonces me lo está diciendo firme? ¿No está celosa?

—Le dije que no, —contesté, intentando apartar sus manos, aunque mi intento fue bastante débil.

Pero Richard no se inmutó. Su mano empezó a moverse suavemente, bajando desde mi cadera hasta mis piernas, provocando que mi piel se erizara con su toque. Mi respiración se volvió más pesada, pero me esforcé por mantener la calma, aunque no podía negar que me estaba dejando llevar.

—¿Todavía estás enojada? —preguntó, su voz ahora mucho más suave, casi un susurro contra mi oído.

—Richard... hágame el favor y suélteme, —le dije, aunque mi voz sonó mucho menos convencida de lo que quería.

Él me giró suavemente hasta que quedé frente a él, y antes de que pudiera reaccionar, me besó, directo, sin dudar. Por un instante quedé en shock, pero no me resistí. Le seguí el beso, sintiendo su desesperación mezclada con la mía. Era como si todo el ambiente cargado de la noche nos hubiera atrapado, y no pude evitar corresponder, dejándome llevar.

Sentí su mano bajar lentamente, hasta que llegó a mi entrepierna, y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Sin siquiera darme cuenta, él había bajado mi ropa interior, y con sus dedos comenzó a acariciarme, provocando que mi respiración se acelerara más. Estaba perdida en ese momento, en sus caricias y en la forma en que sus manos se movían.

Pero de repente, me separé del beso, mirándolo con una sonrisa atrevida. —¿Se acuerda cuando me dijo que me iba a mostrar el chimbo?

Él sonrió con ese brillo travieso en sus ojos. —Claro, ¿y entonces?

—Pues muéstremelo, —dije, sin pensarlo mucho.

Sin dudar, él desabotonó su pantalón, y guiando mi mano, la deslizó debajo de sus bóxers. Apenas lo toqué, él soltó un suspiro entrecortado, y yo sonreí, disfrutando de la manera en que reaccionaba. Subía y bajaba mi mano lentamente. Estaba tan inmerso que cerró los ojos, y por un momento, la tentación me dominó.

Pero después de unos segundos, la realidad me golpeó como un balde de agua fría. Me aparté, sacando mi mano de inmediato.

—No, no, no, —dije, apartándome un poco y tratando de calmarme.

Él abrió los ojos, mirándome confundido. —¿Qué pasó?

—Esto está mal, Richard. Somos primos, usted está tomado y yo también... —le respondí, en voz baja, tratando de encontrar la lógica en medio de todo.

Richard soltó una risa suave y despreocupada. —A mí me importa un culo. Yo le tengo ganas, —dijo con una sonrisa que no podía evitar hacerme sonreír también.

Me mordí el labio, y aunque la tentación estaba ahí, respiré hondo. —Vamos a dormir más bien, —le dije, intentando cambiar el tema.

Él suspiró, frustrado, y bufó mientras se ponía de pie. Se quitó la camisa y el pantalón, y se metió en la cama junto a mí, acercándose sin decir nada más. Sentí su respiración cerca, y su calor bajo las sábanas. Sin darme cuenta, me encontré arropada entre sus brazos, y aunque mi cabeza seguía dándome vueltas, su presencia me hizo sentir extrañamente en paz.

Y así, en medio de la confusión y la cercanía, me quedé dormida, sintiendo su respiración acompasada contra mi piel.

Tentación - Richard rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora