El Último Año de Secundaria

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Era el primer día de octubre y Carmen se encontraba sentada en su pupitre, mirando por la ventana. Unos rayos de sol entraban suavemente a través del cristal, iluminando las hojas que caían lentamente de los árboles del parque cercano. Era su último año en el instituto, y aunque todo el mundo lo llamaba "el curso de los exámenes", para Carmen parecía mucho más que eso. Era el último año antes de que todo cambiara, antes de que todos los amigos de toda la vida siguieran diferentes caminos, tomando direcciones que ya no podrían compartir.

Era un sentimiento extraño: mezcla de nostalgia, emoción y ansiedad. Carmen miró el reloj de la pared: faltaban apenas unos minutos para que sonara el timbre que marcaba el inicio de la jornada escolar. Un suspiro escapó de sus labios, y no fue el primero del día. Pensó en las tareas, las presiones académicas y lo que vendría en los próximos meses. A pesar de la sensación agridulce de despedida, también había algo de emoción por lo que estaba por venir. El futuro se sentía tan cercano, tan inevitable. El día de hoy, y de todos los días por venir, parecía cargar con una importancia que nunca antes había tenido.

Carmen se pasó una mano por el cabello largo y lacio, empujándose un mechón detrás de la oreja. Miró a su alrededor y vio que sus compañeros iban llegando al aula. La mayoría ya no hablaban de las vacaciones o de los planes para el verano. Ahora, la conversación giraba en torno a qué harían después del instituto. Los que querían ir a la universidad, los que pensaban en viajar, los que ya tenían una idea clara de lo que querían estudiar. Sin embargo, Carmen no compartía esa claridad. Mientras que otros hablaban con seguridad sobre su futuro, ella solo pensaba en cómo todo esto podría cambiar. ¿Quién sería en unos meses? ¿Sería la misma persona después de los exámenes finales, después de la graduación? Todo le parecía incierto.

La puerta del aula se abrió de golpe, y un aire frío recorrió la sala. Paula entró rápidamente, seguida de su inseparable grupo de amigos. Al verla, Carmen sintió un leve alivio. Paula era su mejor amiga desde hace años. Su amistad era un refugio en medio de la confusión y los miedos. A Paula no le preocupaba tanto el futuro; parecía vivir en el presente, en cada momento, sin ser asaltada por los pensamientos del mañana.

—¡Carmen! —saludó Paula con su típica sonrisa alegre, mientras dejaba caer su mochila sobre el escritorio. Su actitud relajada contrastaba con la tensión que Carmen sentía por dentro.

—Hola —respondió Carmen, con una sonrisa, aunque su mente estaba ocupada en todo lo que estaba por venir. Paula se sentó junto a ella y lanzó un vistazo al aula.

—¿Qué tal todo? —preguntó Paula mientras sacaba su cuaderno de notas, como si nada fuera importante.

Carmen la miró y suspiró.

—Pues... ya sabes, lo de siempre. Aún no me siento lista para todo lo que viene. Parece que estamos a punto de dar el último paso, pero... no sé si estoy preparada.

Paula la miró curiosa, pero también con una ligera sonrisa.

—Eso es porque no has visto lo que viene después, lo que es de verdad, la universidad, el trabajo, la vida de adulto. Pero tranquila, Carmen, ya te acostumbrarás. Todos estamos en el mismo barco.

Carmen asintió, pero aún sentía que algo se estaba agolpando en su pecho, algo que no podía identificar. No era solo el miedo a los exámenes, no era solo el futuro. Algo más estaba flotando en el aire, algo diferente.

En ese momento, su mirada se desvió hacia el rincón de la clase, donde Sergio acababa de entrar. Él se sentó, sin decir mucho, como siempre lo hacía, y comenzó a sacar sus libros. Tenía esa postura despreocupada, como si todo estuviera en orden en su vida, aunque Carmen sabía que no era cierto. Los ojos de Carmen lo siguieron por un momento y su corazón dio un pequeño salto, como siempre que lo veía.

Sergio era un chico como los demás, pero había algo en él que la fascinaba. Tenía el cabello castaño claro, ligeramente desordenado, y unos ojos verdes que, aunque en su mayoría permanecían tranquilos, de vez en cuando dejaban escapar un brillo que la hacía sentir que había algo más en su interior. Había sido compañero de clase desde el primer año, pero nunca habían hablado mucho. Sin embargo, en los últimos meses, algo había cambiado. De repente, las miradas entre ellos parecían más frecuentes. Y aunque todo seguía siendo sutil y silencioso, Carmen sentía que había algo allí, algo que no podía ignorar.

— ¿Sabías que el profe de historia está más raro que nunca? —Paula preguntó con una sonrisa, mientras sacudía el lápiz en su mano.

Carmen no respondía. Estaba mirando a Sergio, que por un momento la miró también. Sus ojos se encontraron fugazmente, y Carmen rápidamente desvió la mirada, sintiendo como su cara se ponía roja.

—¡Carmen! ¿Te pasa algo? —Paula le dio un codazo en el costado.

Carmen la miró desconcertada, tratando de salir de sus pensamientos.

—No, no... nada —respondió rápidamente, intentando que Paula no notara su nerviosismo.

—Vale, vale, ya sé, no me lo tienes que contar si no quieres. Pero si te gusta ese chico, deberías hablarle. No hace falta que lo pienses tanto.

Carmen se quedó en silencio, sin saber qué responder. ¿Sería eso cierto? ¿Debería simplemente acercarse a Sergio, hablarle como si nada? ¿Cómo podía ser tan fácil para Paula?

Entre tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora