Capitulo 10

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Días después, Helena volvió al campus, con el peso del escándalo aún sobre ella. Sentía las miradas curiosas y los murmullos de quienes pasaban, como si cada paso suyo fuera un recordatorio de todo lo que había perdido. Saiha estaba a su lado, incondicional, tratando de darle fuerzas, aunque Helena no podía evitar sentirse vulnerable. Todo parecía haber cambiado, como si el mundo hubiera avanzado sin ella mientras estaba atrapada en su propio dolor.Cuando llegaron a la cafetería, Farid y Samuel ya estaban ahí, esperándolas. Al verlas, Farid levantó una mano en señal de saludo, pero la expresión en su rostro reflejaba preocupación.—¿Cómo estás, Helena? —preguntó Farid con cautela mientras ella se sentaba junto a Saiha.Helena intentó esbozar una sonrisa, pero la tristeza en sus ojos era evidente.—He estado... mejor. Pero al menos estoy aquí, ¿no? —respondió, tratando de sonar optimista, aunque su voz temblaba ligeramente.Samuel, quien siempre había sido el bromista del grupo, la miró con una seriedad poco común.—Escucha, Helena. No tienes que pretender que estás bien. Todos sabemos que no ha sido fácil, y estamos aquí para ayudarte. Nadie aquí te va a juzgar.Las palabras de Samuel hicieron que Helena se sintiera un poco más segura. Pero justo cuando empezaba a relajarse, la puerta de la cafetería se abrió y entró Josué, mirando hacia el grupo con una expresión incierta. El ambiente cambió en un instante; todos se tensaron, y el corazón de Helena comenzó a latir más rápido, la rabia y la tristeza mezclándose en su interior.Josué se acercó lentamente, como si supiera que estaba entrando en terreno hostil. Farid y Samuel lo miraron con desconfianza, mientras que Saiha le lanzó una mirada helada. Pero Josué mantuvo la calma, deteniéndose a pocos metros del grupo y mirando a Helena directamente.—Helena... ¿podemos hablar? —preguntó, su voz seria, casi suplicante.Helena sintió un nudo en la garganta. Parte de ella quería gritarle, decirle todo lo que le había hecho sentir, pero otra parte estaba cansada, harta de todo el drama y el dolor.—No tengo nada que decirte, Josué —respondió fríamente, mirando hacia otro lado.Josué suspiró, claramente frustrado. Miró a Saiha, buscando alguna señal de apoyo, pero ella solo le devolvió una mirada de absoluto desprecio.—Solo quiero disculparme —insistió—. Cometí errores, pero nunca quise que terminaras así.Helena lo miró de reojo, sin dejar que su frialdad se rompiera.—¿Disculparte? ¿Eso crees que arregla todo? —su voz sonaba fría y distante—. Me humillaste, me dejaste sola cuando más te necesitaba. ¿Y ahora solo quieres "disculparte"?Josué abrió la boca para responder, pero antes de que pudiera decir algo, Samuel intervino.—Creo que ya has hecho suficiente, Josué. Es hora de que sigas adelante y la dejes en paz. Helena no necesita tus disculpas para recuperarse.Josué, visiblemente afectado, asintió, dándose cuenta de que había perdido cualquier posibilidad de reconciliación. Con una última mirada de arrepentimiento hacia Helena, se dio la vuelta y salió de la cafetería, dejando una tensión densa en el ambiente.Cuando se fue, Helena se hundió en la silla, dejando escapar un suspiro. Saiha le pasó una mano por el hombro, dándole un apretón de apoyo.—Estás mejor sin él, Helena. Al final, todo esto te va a hacer más fuerte.Helena asintió, aunque en el fondo sentía una mezcla de alivio y vacío. A pesar de todo lo que había pasado, sabía que necesitaba encontrar la manera de sanar, pero el camino parecía cada vez más complicado.El día se desmoronaba lentamente mientras el grupo se mantenía en silencio en la mesa, cada uno atrapado en sus propios pensamientos. El aire en la cafetería parecía pesado, como si las sombras del pasado reciente se hubieran filtrado en cada rincón, implacables y opresivas. Helena, aunque rodeada de amigos, no podía evitar sentirse aislada, como si estuviera observando la vida a través de un cristal empañado, incapaz de tocarla.Farid, normalmente el primero en romper el hielo, no sabía qué decir. Samuel, en cambio, se frotaba la frente, mirando hacia el frente sin realmente ver. A pesar de que intentaban apoyarla, la distancia emocional que había crecido entre ellos en las últimas semanas era palpable.Fue entonces cuando alguien más irrumpió en el ambiente tenso. Carla, la amiga de Valeria, entró a la cafetería con su paso seguro, casi arrogante, como si estuviera buscando algo. No era ajena a las miradas que se volvían hacia ella. Había estado observando a Helena desde la entrada, y sus ojos se clavaron en ella con un desprecio apenas disimulado.—Así que aquí estás... —dijo Carla con una sonrisa forzada, acercándose a la mesa. Su tono de voz, aunque aparentemente amistoso, estaba impregnado de veneno—. Qué curioso, ¿no? Ver cómo las cosas cambian.Helena la miró fijamente, el enojo comenzando a hervir de nuevo en su pecho. Todo lo que Carla decía, cada palabra, le recordaba lo mucho que había sido humillada, lo lejos que había caído por todo lo que Valeria había causado. No tenía ganas de pelear, pero no podía dejar que Carla se quedara con la última palabra.—¿Qué quieres, Carla? —preguntó, su voz tranquila pero cargada de desdén.Carla sonrió, cruzándose de brazos.—Nada en particular, solo ver cómo te desmoronas. ¿No es fascinante? Pensé que eras más fuerte, pero parece que ni tú puedes lidiar con todo esto. Qué patético.Las palabras de Carla llegaron como un golpe directo al corazón. Helena sintió un ardor en la garganta, la rabia comenzando a desbordarse. Pero antes de que pudiera responder, Saiha se levantó con furia, su rostro transformado en una máscara de ira.—¿Te crees superior a ella, Carla? —dijo, su voz cortante—. Si vienes a provocar, te aseguro que te arrepentirás.Samuel, sintiendo la tensión escalar, intentó intervenir, levantándose de la silla para calmar la situación.—Saiha, no vale la pena. No dejes que Carla nos saque de quicio —dijo, mirando a Carla con desdén—. Ya sabemos cómo es, ¿por qué seguir alimentando su ego?Pero Carla no se detuvo, y la atmósfera se volvió aún más densa. De repente, alguien más apareció en el umbral de la puerta. Valeria.Al ver a la joven entrar, un frío recorrió el cuerpo de Helena. Las piezas encajaron como si todo hubiera sido planeado: Carla y Valeria, los dos enemigos que le quedaban, se unían como si fueran los dueños de la verdad, esperando ver cómo se destruía todo a su alrededor. Valeria la observó con una mezcla de burla y satisfacción, sin ningún asomo de arrepentimiento.—Ah, Helena... —dijo Valeria, con un tono que claramente no era de disculpa—. ¿Cómo sigues? ¿Sigues siendo la misma arrogante que siempre? No me sorprende que estés tan rota. El karma tiene una forma muy peculiar de recompensar a las personas como tú.Helena no pudo evitar sentirse debilitada por las palabras de Valeria. Había esperado esa confrontación, sabía que no podía seguir escondiéndose en su dolor por siempre, pero eso no hacía que fuera menos devastador. —¿Sabes qué, Valeria? —respondió con un tono peligroso, levantándose de su asiento—. No necesito tus lecciones de vida. Lo que tú me hagas o digas ya no tiene ningún impacto. Pero lo que sí sé es que ahora no tengo nada que perder.Valeria la miró con una sonrisa que no llegó a sus ojos.