sorpresa

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—Izuku, ¿puedes hacerlo, no? —le decía la versión más joven de sí mismo, mirándolo con una mezcla de desesperación y esperanza en los ojos.

—¿Puedo hacerlo…? —Izuku apenas susurraba, sus ojos reflejando toda la duda acumulada por años.

—Tienes que hacerlo. No puedes dudar, no puedes titubear, Izuku. Si quieres salvarla, tienes que hacerlo. ¿Quieres cumplir tu sueño, no es así? Entonces, aférrate a esa idea; no la sueltes, aunque ellos intenten menospreciarte. Es tu sueño, ¡sé egoísta y cúmplelo! No te dejes influenciar por palabras vacías de quienes fracasaron o tuvieron miedo de intentarlo. Solo es eso, Izuku... un salto de fe. —Le extendió la mano con firmeza—. ¿Lo intentamos de nuevo, héroe?

—No tengo nada que perder… Hagámoslo. —Izuku tomó la mano de su yo joven con una determinación renovada.

A unos metros, Todoroki respiraba con dificultad, arrodillada en el suelo. Su energía se extinguía mientras su cuerpo trataba de equilibrar el fuego y el hielo sin éxito.

—No puedo… esas balas están mejoradas. Mi fuego me está quemando, y el frío ya no basta para contenerlo. Si sigo así, me desmayaré… —murmuró antes de desplomarse.

El don de Todoroki se apagó y, al quedar indefensa, las balas avanzaron hacia ella. Cerrando los ojos mientras esperaba el golpe final. Pasaron unos segundos de silencio y… nada. Al abrir los ojos, vio una luz. No era la luz del sol ni de la luna; era una luz más cálida, la que irradiaba, era una sonrisa que hacía brillar hasta el día más oscuro. ¿Hace cuánto que no la veía? pensó. Con la voz quebrada, solo alcanzó a decir:

—Te tardaste…

—Ya estoy aquí —respondió Izuku, con esa sonrisa boba pero reconfortante que tanto significaba para ella.

Aliviada, Todoroki suspiró y cerró los ojos, desmayándose finalmente.

—Descansa, princesa de hielo… —murmuró Izuku con ternura, acariciando su mejilla.

En ese momento, alguien comenzó a aplaudir. Izuku alzó la vista y vio a un hombre alto, flaco, con grandes ojeras y una piel pálida como la nieve. Sus ojos oscuros y vacíos irradiaban una frialdad desquiciante.

—Eres genial, Deku. Tú sí eres un verdadero héroe.

Izuku le dirigió una sonrisa sarcástica, intentando mantener la calma.

—Vas a hacer que me sonroje si sigues halagándome.

El hombre esbozó una sonrisa retorcida.

—Vaya, sí que has cambiado con los años.

—Las deudas y el trabajo desgastan a cualquiera. Pero...basta de bromas. ¿Quiénes son ustedes? ¿La Liga 2.0? ¿El remake? Debo admitir que esas balas mejoradas son bastante intimidantes.

—¿Te gustan? Fueron diseñadas específicamente para matarte a ti.

Izuku soltó una risa forzada, encendiendo un brillo desafiante en sus ojos.

—Qué honor que hayas creado algo solo para mí. Vas a hacer que me moje

La sonrisa del hombre desapareció, dando paso a una furia contenida.

—¡Basta de juegos! Izuku Midoriya... hoy es el día en que morirás. Pagarás por matar a mi padre.

Izuku frunció el ceño, confundido.

—¿Tu padre…?

Antes de poder procesarlo, el hombre le propinó un golpe que lo lanzó varios metros hacia atrás. Izuku se levantó, tosiendo y escupiendo un poco de sangre mientras el dolor se extendía por su mejilla.

—Tuviste suerte… me agarraste por sorpresa. —Intentó recomponerse, pero sus piernas temblaban de agotamiento. *Si esto sigue así… voy a morir. Apenas puedo mantenerme en pie...*

—¿Y quién era tu padre? —preguntó mientras apretaba su teléfono para enviar una señal de auxilio. *La ayuda tardará en llegar… tengo que ganar tiempo.*

—¡Estúpido! Tú más que nadie deberías saberlo. Tú mismo lo mataste… mataste a Tomura Shigaraki.

Izuku sintió que el tiempo se detenía. Sus ojos se abrieron con incredulidad, y una sensación de angustia se apoderó de él.

—Yo… yo intenté salvarlo. Hice todo lo que pude para salvarlo…

—¡Mientes! —el hombre gritó, su voz cargada de odio.

Izuku, aún en shock, tragó saliva, tratando de mantener la calma.

—Solo una última pregunta… ¿dónde están mis alumnos?

—En el centro de este lugar. Ya basta de hablar. —Y sin más, el hombre se lanzó hacia él.

Ambos comenzaron una batalla brutal, golpe tras golpe, cada uno cargado con una intensidad salvaje. Izuku sentía cómo su cuerpo cedía poco a poco, mientras sus viejas heridas se volvían a abrir y el dolor se intensificaba con cada segundo que pasaba.

*Si tan solo tuviera un poco más de tiempo…*, pensaba, jadeando y esforzándose por mantenerse en pie. Pero entonces, su oponente se detuvo y sonrió con locura.

—Te felicito, Izuku. Eres resistente. Pero veamos cómo te va contra los Nomus.

Al escuchar esas palabras, un escalofrío recorrió el cuerpo de Izuku.

—¿Nomus? No puede ser… Apenas y puedo mantenerme en pie… ¿Voy a morir aquí? —murmuró, su voz temblando al ver cómo dos Nomus gigantes emergían de las sombras, acercándose lentamente.

—¿Recuerdas al primer Nomu contra el que luchó All Might? Lo recuperamos y lo duplicamos. Vamos, Izuku. Ruega piedad. Quiero verte desmoronarte, ver tu desesperación.

Izuku tragó saliva, el pánico amenazando con dominarlo, pero tomó un cigarro de su bolsillo, lo encendió y dio una calada, tratando de mantener la calma.

—¿Por qué estás tan confiado? —preguntó el hombre, desconcertado.

Izuku sonrió, mostrando un maletín que había tenido oculto hasta ese momento.

—¿Ves este maletín? ¿Tienes idea de lo que contiene?

El hombre frunció el ceño.

—¿En qué momento…?

—Mientras peleábamos, me acerqué a esto. Estabas tan enfocado en matarme que no te diste cuenta. —Izuku abrió el maletín, revelando un traje especial diseñado para él.

—Aunque no me gusta recurrir a esto… debo admitir que me queda bien. —dijo, ajustándose el traje.

—Un traje no te salvará. ¡Nomus, ataquen! ¡Mátenlo! —gritó el hombre con odio.

La batalla se intensificó. Los Nomus atacaban sin piedad, mientras Izuku esquivaba sus golpes, tratando de adaptarse al traje. Sin embargo, cada movimiento le recordaba el dolor latente en su cuerpo y las heridas que seguían abiertas, drenando lentamente sus fuerzas.

—Si al menos fuera uno… pero dos Nomus… esto sí es una locura… —jadeaba, apenas logrando esquivar otro golpe. Con un grito de dolor, sintió cómo uno de los Nomus le dislocaba el brazo.

—¡Aaahhh, malditos sean! —gritó, el dolor desgarrador amenazando con consumirlo.

Pero en sus ojos todavía brillaba algo inquebrantable. No importaba cuánto dolor sintiera ni cuán cerca de la muerte estuviera; Izuku Midoriya no se rendiría.

—No… no voy a morir… ¡No lo haré! Tengo que seguir de pie… por ellos. —Con un grito de pura voluntad, lanzó un golpe que apartó a uno de los Nomus.

En medio del dolor, el sudor y la desesperación, Izuku se mantenía de pie, un faro de esperanza que no permitía que la oscuridad lo consumiera.

FIN DEL CAPÍTULO

Un simple profesor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora