El campus estaba particularmente bullicioso ese día. Helena caminaba por los pasillos como siempre, confiada y segura de sí misma, ignorando las miradas de las personas que la seguían. Su relación con Josué había sido tema de conversación durante semanas, pero había algo más que comenzaba a intensificar la tensión: Carolina.
Carolina no soportaba ver cómo Helena había pasado a ser el centro de atención, cómo toda la universidad parecía rendirse ante ella, especialmente después de su relación con Josué. Había algo en el aire que hacía que el resentimiento de Carolina hacia Helena creciera, y lo que en un principio parecía ser una rivalidad amistosa ahora era puro veneno.
Helena no estaba preocupada por Carolina. Sabía que la envidia siempre había sido su compañero en la universidad, y esta vez no iba a ser diferente. Pero esa mañana, algo era distinto. Carolina parecía esperar el momento perfecto para hacerle frente, y eso no le gustaba nada.
Cuando Helena se acercó a la zona donde se encontraba Carolina, la tensión se podía cortar con un cuchillo. Carolina, con su mirada arrogante, esperó que Helena pasara a su lado para atacarla de una vez por todas.
—¿Sigues siendo la misma de siempre, Helena? ¿Crees que con un poco de fama y un chico como Josué a tus pies ya eres la gran cosa? —le soltó Carolina de manera directa, sabiendo exactamente lo que provocaría.
Helena, deteniéndose sin pensarlo, se giró lentamente hacia ella. Sus ojos brillaban con una mezcla de molestia y desafío, como si estuviera esperando esa provocación. No era la primera vez que alguien intentaba atacarla con esos comentarios, pero Carolina había cruzado la línea.
—¿Y tú qué sabes de mí? —respondió Helena con calma, pero la furia contenida era evidente en cada palabra. —No sé si te has dado cuenta, Carolina, pero no me importa lo que pienses. Y si estás buscando una pelea, aquí estoy.
Carolina soltó una risa cargada de desdén, mirando a su alrededor para asegurarse de que los demás escucharan.
—¿No te das cuenta? Lo único que haces es usar a Josué para que todos te miren. Y en el fondo, sabes que él ni siquiera te respeta. Te usa como un accesorio para su propia fama. Pero tú... ¿Qué eres? Nada. Solo una chica vacía que se cree la reina del campus.
Helena no la dejó terminar. En un movimiento rápido, se acercó más, apenas un par de pasos entre ellas. La mirada de Helena se volvió más dura, y el aire parecía volverse más denso.
—Si sigues abriendo la boca, te vas a arrepentir, Carolina. No soy una muñeca que puedas manipular para tu propio entretenimiento. Y no me importan tus inseguridades. Si tienes algo que decir, dilo de frente, pero deja de esconderte detrás de tus sucias palabras.
El tono de Helena fue tajante, directo. Carolina, sin embargo, no estaba dispuesta a dejarse intimidar. Su orgullo estaba demasiado herido, y en un impulso de ira, empujó a Helena con fuerza, haciendo que casi perdiera el equilibrio. La gente que estaba a su alrededor se detuvo y comenzó a murmurar, creando un círculo de espectadores ansiosos por ver lo que pasaría.
—¡Eres una perra, Helena! Te crees superior, pero no eres nada. —Carolina, furiosa, gritó, y su voz resonó por el pasillo.
Helena, que apenas había vacilado con el empujón, la miró con una frialdad que helaba el ambiente. En ese instante, sabía que la situación ya no era solo un intercambio de palabras. Era una lucha por demostrar quién tenía el control.
—Te crees tan lista, Carolina, que no sabes cuándo callarte. ¿Crees que me afecta lo que digas de mí? Eres solo una niña con complejo de inferioridad que quiere hacerme caer... Pero lo que no sabes es que soy mucho más fuerte de lo que piensas.
La mirada de Helena ardía con una mezcla de rabia y seguridad. En un rápido movimiento, agarró el brazo de Carolina y, con fuerza, la empujó contra la pared. La cercanía las hizo aún más intensas, y el odio era palpable en el aire. El público que las rodeaba se mantenía en silencio, expectante.
—¡Vas a ver quién es la verdadera zorra aquí, Carolina! No me vas a intimidar con tus malditas palabras. —Helena, sin dudarlo, empujó más fuerte, mientras Carolina intentaba liberarse.
—¡Eres una maldita perra! —gritó Carolina, perdiendo completamente el control.
Helena no le dio la oportunidad de reaccionar. Con un movimiento rápido, le atrapó la muñeca y la presionó con tal fuerza que Carolina soltó un grito de dolor. Helena la miró fijamente, sus ojos llenos de desafío.
—Cállate, ¿quieres? —dijo con voz baja pero llena de autoridad. —Y, por favor, no sigas con tus estupideces, porque no te va a gustar lo que pasa después.
Con un último empujón, Helena la soltó y empujó a Carolina hacia atrás. Esta última, jadeando de ira, quedó atrapada en su propio enfado. Sabía que había perdido esa batalla. Helena no solo había demostrado su fortaleza física, sino también su control total sobre la situación.
—Eres una zorra... y te lo voy a recordar siempre, Helena —gritó Carolina, mientras se alejaba, sintiendo su furia quemar por dentro.
Helena, sin inmutarse, dio media vuelta, caminando con paso firme. Había ganado la pelea, y no solo en lo físico, sino en el terreno emocional. En su mente, lo único que importaba ahora era cómo sus rivales la verían: invencible.
Mientras tanto, Saiha estaba sentada en el café de la universidad, viendo la escena desde la distancia. A lo largo de los últimos días, había comenzado a sentir algo más que una simple admiración por Farid. Había algo en él que la atraía, algo más allá de la amistad que compartían. La forma en que la miraba, cómo la escuchaba con atención... Eso la hacía sentir especial.
Al ver a Helena marcharse con su habitual aire desafiante, se levantó de su asiento y caminó hacia la sala de profesores, donde sabía que Farid estaría. La tensión del momento la había afectado más de lo que pensaba, y estaba buscando consuelo en él. Cuando entró en la sala, Farid estaba mirando un montón de papeles sobre su escritorio. Al verla, levantó la mirada.
—¿Qué tal? —preguntó con una sonrisa, tratando de leer la expresión en el rostro de Saiha.
—Ha pasado algo... —respondió Saiha, su voz suave, aunque se notaba que había algo en su interior que la inquietaba. La pelea entre Helena y Carolina aún resonaba en su mente.
Farid se acercó a ella, notando que algo no estaba bien. Tomó su mano con delicadeza y la guió hacia una esquina tranquila de la sala, donde la luz entraba suavemente por la ventana. No dijeron nada por un momento, pero ambos sabían que había una conexión creciente entre ellos.
Saiha no pudo más. Se acercó y, en un impulso, lo besó. Farid se sorprendió al principio, pero rápidamente correspondió al beso, dejando que la química entre ellos los llevara más allá de las palabras.
El ambiente en la sala de profesores se cargó de tensión mientras ambos se dejaban llevar por el momento. Los sentimientos reprimidos y la atracción que habían estado creciendo durante todo el tiempo que pasaron juntos explotaron en ese instante. Era una mezcla de deseo, confianza y necesidad de estar cerca del otro.
Después de un tiempo, se separaron, ambos respirando con dificultad. Saiha lo miró con una mezcla de sorpresa y satisfacción. Había dado el paso que había estado evitando durante tanto tiempo, y ahora se sentía más conectada que nunca con él. Farid, por su parte, la miró con algo más en sus ojos. Sabía que lo que acababa de pasar cambiaría las cosas entre ellos para siempre, pero no le importaba. Algo dentro de él le decía que este era el camino correcto.
Ambos se quedaron en la sala por un rato más, hablando en susurros, compartiendo la complicidad del momento, sabiendo que, aunque las cosas se complicarían en el futuro, ahora tenían algo más, algo que los unía.
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Entre Sombras y Desvelos
Genç KurguEn una universidad llena de emociones intensas, un grupo de amigos enfrenta conflictos de amor, celos y traiciones. Mientras una joven lucha por mantener su relación en medio de manipulaciones y toxicidad, las tensiones entre ellos amenazan con desb...