𝐍𝐨 𝐬𝐨𝐲 𝐮𝐧 𝐜𝐡𝐢𝐜𝐨 | ᴹᵉʳˡⁱⁿ ˣ ᴸᵉᶜᵗᵒʳᵃ

𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 11

La tienda de películas antiguas de tu abuelo había experimentado una transformación. Los estantes, antes llenos de polvo y sombras, ahora brillaban bajo las luces de neón recién instaladas que resplandecían en tonos nostálgicos. Las luces exteriores, de un color vibrante y cálido, daban la bienvenida a los transeúntes, convirtiendo la tienda en un verdadero imán para los amantes del cine clásico. Los carteles de películas antiguas en las paredes parecían cobrar vida con los reflejos de la iluminación, mientras que los estantes relucían, mostrando las películas organizadas por épocas y géneros, cada una destacada por una luz tenue y cuidadosamente colocada.

Tu abuelo y tu se movían entre los estantes, arreglando los detalles finales. El abuelo, con una sonrisa, te miraba orgulloso. Había notado que, a pesar de la tos ocasional y la voz algo ronca, parecías más animada de lo que habías estado en días. Te veías enérgica, con un brillo en los ojos mientras ajustabas un cartel aquí y desempolvabas una cinta allá.

—¿Qué opinas, abuelo? —preguntaste con una sonrisa, admirando el trabajo que habían hecho juntos—. Ahora la tienda realmente parece salida de una película de los setenta.

—Es increíble —respondió él, sacudiendo una última estantería—. Has trabajado mucho para darle este toque especial. Creo que a tu abuela le hubiera encantado ver todo esto.

Sonreiste, recordando las tardes que pasabas viendo películas con ellos. Tu abuelo te miró con cariño, notando que su nieta se veía más feliz, aunque todavía se te notaban los efectos del resfriado. La tos y el tono grave de tu voz delataban que aún no estabas del todo recuperada, pero eso no te detenía.

—¿Te sientes bien? —preguntó con suavidad, alcanzándole un paño limpio.

—Sí, abuelo, no te preocupes. Un poco de tos no me detendrá —respondiste, tomando el paño y limpiando el mostrador.

Ambos compartieron una sonrisa mientras continuaban con la limpieza. La tienda ahora parecía otro mundo: los posters de películas clásicas adornaban las paredes, y algunos nuevos adornos, como cámaras de cine antiguas y rollos de película en exhibición, completaban el ambiente retro. Parecía más un pequeño museo de cine que una simple tienda de películas, y la atmósfera cálida y acogedora hacía que cualquiera que entrara se sintiera transportado a otra época.

El abuelo se quedó un momento en silencio, observándote con ternura.

—Es raro verte tan contenta aquí —comentó con una sonrisa—. Se nota que este lugar significa mucho para ti.

—Lo es, abuelo —dijiste, limpiando una vieja cámara de cine con delicadeza—. Me gusta pensar que cada película aquí tiene una historia esperando a ser descubierta, y ahora, con todo esto, creo que la tienda finalmente hace justicia a todas esas historias.

El abuelo asintió, mirándote con un brillo en los ojos. Era un día de trabajo, pero también un día especial: compartiendo risas, recordando anécdotas y viendo cómo ese pequeño lugar familiar se convertía en un rincón mágico y lleno de vida, gracias a tu entusiasmo y dedicación.

La campanilla de la puerta sonó, interrumpiendo el suave murmullo de las conversaciones entre tu y el abuelo. Estabas acomodando una fila de películas clásicas en un estante, escuchaste la familiar y cálida bienvenida de tu abuelo. Aunque apenas distinguiste las palabras, fue la voz de la persona que respondía lo que te hizo detenerte por completo.

Merlín.

Sentiste cómo tu corazón se aceleraba. No habías esperado verlo ahí, mucho menos en ese momento en que aún estabas lidiando con la incomodidad entre ellos. Trataste de calmarte, ajustando el cubrebocas sobre tu rostro y enfocándote en las cajas de películas que tenías en las manos. Pero no tardaste mucho en escuchar sus pasos acercarse, y en cuestión de segundos, él apareció en tu campo de visión, observándote.