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Después de días de estar encerrada en el hospital, por fin llegó el día de irme a casa. Mi mamá estaba más feliz que yo, y como no podía bañarme sola con el yeso en el brazo, me ayudó con todo: a bañarme, a vestirme y a firmar la dichosa orden de salida. No veía la hora de salir a respirar aire fresco y sentirme libre.

Antes de irnos a casa, mi mamá me llevó al taller donde estaban arreglando la moto. Me enteré de que, al parecer, mi papá estaba pagando la reparación. No sabía ni qué pensar de eso, así que simplemente observé mi moto en silencio, viendo cómo la trabajaban. Luego, mi mamá y yo seguimos nuestro camino, y cuando por fin llegué a casa, me desplomé en mi cama y dormí como si no hubiera cerrado los ojos en días.

El sueño se me acabó cuando sentí a mi mamá moviéndome suavemente. —Hija, despierta, que ya llegó toda la familia.

Me estiré y bostecé, intentando procesar lo que decía. Me dolía el brazo y el yeso pesaba un mundo, pero el olor a comida y las voces que retumbaban abajo me ayudaron a animarme un poco. Agarré una almohada para poner bajo mi brazo y bajé con la mejor actitud, aunque mi cabeza seguía medio dormida.

Apenas puse un pie en la sala, Paula y Yulianis vinieron corriendo a saludarme. No las había visto en el hospital, así que estaban más emocionadas de verme que el resto.

—¡Ay, vea a la lisiada que por fin se digna a bajar! —dijo Paula, dándome un abrazo suave para no tocar el yeso.

—Oiga, ¿y cómo se siente? ¿Duele? —preguntó Yulianis, mirándome con cara de preocupación y, al mismo tiempo, curiosidad.

—Ahí vamos, mija, sobreviviendo con este yeso que pesa más que yo, —le contesté, riéndome mientras me acomodaba en el sofá con una almohada bajo el brazo.

Paula me dio un codazo y me sonrió con picardía. —Bueno, bueno, ¿y entonces? ¿Ya lista pa' volver a las andanzas o qué?

Solté una risa, encogiéndome de hombros. —Con este yeso, nada de andanzas. A ver si de pronto logro hasta mantenerme quieta.

En medio de eso, tomé el celular, que no había tocado en todo el día, y saqué una foto rápida de todos en la sala, sonriendo, haciendo bulla y comiendo. Me llegó de una un mensaje de Jenna.

—Oiga, ¿y ese Richard qué? —me escribió, con un emoji de ojos de corazón.

Rodé los ojos y le contesté al instante: —¿Richard? Nah, ni tanto.

Su respuesta llegó de una. —¿Cómo que no? ¡Más bueno que el pan con mantequilla!

Me dio risa, pero antes de poder contestarle con algo, sentí que alguien se dejaba caer a mi lado. Miré y vi a Ever y Alex acomodándose a mi lado en el sofá.

—A ver, ¿cuánto pa' firmarle ese yeso? —dijo Ever con una sonrisa burlona.

Le di una mirada de "no me molestes" y terminé estirando el brazo enyesado, dándoles permiso. —Vea, si no se pueden quedar quietos, ¡firmen rápido y dejen el show!

Ever soltó una risita y agarró un marcador, dibujando en el yeso una carita feliz con unas gafas de sol. Apenas terminó, vi a mi tío Neymar acercándose y poniéndole cara seria.

—Ey, dejen quieta a la niña, hombre, —dijo Neymar, dándole un manotazo a Ever en la cabeza.

Ever y Alex no paraban de reír, mientras mi tía Rosario se asomaba desde la cocina. —Ah, ya empezaron a molestar. No le den tanta lata que apenas está saliendo del hospital, —dijo, y todos le hicimos caso solo por un rato.

Justo entonces, me di cuenta de que Carolina, la otra prima, no estaba. Le pregunté a Juvena, que estaba sentada cerca, y ella me lanzó una mirada como diciendo "a saber".

—Ni idea, mija. Esa anda perdida, —dijo Juvena, encogiéndose de hombros.

En ese momento, Neymar Jr. se lanzó al sofá al lado mío y me miró con una sonrisa traviesa. —¿Y cómo sigue la lisiada?

—¡Malparido! —le respondí sacándole el dedo, cosa que lo hizo reír a carcajadas.

Mientras todos se burlaban, Salomé bajó corriendo las escaleras como un rayo. Traía en las manos una camiseta verde y la agitaba como si fuera un trofeo.

—¡Richard me regaló una camisa del Palmeiras! —gritó emocionada, mirándola con orgullo.

Richard, que estaba cerca, soltó una sonrisa y le hizo señas para que se acercara. —Venga, pues, ¡foto con la camiseta! —dijo, ya sacando el celular.

Enseguida, se juntaron para la foto, y hasta el tío Carlos y Sebastián se metieron en la toma.

(Richard , el tío Carlos, Sebastián y Salomé)

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(Richard , el tío Carlos, Sebastián y Salomé)

Mi mamá salió de la cocina con una bandeja de empanadas y jugos, y todos se lanzaron a agarrar como si no hubieran comido en días. Yo me quedé en el sofá, viendo la escena mientras sostenía el yeso y reía al ver a mi familia en todo su esplendor.

—Oye, Liz, ¿y qué planes tienes ahora? —me preguntó Paula, que se había acomodado al borde del sofá.

Suspiré y rodé los ojos. —Planes, planes, ninguno. Me toca estudiar para no quedar como una burra. Ya me veo en diciembre rogándole a los profes, —dije, haciéndolos reír.

—¿Estudiar? ¡Sí, cómo no! —bromeó Ever, riéndose y mirándome con incredulidad.

—Ay, sí, déjenla, que capaz y se vuelve la cerebrito de la familia, —agregó Alex, dándome una palmadita en el hombro.

En medio de las risas, sentí cómo el ambiente de la sala se llenaba de ese calorcito familiar que tanto extrañaba. Mis primos haciendo chistes, mis tíos contándose chismes en la cocina, y Salomé correteando con Thian mientras mostraba orgullosa su camiseta nueva.

De repente, Richard se acercó, mirándome con una sonrisa burlona mientras sostenía una almohada.

—¿Le traigo otra almohada, lisiada? ¿O está bien así? —dijo, haciéndose el gracioso.

Le lancé una mirada de "no me joda" y me reí. —Ya, ya, gracias. No sea intenso, Richard, que todavía duele.

La noche continuó entre risas, fotos, y comida. Cada quien contaba su chisme o hacía una broma; en un momento, Ever empezó a imitar a uno de los profes del colegio, y todos estallamos de la risa.

Para cuando todos se fueron, ya sentía los párpados pesados, pero me quedé un rato más en el sofá, mirando el yeso firmado y sintiendo esa calidez que solo la familia puede dar.

Tentación - Richard rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora