La semana avanzaba con una mezcla de emociones para Carmen. El martes, al sentarse en la mesa del comedor del instituto, notó que sus pensamientos no dejaban de irse hacia Sergio. Había algo en la forma en que se reían juntos, algo en la manera en que él siempre parecía entenderla sin decir mucho, que la tenía atrapada. Pero también le aterraba. De alguna manera, su amistad había pasado a otro nivel, y eso le causaba una extraña ansiedad. ¿Qué pasaría si las cosas no funcionaban? ¿Qué si todo esto no era tan perfecto como parecía?
La pregunta la atormentaba durante las clases, pero lo que más la inquietaba era su propia reacción. Siempre había creído que las relaciones se construían con calma, que las cosas deberían desarrollarse con el tiempo. Pero ahora, con cada mirada furtiva a Sergio, sentía como si un vendaval de emociones y expectativas estuviera a punto de estallar.
Ese viernes, sin embargo, todo cambió. Después de días de pensamientos mezclados y conversaciones internas, Carmen decidió que ya no quería seguir guardando sus emociones para ella misma. Algo dentro de ella le decía que, si realmente quería explorar esta relación con Sergio, tenía que ser honesta, incluso si eso significaba mostrar su vulnerabilidad.
La conversación con Paula ese día durante el recreo había sido el empujón que necesitaba. Paula, siempre tan directa y pragmática, no dejaba de decirle que no podía vivir en el miedo de lo que no sabía. Lo peor que podría hacer, según ella, era aferrarse a las dudas y no ser sincera con ella misma. "¿Qué es lo peor que puede pasar, Carmen?", le había preguntado con una sonrisa franca. "¿Que las cosas no funcionen? Pero al menos habrás intentado algo real."
Esa conversación la dejó pensando toda la tarde, caminando entre sus pensamientos mientras miraba el reloj, como si el tiempo estuviera conspirando para hacerla más ansiosa. ¿Y si Sergio sentía lo mismo que ella? La parte de Carmen que quería responder afirmativamente a esa pregunta luchaba con la parte más lógica que le decía que las cosas no siempre salen como uno espera.
El viernes llegó finalmente, y Carmen sintió el nudo en el estómago crecer a medida que se acercaba la hora en que debía encontrarse con Sergio. Él había propuesto una cita sencilla: caminar por el parque, hablar, disfrutar de una tarde sin las presiones de la escuela. Para ella, sin embargo, era mucho más que eso. No estaba segura de lo que esperaba, pero sabía que todo lo que sucediera entre ellos definiría lo que vendría después. Y, por encima de todo, Carmen sabía que no podía seguir ocultando lo que sentía.
Cuando llegó al lugar, la vio de inmediato. Sergio estaba allí, apoyado contra una banca, como si lo hubiera estado esperando todo el día. Su sonrisa cálida, la forma en que la miraba, como si quisiera leer todo lo que pasaba en su cabeza, hicieron que el nerviosismo de Carmen se desvaneciera un poco.
—Hola, Carmen —dijo él, acercándose con paso firme, pero suave. La saludó con un gesto casual, pero sus ojos brillaban con algo más. Había un aire de expectativa en su tono, una suave preocupación por si ella estaría cómoda.
—Hola, Sergio —respondió Carmen, sintiendo que su voz, aunque temblorosa, salía con una mezcla de inseguridad y emoción.
La caminata comenzó de manera tranquila, como si ambos estuvieran evaluando los pasos del otro sin apresurarse. A medida que avanzaban por el parque, Carmen notó lo relajado que Sergio se sentía, lo fácil que parecía ser estar cerca de él. Pero las preguntas seguían rondando en su cabeza. ¿Estaba siendo honesta con él? ¿Estaba realmente mostrando quién era?
Sergio rompió el silencio, como si hubiera adivinado sus pensamientos.
—¿Sabes?, estaba pensando... —dijo con una media sonrisa—. Desde que nos conocimos he sentido que todo fluye de una manera rara. Como si... no sé, como si fuera más fácil estar contigo que con otras personas.
Carmen lo miró a los ojos, sintiendo que algo dentro de ella se encogía. ¿También le pasaba a él?
—A mí también me pasa —respondió con sinceridad. Decidió que no quería esconder más sus sentimientos. —Es raro, porque nunca he sentido que con alguien sea tan fácil... simplemente hablar. Como si estuviéramos... sincronizados.
Él la miró con una intensidad que hizo que el corazón de Carmen latiera más rápido. No sabía qué decir exactamente, solo que, por primera vez en mucho tiempo, estaba siendo completamente honesta.
—Me alegra saber que piensas lo mismo —dijo Sergio, tomando un respiro y luego mirando al frente mientras caminaban. —Pensaba que solo yo lo sentía. A veces me da miedo... ya sabes, que tal vez tú no sientas lo mismo, o que lo que estamos construyendo no sea tan real como lo siento.
Carmen sintió un alivio extraño al escuchar esas palabras. Sergio estaba tan... vulnerable. Y eso, por alguna razón, la hacía sentir más segura. Como si, al compartir sus miedos, los dos estuvieran abriéndose a algo más grande que ambos, algo que no podían controlar, pero que podían decidir enfrentar juntos.
—Sergio, lo que quiero... lo que quiero es que sepas que lo que siento por ti no es algo que tomé a la ligera. Tampoco quiero apresurar las cosas. Solo que... siento que no puedo seguir escondiendo lo que siento. Estoy aquí, con todo lo que soy, ¿sabes? Y quiero que eso sea lo mismo para ti.
Sergio la miró, y por un segundo, hubo una pausa, un momento de conexión. El mundo parecía desvanecerse a su alrededor mientras ella esperaba su respuesta, tan vulnerable como él había sido.
—Carmen... yo también quiero lo mismo. Quiero ser honesto contigo. No quiero presionar nada, ni apresurarnos. Pero quiero que sepas que me importa mucho. Y creo que, de alguna manera, esto puede ser algo real.
La respuesta de Sergio hizo que el peso que Carmen llevaba en los hombros desapareciera. De alguna manera, todo lo que había temido, todas las inseguridades, se desvanecieron con esas palabras. Ya no tenía que preocuparse por si las cosas saldrían mal. Al menos, no todavía.
Pasaron la tarde juntos, caminando y hablando sin parar, como si el tiempo hubiera dejado de ser importante. La conexión entre ellos fue más allá de las palabras, más allá de la superficie. Había algo en la forma en que se miraban, en los silencios cómodos, que decía más de lo que las palabras podían expresar.
Al final de la cita, cuando el sol comenzaba a ponerse, Sergio se detuvo frente a Carmen, y aunque la tarde había sido tranquila, había un brillo en sus ojos que le decía a Carmen que él también había sentido el peso de ese momento.
—Gracias por ser tú, Carmen. Gracias por darme esta oportunidad.
—Gracias a ti por estar aquí —respondió ella, sintiendo que, aunque nada estaba garantizado, había dado el primer paso hacia algo que valía la pena.
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Entre tú y yo
RomanceCarmen es una chica tranquila y pensativa que está a punto de terminar el instituto, pero sus planes de terminar el año sin sobresaltos se ven alterados cuando empieza a sentir algo más por Sergio, un chico en su clase con el que nunca había tenido...