𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 10

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Un día de lluvia cubría el cielo en un manto gris oscuro. Era finales de octubre, el viento frío se colaba por cualquier rendija y anunciaba que el invierno estaba cerca. Despertaste, acurrucada bajo una única cobija, estirando tus brazos y piernas con pereza. Apenas lo hiciste, sentiste el cosquilleo en tu nariz.

“Achu… Achu…” Estornudó varias veces seguidas, suspirando con resignación.

—No puede ser... —dijiste en voz baja, resignada a que ese sería un día difícil. Te levantaste y buscaste con manos torpes tu suéter favorito y unas calcetas gruesas. Sabías muy bien el protocolo para enfrentar el resfriado: camisa de manga larga, un suéter bien abrigado, pantalones calientitos y, claro, las calcetas más gruesas que pudiera encontrar. Pero al mirar tu reflejo en el espejo, con los ojos algo enrojecidos y la nariz ya irritada, suspiraste con una mezcla de resignación y cansancio.

El picor en la garganta era una señal inconfundible de que la fiebre no estaba lejos, y tu nariz comenzaba a taparse de nuevo, obligándote a buscar un rollo de papel de baño para sonarse.

Te acercaste a la ventana y, con un suspiro, abriste las cortinas. Fuera, la lluvia caía de forma constante, golpeando las hojas de los árboles y creando charcos en el suelo. El viento parecía querer llevarse todo a su paso, y por un momento pensaste en lo ideal que sería quedarse en cama todo el día, arropada y viendo películas.

Pero entonces recordaste el festival. Hoy era el tercer día, y sabías que la carrera de Educación había preparado actividades y torneos especiales. Aunque te sentías mal, una parte de ti se resistía a la idea de perderse la diversión, los encuentros con sus amigos, y sobre todo, la oportunidad de ver a Blanca competir con el entusiasmo de siempre.

Tu teléfono vibró en la mesita de noche, y al mirar la pantalla, sonreiste al ver el mensaje de Blanca: “¿A qué hora nos vemos hoy? ¡No te vas a perder los torneos, ¿verdad?!”.

Supiste, en ese instante, que quedarse en casa no era una opción. Sin importar el frío, la lluvia o tu resfriado, ese sería otro día divertido al lado de tus amigos.

Te cambiaste tu pijama por un pantalón holgado, tu favorito para los días fríos y grises, y una blusa de manga larga con cuello de tortuga que abrazaba tu piel cálidamente. Encima, una gran chamarra negra y cómoda te protegería del viento. Agarraste tu gorra favorita, aquella que tenia aros que caian al frente , te pusiste unos aretes de cruz invertida negras y metiste un cubrebocas en tu bolsa. Sabías que salir sin él no era una opción: cada vez que estornudabas, las señoras en la calle te lanzaban miradas juzgonas, y con eso bastaba para querer evitarlas.

Al verse en el espejo de su cuarto, un reflejo familiar te devolvió la mirada, una que te hizo retroceder mentalmente unos días atrás, cuando, sin querer, Merlín te confundió con un chico. Aquella vez no habías tenido la intención de engañarlo, simplemente te gustaba vestirte de esa manera, más cómoda y libre. Tu estatura pequeña y tu cabello corto, medio escondido bajo la gorra, no parecían ayudar mucho, pero eso no iba a detenerte.

“¿Está bien salir así?”, te preguntaste por un segundo, con la duda flotando en tu mente. Pero sacudiste la cabeza, negando suavemente. “Este es mi estilo, es como me siento yo misma. No tengo por qué reprimirme solo por lo que otros piensen.” Con una mirada decidida, volviste a enfocarte en la realidad de la mañana y sonreiste ante tu reflejo.

Saliste de tu habitación y fuiste hacia la cocina, donde te esperaban el aroma de un té de miel con limón y la sonrisa de tu abuelo, quien ya tenía la taza lista para ti en la mesa. Su "receta infalible", como él la llamaba, parecía ser un elixir para todo resfriado. Te sentaste y, con un suave “Buenos días”, comenzaste una conversación cálida y tranquila con tu abuelo, quien, con entusiasmo, te hablaba de la emoción que sentía por el último día del festival.

𝐍𝐨 𝐬𝐨𝐲 𝐮𝐧 𝐜𝐡𝐢𝐜𝐨 | ᴹᵉʳˡⁱⁿ ˣ ᴸᵉᶜᵗᵒʳᵃDonde viven las historias. Descúbrelo ahora