La Confusión de los Primeros Sentimientos

4 0 0
                                    

El sonido del timbre hizo que Carmen se sobresaltara. Había estado mirando el reloj durante toda la clase, pero el tiempo parecía haberse detenido hasta ese momento. El profesor de matemáticas, con su tono monótono y su cara siempre seria, dio por terminada la lección, y los alumnos comenzaron a levantarse, aliviados de haber sobrevivido una hora más de ecuaciones complejas y fórmulas interminables. Carmen guardó rápidamente sus libros en la mochila, pero su mente seguía centrada en un solo pensamiento. Sergio.

Las últimas 24 horas habían sido un torbellino de emociones que no sabía cómo clasificar. Desde la conversación con Paula la tarde anterior hasta el breve pero significativo encuentro con Sergio en el pasillo. Carmen no había dejado de darle vueltas. De repente, las interacciones con él parecían tener un peso mucho mayor. Cada palabra que él había dicho, cada gesto, parecían cargados de un significado que antes no había notado.

Carmen siempre había sido una chica que prefería las cosas tranquilas y sin sobresaltos. Su vida en el instituto, aunque en su mayoría era tranquila, ya no lo era tanto. Algo había cambiado en su interior, algo que no entendía bien. Tal vez fueran los nervios del último año, o tal vez fuera ese "algo" que sentía por Sergio, que la tenía completamente desorientada.

Antes de que pudiera escapar de la clase, Paula la alcanzó en el pasillo. Paula siempre sabía cuándo algo no iba bien, y esa mañana no fue la excepción. Carmen la vio acercarse con su paso decidido, sus cabellos rubios y rizados caían con gracia sobre su rostro, y su mirada, siempre curiosa, estaba fija en Carmen.

—¿Qué tal? —preguntó Paula, lanzando una mirada rápida hacia el aula donde acababan de salir.

Carmen hizo un pequeño gesto con la cabeza, tratando de parecer indiferente, pero sabía que Paula la conocía demasiado bien como para engañarla.

—No sé, Paula... —dijo, mirando al suelo. El peso de sus palabras parecía aplastarla. ¿Qué podía decir? ¿Cómo explicar lo que sentía sin hacer todo aún más confuso?—. Es solo que... no sé qué pensar de Sergio.

Paula la observó unos segundos con una expresión que mezclaba curiosidad y diversión.

—¿Sergio? —preguntó, elevando una ceja. Alzó las manos con un aire teatral. —¡Ah, ya! ¡Lo sabía! Tú te haces la tonta, pero yo te conozco bien. ¿Lo ves? ¡Te lo dije!

Carmen se ruborizó y miró a su amiga, avergonzada. Paula siempre había sido directa, pero nunca tan obvia. Carmen suspiró, mirando hacia el final del pasillo donde los otros compañeros conversaban.

—¿Qué quieres decir con eso? —Carmen no pudo evitar sentirse un poco incómoda por la forma en que Paula había reaccionado.

—¡Ay, por favor! —Paula hizo un gesto con la mano, quitándole importancia a la situación—. ¡Si es más que obvio! Me lo has dicho un millón de veces sin palabras. A ver, ¡si cada vez que hablas de él se te ilumina la cara! ¡Es como un faro de señales, Carmen!

Carmen no sabía si reír o seguir preocupándose por lo que Paula acababa de decir. En parte, tenía razón. Había algo en su interior que la hacía sentirse diferente cuando Sergio estaba cerca. Pero eso no significaba que estuviera lista para admitirlo, y mucho menos hablar de ello con Paula. A veces, Paula podía ser tan abierta que la dejaba completamente desbordada.

—No es tan fácil como parece —respondió Carmen, cruzándose de brazos. Había algo en su tono que dejaba claro que no quería seguir profundizando en el tema.

Paula la observó por un momento y luego sonrió con una expresión que Carmen no sabía si calificar como sarcástica o amigable.

