Capítulo Díez

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La mente de Tania no dejaba de trabajar. Era como una rueda de un auto, siendo arrastrada aunque se estuviera a punto de pinchar.

Apenas pudo prestar atención a lo que le decía su amiga.

-Sí, lo sé.

Su amiga suspiró frustrada.

No era la primera vez que Tania se mostraba perdida en algún lugar lejos de su realidad.

-Te estás agotando. -Le dijo preocupada.

Tania negó y llevó la taza de café a sus labios.

Admitirlo en voz alta, sería perder a su hermano.

-A veces, debes olvidar a los demás. -Su amiga le ofreció un consejo.

La reacción de Tania no se hizo esperar.

-Es fácil decirlo, cuando tu hermano no está en peligro.

El viento soplaba con ferocidad, arrastrando una silla y estrellándola contra los cristales del local. El sonido retumbó, deteniendo su conversación.

Los ojos de Tania se cerraron, dejándose llevar por aquellos momentos de caos.

A ella aquel viento no le causaba repele, a diferencia de las demás personas que huían de tal evento.

Tania encontraba libertad en el desastre que se formaba en las calles.

Cuando abrió los ojos, solo pudo observar las hojas danzar mientras el viento tocaba una sonata imposible de escuchar.

Deseó...

Deseó ser tan liviana como para ser llevada por la brisa.

-Debes aprender a soltar.

Parecía irónico estar recibiendo el mismo consejo que ella le había dado a su hermano hacía algún tiempo.

¿Ella debería tomarlo?

-Eso estoy intentando.

Sus palabras sólo reflejaban el malestar que le causaba dejar a su compañero de vida atrás.

Aquellas voces...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora