El resto del día pasó en un suspiro. Carmen sentía que el tiempo se movía demasiado rápido y, a la vez, demasiado lento. Cuando el timbre sonó para indicar el final de las clases, la ansiedad en su estómago había alcanzado niveles que nunca había experimentado. Durante toda la mañana, no dejó de pensar en la invitación de Sergio: "Nos vemos después de clase." Parecía tan sencillo, tan inofensivo, pero para ella representaba algo mucho más grande. Algo que no podía evitar analizar una y otra vez en su cabeza.
Lo que no esperaba, sin embargo, era cómo se sentiría cuando finalmente llegara el momento de encontrarse con él. Sabía que Sergio solo la había invitado para hacer el trabajo de historia, y sin embargo, el simple hecho de que fuera él quien lo había sugerido la hacía sentir que había algo más en esa conversación. ¿Qué pasa si estoy leyendo demasiado entre líneas? se preguntaba. Paula había dicho que debería ser más directa, pero Carmen no sabía si realmente estaba lista para eso. ¿Y si él no sentía lo mismo? El miedo a que todo fuera una simple cortesía la paralizaba.
—Vamos, no te hagas la tonta —le susurró Paula, mientras ambas caminaban hacia el aula de informática. —Ya lo has hecho, ya has hablado con él, ya te has lanzado. Ahora, solo tienes que relajarte.
Pero Carmen no podía relajarse. No podía evitar pensar en el pequeño gesto de Sergio cuando le había dicho que se verían después de clase. La forma en que había sonreído, como si fuera lo más natural del mundo. Tal vez era un chico amable, tal vez solo estaba siendo educado. Pero había algo en esa sonrisa que la hacía pensar que había más. No puede ser tan fácil pensaba.
La campana para el final de la clase de historia sonó, y Carmen se levantó lentamente de su silla. Miró a su alrededor, buscando a Sergio entre los estudiantes que comenzaban a recoger sus cosas. No lo vio, y un pequeño alivio recorrió su cuerpo. Tal vez se ha olvidado pensó. Pero justo cuando estaba a punto de salir del aula, lo vio. Sergio estaba de pie junto a su escritorio, saludando a sus amigos, como si todo fuera tan sencillo, tan común. Pero a Carmen le pareció que su corazón se aceleraba cada vez que él movía una mano o giraba la cabeza.
—¿Qué haces? —le preguntó Paula, mirando con una sonrisa divertida cómo Carmen no dejaba de mirarlo.
Carmen se encogió de hombros, sonrojándose ligeramente.
—Nada, solo... pensaba en el trabajo.
Paula se rió, negando con la cabeza. Sabía que Carmen no estaba pensando en nada relacionado con el trabajo de historia. Estaba distraída, como siempre que Sergio estaba cerca. La actitud de Carmen se había vuelto mucho más evidente para Paula, que la conocía bien. En ese momento, con una sonrisa pícara, le dio un pequeño empujón.
—¡Vamos, que no se te escape! Es tu oportunidad, ¿no? —dijo, mientras Carmen trataba de disimular su nerviosismo.
Carmen la miró, con los ojos abiertos de par en par. ¿Oportunidad? ¿Qué oportunidad? pensó. Pero, sin más, se obligó a caminar hacia la salida, con el corazón latiendo con fuerza.
Sergio se acercó a ella con una sonrisa tranquila, como si no hubiera pasado nada entre ellos, como si fuera lo más natural del mundo que Carmen lo estuviera esperando.
—¡Hola! —saludó él, como si lo que estaba por suceder fuera algo absolutamente común.
—¡Hola! —respondió Carmen, intentando no dejar que su voz temblara.
Sergio la observó con atención. Podía sentir la incomodidad de Carmen en el aire, esa extraña mezcla entre inseguridad y una especie de incertidumbre. Él sonrió, como si quisiera tranquilizarla.
—¿Entonces, seguimos con el trabajo? —preguntó, con un tono que parecía despreocupado, pero con algo más en sus ojos. Como si esperara algo más de ella, o tal vez solo estaba buscando una forma de iniciar la conversación.
Carmen asintió, un poco nerviosa, y ambos comenzaron a caminar hacia la biblioteca. Aunque el objetivo era claro —hacer el trabajo de historia—, para Carmen, la situación era mucho más complicada que eso. Cada palabra, cada gesto de Sergio parecía estar cargado de significado. Caminaban uno al lado del otro, pero había algo en el aire que no podían negar: algo había cambiado, algo se había activado.
La biblioteca estaba vacía cuando llegaron, solo unos pocos estudiantes sentados en mesas distantes. Carmen y Sergio se sentaron en una mesa libre, entre pilas de libros que apenas tocaban. En un principio, comenzaron a hablar de la asignatura, de las fechas importantes para el trabajo y de las fuentes históricas que necesitaban. Pero a medida que pasaban los minutos, el tema de conversación comenzó a cambiar. Sergio dejó de hablar solo del trabajo y empezó a hacer preguntas más personales.
—¿A qué te gusta dedicarte cuando no estás estudiando? —preguntó Sergio, sin dejar de mirarla mientras organizaba algunas hojas.
Carmen, sorprendida por la pregunta, dudó un momento antes de responder. No estaba acostumbrada a este tipo de preguntas directas de Sergio. Sin embargo, algo en su tono la hizo sentirse más relajada.
—Pues... me gusta leer, escuchar música. A veces dibujo también. —Carmen miró hacia la ventana de la biblioteca, como si buscara las palabras para describir algo que no quería decir tan abiertamente. Había tantas cosas que no sabía cómo decir.
Sergio asintió, con una mirada pensativa.
—Interesante. Yo también leo mucho, pero más cosas sobre tecnología. Me apasiona todo eso. La verdad es que a veces me cuesta concentrarme en cosas que no tienen nada que ver con mis hobbies. —Hizo una pausa y, con una sonrisa, añadió—: Pero creo que el proyecto de historia está siendo interesante. Es una buena excusa para investigar cosas que no tenía idea de que existían.
Carmen rió levemente, aliviada por el cambio en la conversación. Había algo cómodo en la forma en que hablaban. Pero a la vez, un sentimiento de incomodidad seguía persiguiéndola. ¿Está siendo solo amable? ¿O realmente está disfrutando pasar el rato conmigo? pensaba.
A medida que el tiempo pasaba, la conversación se hacía más fluida. Hablaron de sus clases, de los profesores más estrictos, de las actividades extracurriculares. Pero Carmen no podía evitar sentir una tensión subyacente. Cada vez que Sergio la miraba, cada vez que su risa era un poco más contagiosa, ella sentía como si todo lo que había hecho hasta ese momento fuera solo el primer paso para algo mucho más grande.
Cuando finalmente se levantaron de la mesa, Carmen ya no sabía si se sentía aliviada o más confundida que nunca. Había compartido con él más de lo que había planeado, y ahora todo lo que le quedaba por hacer era enfrentarse a lo que sucediera después.
Sergio la miró mientras se acercaba a la puerta de salida de la biblioteca.
—¿Entonces, hacemos esto otra vez mañana? —preguntó, con una sonrisa traviesa, como si no fuera la primera vez que lo sugería.
Carmen sonrió, aunque en su interior sentía una mezcla de incertidumbre y emoción.
—Claro, eso estaría bien.
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Entre tú y yo
RomanceCarmen es una chica tranquila y pensativa que está a punto de terminar el instituto, pero sus planes de terminar el año sin sobresaltos se ven alterados cuando empieza a sentir algo más por Sergio, un chico en su clase con el que nunca había tenido...