Capitulo 6

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Al día siguiente, el campus estaba alborotado. Los rumores de lo que había sucedido entre Helena, Saiha y Valeria ya se habían extendido como pólvora, y todo el mundo estaba ansioso por presenciar el próximo escándalo. Las redes sociales explotaban con comentarios sobre la pelea, y las fotos y videos del momento en que Helena abofeteaba a la profesora se volvían virales. Todos los ojos estaban puestos en ellas; eran, sin lugar a dudas, las protagonistas de una historia tóxica y oscura que cada vez parecía escalar más.

Mientras tanto, en un rincón del campus, Valeria se encontraba sentada en una banca, visiblemente afectada. Había pasado toda la noche revisando los comentarios en redes sociales, viendo cómo la gente la insultaba y la llamaba "pick me," "rompehogares," y "zorra" por haberse metido con Josué. A su lado, su amiga Carla intentaba consolarla, pero la humillación era demasiado evidente como para ignorarla.

—No hagas caso a esa bola de envidiosas, Vale —dijo Carla, intentando animarla—. Helena solo está furiosa porque la dejaste en ridículo.

Valeria suspiró, intentando fingir indiferencia, pero su expresión reflejaba el peso de las palabras de los demás. Sabía que muchos pensaban que se había metido entre Helena y Josué para llamar la atención. Y aunque la relación con Josué había comenzado después de que él rompiera con Helena, la gente no dejaba de verla como una "rompehogares" que había aprovechado la situación.

Mientras tanto, Helena y Saiha se encontraban en el despacho del decano, esperando recibir las consecuencias de sus actos. La tensión entre ellas seguía en el aire, y aunque compartían el odio hacia Valeria, ahora también había una barrera de resentimiento entre ellas.

El decano las miró con una expresión severa mientras repasaba los informes sobre la pelea y los testimonios de los estudiantes que habían presenciado el altercado.

—No puedo tolerar este tipo de comportamiento en la universidad —dijo el decano, su voz firme y autoritaria—. Ambas han sido una influencia negativa para la comunidad estudiantil, y su comportamiento ha cruzado la línea. Tienen dos opciones: aceptar una suspensión indefinida o cumplir con un programa intensivo de mediación y control de ira.

Helena bufó, cruzándose de brazos y mirando al decano con una mezcla de arrogancia e incredulidad.

—¿Mediación? ¿Control de ira? —repitió con burla—. No tengo problemas de ira, decano. Mis problemas son los "roba-novios" como Valeria y la gente que no puede reconocer a una verdadera reina.

Saiha, aunque un poco más calmada, rodó los ojos ante el comentario de Helena y decidió mantenerse en silencio, sabiendo que cualquier palabra podría empeorar la situación. Pero cuando el decano las obligó a aceptar la mediación bajo amenaza de suspensión definitiva, no tuvieron otra opción que aceptar.

Horas después, Helena y Saiha salieron del despacho del decano, más tensas que antes, y el resentimiento entre ellas no había hecho más que crecer.

—No puedo creer que estés tan tranquila después de lo que pasó —dijo Helena, lanzándole una mirada de reproche a Saiha.

Saiha la miró, exasperada, y sacudió la cabeza.

—¿De qué estás hablando? —preguntó con frialdad—. Fuiste tú la que empezó todo este drama. Si hubieras mantenido la calma en lugar de lanzarte contra Valeria como una salvaje, no estaríamos en esta situación.

Helena, sintiéndose atacada, dio un paso hacia Saiha, con una expresión de furia en el rostro.

—¿Así que ahora soy yo la culpable de todo? —preguntó con una sonrisa sarcástica—. No te equivoques, Saiha. Yo solo defendí lo que es mío. Si tú no tienes la valentía de luchar por lo que quieres, entonces no me arrastres a tus problemas.

Saiha estaba a punto de responder cuando la multitud en el pasillo se abrió, revelando a Josué, que se acercaba con una expresión seria. Helena sintió cómo su corazón latía más rápido, y Saiha frunció el ceño al ver la mirada entre ambos.

Josué se detuvo frente a ellas, y después de un momento de silencio, habló, mirando directamente a Helena.

—Tenemos que hablar, Helena. Esto ya ha llegado demasiado lejos.

Helena sintió un nudo en la garganta, pero no quería demostrar ninguna debilidad frente a él. Se cruzó de brazos y levantó la barbilla con orgullo.

—¿Hablar? ¿Ahora quieres hablar? —replicó con sarcasmo—. Después de que te fuiste con Valeria, después de humillarme frente a todos. No tengo nada que decirte, Josué.

Josué suspiró, claramente frustrado, y lanzó una mirada de arrepentimiento a Helena.

—No fue mi intención que esto terminara así, pero... tú tienes que dejar de actuar como si el mundo girara a tu alrededor. Valeria no es la única culpable aquí.

Helena se echó a reír, con una expresión de desprecio en el rostro.

—¿Ahora resulta que soy yo la villana de la historia? No me hagas reír, Josué. Tú eres el que jugó conmigo, el que se fue con esa... —se interrumpió, mirando de reojo a Valeria, que observaba desde el otro extremo del pasillo—. Eres patético.

Josué estaba a punto de responder cuando Valeria, visiblemente alterada y enojada por las palabras de Helena, decidió acercarse.

—Ya basta, Helena —dijo Valeria con firmeza, poniéndose junto a Josué—. No tienes derecho a tratarlo así solo porque no puede seguir tu juego. Tú eres la que está sola y amargada porque nadie quiere estar contigo.

Helena lanzó una sonrisa venenosa y se acercó a Valeria, su rostro a solo centímetros del de ella.

—¿Eso crees? Cariño, yo no estoy sola porque nadie me quiera. Estoy sola porque no me rebajo a ser la segunda opción de nadie, como tú. Ya me jodería, en serio. Qué vergüenza.

Valeria, con los ojos llenos de rabia, estaba a punto de responder cuando Saiha, inesperadamente, intervino y se colocó junto a Helena, mirándola con una expresión desafiante.

—¿Sabes qué, Valeria? Deberías callarte de una vez, porque lo único que has hecho es destrozar todo lo que tocas. Eres un parásito, y te garantizo que nadie aquí te respeta.

Valeria, furiosa, levantó la mano para abofetear a Saiha, pero antes de que pudiera hacerlo, Helena intervino, empujándola con fuerza y haciéndola retroceder. Valeria trastabilló, mirando a Helena y Saiha con odio, mientras la multitud observaba en silencio, con la tensión en el aire casi palpable.

Fue en ese momento que la profesora, que había recibido el golpe de Helena el día anterior, apareció en el pasillo, observando la escena con una mezcla de frustración y enojo.

—¡Ustedes dos! —gritó, señalando a Helena y Saiha—. ¡A mi oficina, ahora mismo!

Pero Helena, en lugar de obedecer, se giró hacia la profesora con una sonrisa sarcástica y levantó la mano en señal de despedida.

—Gracias, pero no, gracias —dijo con tono burlón—. Ya he tenido suficiente de tus discursos moralistas.


Entre Sombras y DesvelosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora