La Confusión se Intensifica

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La tarde de ese día, cuando el sol comenzaba a ponerse, Carmen se encontraba esperando frente a la cafetería del instituto. Había dicho que sí a la invitación de Sergio sin pensarlo demasiado, pero a medida que el tiempo pasaba, la ansiedad comenzó a invadirla. ¿Qué hago aquí? se preguntaba, sintiendo como su pulso se aceleraba. ¿Es solo un café entre amigos o... hay algo más?

Miro a su alrededor, buscando a Sergio, pero el lugar estaba lleno de estudiantes que hablaban y se reían, algunos sentados en las mesas y otros esperando sus pedidos. Carmen se pasó una mano por el cabello y, cuando ya estaba por mirar su reloj, vio que Sergio llegaba a lo lejos, con su mochila colgada al hombro y una sonrisa amplia que parecía iluminar el lugar. Su presencia hizo que todo el ruido del café se desvaneciera momentáneamente para Carmen. Era como si su corazón saltara al verlo, una sensación que aún no lograba entender bien.

—¡Hola! —saludó él, acercándose a su mesa.

—¡Hola! —respondió Carmen, levantándose rápidamente de su asiento, un poco más nerviosa de lo que hubiera querido.

Sergio se sentó frente a ella, dejando su mochila en el suelo, y cuando la miró, su sonrisa parecía un poco más tranquila, pero al mismo tiempo, Carmen notó algo diferente en él. Algo que no sabía identificar: una seriedad, tal vez, como si estuviera pensando lo mismo que ella. Los dos se quedaron unos segundos en silencio, como si ninguno de los dos supiera por dónde empezar.

—¿Te apetecía tomar un café? —preguntó Sergio, como si se hubiera dado cuenta de la incomodidad que ambos compartían.

—Sí, claro —respondió Carmen, intentando relajarse. El café era su bebida favorita, pero esa vez ni siquiera el sabor familiar podría calmar la agitación que sentía dentro.

Mientras un camarero se acercaba a la mesa para tomar sus pedidos, Carmen intentaba no fijarse demasiado en Sergio, pero era casi imposible. Cada vez que lo miraba, notaba su respiración ligeramente más rápida, como si estuviera en la misma batalla emocional que ella. Sus ojos se cruzaron un par de veces, y en cada uno de esos momentos, Carmen sentía que algo en su interior se movía. Sin embargo, la idea de que Sergio podría ver más allá de la amistad, de que tal vez él también sentía lo mismo, seguía siendo una incertidumbre.

Cuando el camarero se fue, Carmen intentó empezar la conversación para aliviar el peso del silencio.

—Entonces, ¿cómo te va con los estudios? —preguntó, recordando que la excusa original para quedar era repasar el trabajo de historia.

Sergio se encogió de hombros, con un gesto relajado.

—Ya sabes, bastante bien. Pero, a veces siento que me distraigo mucho con cosas como el cine y la música. Aunque en general, este semestre ha sido tranquilo —respondió, tomándose un sorbo de su café.

Carmen sonrió, sabiendo exactamente a qué se refería. Era como si ambos compartieran esa misma lucha entre lo que deberían estar haciendo y lo que realmente les gustaba hacer.

—A mí también me pasa. Aunque yo me distraigo más con mis amigos, la verdad. —Carmen se encogió de hombros, intentando que la conversación fluyera. Pero la verdad era que sentía una extraña mezcla de incertidumbre y alivio al escuchar a Sergio hablar de algo tan personal.

Durante unos momentos, ambos se sumieron en una charla sobre sus películas y series favoritas, pero mientras la conversación avanzaba, Carmen sintió que algo más estaba ocurriendo. Sus risas eran más largas, más sinceras. Los momentos de silencio eran más fáciles de llevar. A veces, sin darse cuenta, sus miradas se encontraban de nuevo, y esa sensación que la incomodaba empezaba a sentirse diferente, como si fuera una chispa que comenzaba a prender algo dentro de ella.