—Veremos qué pasa cuando todo el mundo se dé cuenta de quién realmente eres —respondió, con una mirada maliciosa—. No puedes esconder tus demonios para siempre.La tensión aumentaba, y parecía que la confrontación estaba a punto de estallar. Helena, con el corazón latiendo con fuerza, sentía que algo dentro de ella se quebraba. Todo lo que había sido suyo, todo lo que había defendido, estaba desmoronándose. Ya no era solo Valeria, ni Carla. Era el mundo entero, esperando su caída.Pero justo cuando pensaba que ya no podía soportarlo más, la puerta se abrió nuevamente, y esta vez entró alguien inesperado: un miembro de la administración.—¡Helena! —gritó el hombre, señalándola—. Necesito que vengas conmigo. Hay una reunión urgente con el decano.Todos se quedaron en silencio por un momento, sorprendidos. Helena se levantó lentamente, sin decir una palabra. Miró a Saiha, luego a Samuel, y finalmente a Farid, que parecía estar calculando la situación.—Vamos, es mejor que no pongas más excusas —insistió el hombre de la administración, mostrando impaciencia.Helena suspiró y asintió, sintiendo el peso de la situación sobre sus hombros. ¿Qué más podía pasar? La sensación de terror se apoderó de ella, pero no podía hacer nada más que seguir adelante.Mientras el grupo observaba cómo se alejaba, la tensión seguía colgando en el aire como una amenaza inminente. No sabían lo que estaba por venir, pero sabían que, sea lo que sea, las cosas no harían más que empeorar.La reunión con el decano estaba lejos de ser lo que Helena había anticipado. Entró al despacho con la cabeza gacha, casi deseando que alguien la sacara de allí. Sabía que lo que estaba por venir no sería fácil, pero nunca imaginó que sería tan humillante.El decano, un hombre de rostro severo y mirada fría, la recibió con su habitual tono autoritario.—Helena, tenemos que hablar seriamente sobre tus acciones —dijo, su voz grave resonando en el pequeño despacho—. Lo que ocurrió con Valeria, y sobre todo el incidente con tu comportamiento en la universidad, ya ha alcanzado un nivel intolerable. Este tipo de actitudes no pueden seguir siendo toleradas.Helena intentó mantener su compostura, pero la rabia y la frustración estaban burbujeando bajo la superficie. No era solo la presión del decano lo que la hacía sentirse pequeña, era todo lo que había acumulado: las miradas de los demás, las críticas, las habladurías, la traición de Josué, la enemistad con Valeria... Todo.—No me importa lo que piensen de mí, decano. Esto es mi vida, no la de ellos —dijo con dureza, aunque su voz temblaba ligeramente.El decano la miró fijamente, sin un atisbo de simpatía.—Te equivocas, Helena. Tus acciones afectan a todos a tu alrededor. Y no solo eso, has generado un ambiente tóxico que no podemos permitir en esta institución. La universidad es un lugar para el aprendizaje, no para dramas personales.Antes de que Helena pudiera replicar, el decano la interrumpió.—He decidido que no te suspenderé de inmediato, pero deberás someterte a un programa intensivo de terapia y mediación. Si vuelves a protagonizar otro incidente, no habrá excusas. Esto es lo último que hago por ti.La furia de Helena se desbordó. ¿Qué era todo esto? ¿Una cárcel emocional? La idea de ser tratada como un caso perdido la desbordó. Quiso gritar, pero en lugar de eso, optó por salir del despacho sin decir palabra, dejando al decano hablar solo.Cuando volvió a la cafetería, encontró a sus amigos esperándola. Aunque querían mostrar su apoyo, el ambiente era pesado. Helena no podía quitarse la sensación de estar atrapada en una telaraña que ella misma había creado.Farid fue el primero en hablar, su tono suavizado por la preocupación.—¿Todo bien? —preguntó, aunque sabía que la respuesta sería negativa.Helena se dejó caer en la silla, su cuerpo visiblemente tenso. No sabía qué pensar, ni qué hacer. Todo parecía estar fuera de control.—Nada está bien, Farid —respondió, su voz quebrada—. Estoy atrapada en esta mierda. Y no sé cómo salir de ella.Samuel, intentando suavizar la atmósfera, se inclinó hacia ella.—Sabes que no estás sola, ¿verdad? No importa lo que pase, nosotros estamos aquí para ti. Pero, Helena, tienes que tomar decisiones que realmente te ayuden. Este juego con Josué, con Valeria, no va a llevarte a nada bueno.Helena lo miró, su cara transformándose en una máscara de desesperación. ¿Había tomado las decisiones equivocadas todo este tiempo? ¿Había hecho mal en aferrarse a lo que no debía?Antes de que pudiera responder, Carla entró nuevamente en la cafetería, seguida por Valeria. Ambas caminaban con una actitud desafiante, como si ya se sintieran ganadoras. En cuanto Valeria vio a Helena, no pudo evitar lanzar una sonrisa burlona.—Vaya, parece que no has aprendido nada —comentó Valeria, mirando a Helena con desprecio—. ¿Creías que podías ganarme? Estás demasiado rota para eso.Helena se levantó de un salto, el aire entre ellas se volvió denso. La tensión que había entre ellas no tenía límite. No había marcha atrás ahora, y ambas lo sabían.—No te metas conmigo, Valeria —respondió con furia. Su cuerpo temblaba por la rabia contenida—. Te crees superior, pero solo eres una sombra que se alimenta de los demás. Estás destrozando todo a tu paso, y no voy a dejar que lo hagas conmigo.Carla observó la escena con una sonrisa maliciosa.—¿Vas a hacer algo? ¿O solo seguirás llorando? —dijo con burla, disfrutando del caos que había desatado.Pero fue entonces cuando la puerta de la cafetería se abrió nuevamente, y esta vez, un rostro conocido apareció en la entrada: Josué. Su expresión era sombría, pero no tan tensa como los demás. Parecía decidido, como si hubiera tomado una decisión importante.Helena lo miró, su corazón latiendo con fuerza. Sabía que este encuentro no podría terminar bien, que cualquier palabra que él dijera solo empeoraría las cosas.Josué dio un paso hacia ella, y aunque intentó mantener la calma, no pudo evitar que la angustia se reflejara en su rostro.—Helena, por favor, solo quiero hablar —dijo, su voz suave pero urgente.Helena lo miró con desdén, sin querer darle el gusto de mostrar que sus palabras aún tenían algún poder sobre ella.—¿Hablar? ¿De qué? —respondió con sarcasmo—. ¿De lo que me hiciste? ¿De lo que me dejaste en el suelo para irte con ella? No tengo nada que decirte, Josué. Todo lo que me hiciste no tiene vuelta atrás.La furia y la tristeza chocaban dentro de Helena. No quería ser débil, no quería mostrarle ninguna grieta en su armadura. Pero sus palabras la alcanzaban de una manera que no podía evitar.Josué suspiró, mirando al grupo que lo rodeaba. Farid, Samuel, Valeria, Carla, todos observaban como si estuvieran esperando algo, un final, una pelea, o tal vez solo una tragedia más en la serie de caos que había estado viviendo.—No te pido perdón, Helena —dijo finalmente, su tono grave—. Pero quiero que sepas que lo lamento. De verdad lo lamento. Y si alguna vez quieres hablar, si alguna vez necesitas cerrar esta historia, yo estaré allí.Pero Helena no le dio tiempo para más. Antes de que pudiera añadir otra palabra, ella lo cortó con una carcajada amarga.—No voy a cerrar nada contigo, Josué. Ya lo has cerrado todo, y yo no soy una de tus opciones para arreglar las cosas. Ya no. —Con esas palabras, se giró y salió de la cafetería, dejando atrás a todos en un silencio pesado.Las palabras de Helena resonaban en la mente de todos. El caos, la toxicidad, el drama... todo parecía haber alcanzado su punto máximo. ¿Qué quedaba después de esto? Nadie lo sabía. Pero sabían que las consecuencias de lo que acababa de suceder serían mucho más profundas de lo que cualquiera podía imaginar.

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⏰ Última actualización: Nov 08, 2024 ⏰

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Entre Sombras y DesvelosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora