El agua fría se deslizó por el cuerpo de Alfredo, provocándole múltiples escalofríos.
Su mente salió del trance.
Los ojos del joven, que hasta hacía poco parecían vacíos, comenzaron a moverse con desesperación. Cerró y abrió los párpados hasta que finalmente logró enfocar a su hermana.
Tania lo miró con preocupación.
Lentamente, su expresión fue cambiando a una de alivio.
Alzó la mano para acariciarlo, pero Alfredo se apartó con brusquedad.
Ignorando los sentimientos de su hermana, le gritó como si le hubieran arrancado una parte de sí:
—¡¿Qué es lo que te pasa?! —Su voz estaba cargada de rabia.
Tania no respondió, lo que irritó aún más a Alfredo.
—¡Responde, Tania!
Ella se aclaró la garganta y habló con un inesperado temblor en la voz:
—Quería ayudarte.
Alfredo dejó escapar una risa amarga mientras se envolvía con una toalla.
—Claro, estarás feliz. —Su mirada no tenía rastro de suavidad—. Me apartaste de mi novia.
La expresión de Tania cambió con lentitud. La preocupación dio paso a la confusión.
—¿Te aparté de tu novia?
Alfredo no respondió.
Había alzado una barrera que mantenía a cualquier ser humano fuera de su alcance.
Salió del baño y caminó hacia su habitación.
Después de cerrar la puerta, escuchó golpes del otro lado.
—¡Alfredo!
El joven ignoró el llamado y empezó a secarse el cuerpo.
¿Acaso no le había dicho que no quería verla más?
—¡Alfredo!
Los golpes comenzaron a intensificarse de forma gradual.
No le abriría. Jamás lo haría.
Con manos inquietas, empezó a revolver los cajones hasta encontrar su cajetilla de cigarros.
Encendió uno, mientras los golpes continuaban y la voz de su hermana lo llamaba desde el otro lado.
El aroma del tabaco llenaba la habitación, manteniendo a Alfredo en un estado de una leve confusión.
Cuando la cajetilla se acabó, los golpes en la puerta habían aumentado en intensidad.
—¡¡Alfredo!!
El cigarrillo cayó de sus dedos, al suelo.
Por un instante, su mente se ensordeció y su ceño se frunció.
Nunca antes había escuchado a su hermana perder la calma o gritar como alguien desalmada.
Se levantó de golpe y caminó hacia la puerta, la cuál abrió con notable temblor.
Lo siguiente que ocurrió fue tan rápido que logró desconcertarlo; Tania se lanzó a abrazarlo.
Al comienzo, Alfredo se resistió. Pero al sentir el temblor de su hermana menor.
Sus abundantes lágrimas y su suave sollozo, su frialdad se interrumpió.
Alfredo dejó caer sus brazos y accedió a consolar a la persona que lo más lo amaba.
Aunque estaba enfocada en consolarla, una duda se formó en su mente, mientras la abrazaba.
¿Por qué estaba tan preocupada?
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Aquellas voces...
HororElla no estaba viva...¿o sí? Carla nunca le haría daño, él lo sabía. Pero entonces, ¿por qué sentía su presencia acechándolo en cada rincón? Alfredo está convencido de que no dañó a Carla... pero las voces y la sombra que lo persigue dicen lo contra...