De repente, sin previo aviso, Sergio bajó su mirada hacia su taza de café, tomando un respiro como si estuviera a punto de decir algo importante.

—Carmen, hay algo que quiero decirte —dijo con voz baja, pero clara. Al escuchar sus palabras, Carmen sintió que su corazón latía más fuerte. El aire se hizo más denso, como si todo a su alrededor se hubiera detenido por un instante.

—¿Qué pasa? —preguntó ella, con un tono que denotaba curiosidad pero también algo de preocupación. ¿Acaso era el momento en que todo se volvía incómodo?

Sergio la miró por unos segundos antes de hablar, su rostro algo serio. Había algo en sus ojos que hacía que Carmen se sintiera como si estuviera a punto de descubrir algo importante.

—No sé cómo decir esto, pero... he estado pensando mucho en nosotros últimamente. En lo que estamos haciendo, en lo que estamos compartiendo. —Sergio se detuvo, buscando las palabras adecuadas.

Carmen no sabía qué responder. Se sentía congelada, atrapada entre la expectativa y el miedo a que las cosas no fueran como ella las imaginaba.

—¿A qué te refieres? —preguntó, con la voz más suave, buscando en los ojos de Sergio alguna señal que pudiera explicar lo que él sentía.

Sergio suspiró profundamente, como si al fin hubiera encontrado el valor para decir lo que pensaba.

—A lo que siento... por ti —dijo con una sinceridad que hizo que Carmen se quedara sin aliento. Las palabras resonaron en su cabeza, pero no las entendía completamente.

—¿Qué quieres decir? —preguntó, con el corazón a mil por hora, intentando procesar todo lo que él acababa de decir.

Sergio la miró fijamente, sus ojos llenos de una vulnerabilidad que Carmen nunca había visto en él.

—Lo que quiero decir es que creo que... bueno, creo que me gustas, Carmen. —Sergio dejó caer esas palabras, y el tiempo pareció detenerse por completo. El sonido del café, los murmullos de los demás clientes, todo desapareció, y Carmen se quedó allí, mirando a Sergio, con la mente en blanco.

No sabía si debía sonreír, o si debía decir algo, o si debía dejar que las palabras de Sergio se asimilaran. Durante unos segundos que parecieron eternos, se quedó sin aliento, completamente inmóvil.

Finalmente, Carmen reaccionó, sin saber exactamente cómo hacerlo. Su voz era apenas un susurro.

—Yo también... creo que... también me gustas, Sergio —dijo, sin poder evitar que una sonrisa se asomara en su rostro. Aunque aún estaba sorprendida, algo en su interior le decía que las cosas no podían seguir siendo como antes.

Sergio sonrió al escucharla. Esa sonrisa genuina y llena de alegría que hizo que Carmen se sintiera más ligera, como si todo lo que había estado cargando por tanto tiempo finalmente hubiera encontrado un poco de paz.

—¿Entonces...? —Sergio dejó la pregunta en el aire, como si fuera un paso más hacia algo nuevo.

Carmen miró a su alrededor, viendo cómo las luces del café comenzaban a brillar más intensamente. Algo dentro de ella sabía que, a partir de ese momento, nada volvería a ser igual. El momento que tanto había esperado había llegado, pero, de alguna manera, ahora que lo tenía frente a ella, no estaba segura de si estaba lista para todo lo que venía.

—Entonces... —comenzó Carmen, con una sonrisa que empezaba a crecer en su rostro—. Empecemos de nuevo.

Y con esas palabras, algo se deshizo en el aire, como si todo lo que había sido antes hubiera sido solo un prólogo para algo mucho más grande. El café, la risa, y las sonrisas que compartieron a partir de ese momento marcaron el comienzo de una nueva etapa entre ellos, una que Carmen no sabía dónde la llevaría, pero que, por primera vez, estaba dispuesta a explorar.

Entre tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora