El campus de la universidad lucía más imponente a primeras horas de la mañana, bañado en una luz tenue que escondía las sombras de los secretos que todos allí guardaban. Helena caminaba con paso firme, sus tacones resonando sobre el suelo de mármol. Era la elegancia personificada; su porte altivo y el aire de misterio que la envolvía la hacían destacar entre la multitud de estudiantes. Nadie se atrevía a acercarse demasiado, y los que lo hacían solían acabar lastimados, enredados en su telaraña de palabras venenosas y encantadoras.
En la esquina opuesta de la cafetería, Saiha observaba a Helena en silencio, con su mirada tímida e insegura. Saiha era como un susurro en un mundo de gritos. No llamaba la atención, y así lo prefería. Pero, en lo profundo de sus ojos, había una mezcla de miedo y fascinación hacia esa mujer que era su completa antítesis.
Josué estaba sentado junto a Helena, con la mano rozando sutilmente la suya. Llevaban meses saliendo a escondidas, enredados en una relación que les consumía, una mezcla de pasión y mentiras.
—¿Por qué estás tan callado hoy? —preguntó Helena, enarcando una ceja y mirando a Josué como si estuviera estudiando cada uno de sus gestos.
—Nada, es solo... —Josué titubeó, mirando de reojo a Samuel y Farid, que acababan de entrar en la cafetería—. Es que no sé cuánto más puedo con esto. Mantenerlo en secreto. Yo te quiero, Helena, pero tú...
Helena soltó una risa suave, como si estuviera escuchando un chiste de mal gusto.
—¿Qué? ¿Vas a ponerte a llorar ahora, Josué? —se burló ella, cruzando los brazos—. Eres tan predecible. Esto es lo que hay, ¿vale? Si quieres algo más... ya sabes dónde está la puerta.
Josué apretó los puños, pero su mirada se suavizó. Siempre acababa perdonándola, siempre terminaba cayendo en su juego.
—Sí, Helena, lo sé. Solo... no puedo evitar querer más de ti.
Ella lo miró por un segundo, y algo en su mirada pareció suavizarse. Pero el momento pasó rápido, y su expresión volvió a ser la de siempre: fría, intocable. Justo en ese momento, Samuel y Farid se acercaron a la mesa, rompiendo la tensión.
—¿Interrumpimos algo? —preguntó Samuel con su sonrisa burlona de siempre.
—Sí, Samuel, interrumpes. Pero tú siempre interrumpes, ¿no? —replicó Helena con una mueca despectiva.
—Uy, perdona, perra. No sabía que este rincón era exclusivo para tus dramas —replicó él, divertido. Farid se rió, pero su mirada no estaba en Helena. Estaba en Saiha, que estaba sentada en silencio, evitando cualquier contacto visual.
Farid suspiró y se dirigió a Saiha con una sonrisa suave.
—Hola, Saiha. ¿Cómo estás? ¿Ya lista para la clase de literatura? —preguntó en tono amable, con la esperanza de que ella le devolviera aunque sea una sonrisa.
Saiha miró a Farid con una tímida sonrisa, apenas murmurando una respuesta.
—Sí, estoy bien... gracias.
Pero la escena se rompió cuando Helena se levantó de golpe, mirando a todos con una mezcla de desprecio y aburrimiento.
—Bueno, como veo que todos aquí tienen asuntos pendientes —dijo, dirigiéndole una mirada a Saiha como si estuviera evaluándola—, me voy. Tengo cosas más importantes que hacer.
—Claro que tienes cosas importantes, ¿verdad? —soltó Farid, algo molesto—. Siempre tienes algo mejor que hacer, Helena. Quizá deberías aprender a tratar a la gente con un mínimo de respeto.
Helena lo miró con una sonrisa venenosa.
—Oh, Farid, no me hagas reír. El respeto es para quienes se lo merecen, y tú... bueno, mejor ni lo intento explicar.
Sin decir más, Helena se fue, y Josué corrió tras ella. Mientras, Samuel observaba a Saiha y a Farid en silencio. Sabía que esos dos tenían algo raro entre ellos, algo que no se atrevían a admitir. Farid estaba loco por ella, pero Saiha siempre parecía demasiado asustada para corresponderle.
Saiha miró hacia su café, como si quisiera desaparecer. Sus palabras apenas salieron en un susurro:
—No debiste decirle eso, Farid. Ella... ella siempre encuentra la forma de devolver el golpe.
Farid suspiró, mirándola con una expresión triste.
—Saiha, tú no tienes por qué seguir soportando esto. Helena... ella no es buena persona. Sabes que te hace sentir mal y...
—Yo... yo solo... —balbuceó Saiha, sin saber qué decir. En el fondo, temía enfrentarse a Helena. Sabía que tenía una fuerza que ella misma no podría ni soñar.
Samuel, observando la escena, sonrió divertido.
—Vaya, parece que todos aquí tenemos algún secreto, ¿eh? ¿Qué será lo siguiente? ¿Josué llorando por amor y Helena poniéndole los cuernos con otro?
Los tres se miraron, y el silencio se hizo pesado. Porque, en el fondo, todos sabían que los secretos que guardaban tarde o temprano saldrían a la luz. Y cuando lo hicieran, las consecuencias serían devastadoras.
ESTÁS LEYENDO
Entre Sombras y Desvelos
Teen FictionEn una universidad llena de emociones intensas, un grupo de amigos enfrenta conflictos de amor, celos y traiciones. Mientras una joven lucha por mantener su relación en medio de manipulaciones y toxicidad, las tensiones entre ellos amenazan con desb...