☆○o。⛥ LILITH 。o○☆
Pocas veces se puede llegar a sentir la verdadera libertad, la sensación de que nada en el mundo te puede atar y que eres tan libre incluso de ti mismo.
Sientes tu cuerpo ligero, que cualquier peso en tu pecho pasa a ser tan liviano y que toda tristeza o temor desaparece por completo. Aquella libertad la sentí una sola vez en mi vida, todo aquello que me atormentaba y perturbaba por noches enteras desaparecio aquel día.
— Sigan, el jefe las espera.
Estaba de pie frente a una gran casa, quizá la más grande a la que haya entrado, simplemente enorme, al entrar un corredor nos recibía, camine junto a mi abuela por lo que pareció demasiado tiempo, por donde mirara solo podía observar puertas, una... dos... hasta diez o quizás más, todas se encontraban cerradas, algunas con un cartón rojo y otras con uno negro.
— Abuela — tire varias veces de la manga de mi abuela llamando su atención — abuela...
— ¿Qué pasa?
— ¿Qué es este lugar? — al final del pasillo un hombre se encontraba de pie junto a una puerta, pero esta era diferente, más que las anteriores — ¿abuela...?
— Es por aquí — el hombre frente a nosotras abrió la puerta haciendo que esta rechinara con fuerza — está adentro.
Al entrar lo primero que mis ojos vieron fue unos grandes colmillos, junto a la mesa se encontraba un perro gigante, todo negro y notablemente molesto, di dos pasos hacia atrás ocultándome detrás de mi abuela con temor, sus ladridos eran fuertes y desesperados, estaba sujetado por una cadena impidiendo que pudiera alcanzarnos.
— Abuela... — murmure entre sollozos.
— Tranquila Lilith, todo va a estar bien...
— ¿Es ella? — un hombre de barba blanca y cabello castaño se encontraba sentado detrás del escritorio.
— Así es, tiene 8 años — *¿eh? *
— ¿Cuánto? — detrás de él había dos hombres más, se veían rudos y temibles.
— Tres mil — gire la vista observando el resto de la habitación, sobre un sofá dos mujeres se encontraban recostadas.
— Mucho, serán mil — sus miradas estaban sobre mí, su expresión era seria y ¿triste?
— Que sean dos mil — ¿Por qué lucían tan tristes? — está limpia — sonreí levemente, tal vez si lo hacia su tristeza se iría ¿no?
— Mil — no fue así, sus ojos se volvieron brillosos y una lagrima cayo por la mejilla de una de las mujeres — no pienso dar más, conoce la salida — *¿Por qué llora...? *
— Está bien, es suya — escuche pasos aproximándose hacia nosotras, los dos hombres que estaban detrás se acercaban cada vez más, sujete con fuerza la pierna de mi abuela escondiéndome cada vez más.
— Vamos — *¿Qué? *
— Lilieth, cariño — me tomo de las manos apartándome de ella — debes ir con estos hombres ¿vale?
— No... no quiero — sentí un nudo en mi garganta, tenía miedo, estaba aterrada — quiero estar contigo...
— Cariño, pórtate bien — uno de los hombres me sujeto de la muñeca con fuerza — pórtate bien Lilith...
— ¡No! ¡abuela! — intente soltarme de su agarre con fuerza, patéale y grite como nunca lo había echo — ¡Abuela!
Sentí un dolor en mi pecho, dolor que poco a poco aumentaba cada vez que la veía más lejos de mí, ¿Por qué? ¿Por qué dejaba que me llevaran? ¿Por qué se quedaba de pie sin hacer nada? La puerta se cerró lentamente dejándome ver su rostro, sin sentimiento, sin expresión, sin dolor, mis lágrimas caían sin parar desesperadas por mi rostro, fue la última vez que la vi.
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HERMOSA TENTACIÓN
RastgeleEn las sombras de la ciudad una figura enigmática controla los hilos del poder. Lilith una mujer de negocios respetada y temida. Su corazón es de hielo y su mente un laberinto que nadie ha podido descifrar, esconde un secreto y un pasado que la ator...