—Tienes miedo, ¿verdad? —dijo Paula, y su voz sonó mucho más suave, como si estuviera hablando en serio. Carmen la miró, sorprendida por la claridad de sus palabras.

—¿Miedo? —repetió Carmen, incrédula. No estaba segura de qué responder a eso. ¿De qué estaba hablando? ¿Miedo a qué? De repente, todo en su interior se sintió muy confuso.

—Sí, miedo a que te guste de verdad. A que te sientas vulnerable. A que esto no sea solo una idea que tienes en tu cabeza. Pero sabes qué, Carmen, a veces tienes que dejarte llevar un poco. Si no lo haces, te vas a quedar atrapada en la duda, y eso te va a comer por dentro. Créeme, lo sé.

Carmen miró a Paula, tratando de procesar sus palabras. Su amiga estaba tan segura de todo, tan sin miedo al qué dirán. Paula siempre había tenido esa actitud despreocupada, mientras que Carmen, por el contrario, era mucho más cautelosa, pensaba en todo lo que podría salir mal antes de dar el paso. Pero, al mismo tiempo, algo en su interior le decía que Paula tenía razón. El miedo a que todo fuera solo una fantasía la estaba paralizando. ¿Estaba realmente lista para arriesgarse?

—No lo sé, Paula. Tal vez estoy exagerando. —Carmen dejó escapar un suspiro, y comenzó a caminar lentamente por el pasillo mientras las palabras de Paula seguían resonando en su mente.

En ese momento, la campana volvió a sonar, indicando que la siguiente clase estaba por comenzar. Carmen se detuvo en seco. De repente, su cabeza se llenó de pensamientos sobre las clases, los trabajos pendientes, los exámenes y todo lo que debía hacer en los próximos meses. Pero entre todo eso, su mente volvía una y otra vez a Sergio. Ese chico que siempre parecía tan tranquilo, tan distante, pero que, por alguna razón, había comenzado a ocupar un lugar importante en su vida.

Cuando entraron al aula de Lengua, Carmen se sentó junto a Paula, pero su mente no podía concentrarse en lo que la profesora decía. Estaba distraída, perdida en pensamientos sobre Sergio. ¿Qué habría querido decir con eso de que le gustaba hablar con ella? ¿Lo decía de forma amigable, como si hablara con cualquier compañero, o había algo más detrás de esas palabras?

Mientras la profesora continuaba dando su lección, Carmen sintió una mirada sobre ella. Alzó la vista y se encontró con los ojos de Sergio, que estaba sentado al fondo de la clase, observándola fijamente. Por un momento, el tiempo pareció detenerse. Carmen apartó la mirada rápidamente, sintiendo cómo su corazón latía más rápido. ¿Por qué la miraba así? ¿Acaso había notado algo? La sensación de incomodidad se apoderó de ella, y no pudo evitar preguntarse si él también sentía algo, o si era solo su imaginación.

La profesora, al notar que algunos de los estudiantes estaban distraídos, interrumpió la clase, lo que hizo que todos volvieran a centrarse. Carmen intentó recuperar la concentración, pero una parte de su mente seguía viajando al mismo lugar: a los ojos de Sergio, a esa breve conversación que habían tenido en el pasillo y a la incertidumbre que sentía al no saber qué pensar de todo eso.

El resto de la clase pasó rápido, pero la sensación de confusión de Carmen no desapareció. Cuando el timbre finalmente sonó, Paula la encontró en el pasillo, aún con ese aire pensativo.

—¿Qué pasa? ¿Sigues sin saber qué hacer? —preguntó Paula, sin rodeos, mirando a Carmen con una mezcla de compasión y diversión.

—No lo sé, Paula. ¿Y si no es lo que creo? —respondió Carmen, la duda en su voz clara como el agua.

Paula suspiró, como si ya estuviera cansada de esperar que Carmen tomara una decisión.

—Carmen, si no lo intentas, nunca vas a saberlo. Tienes que hablar con él. Ver qué pasa. No va a morderte.

Carmen rió por lo bajo, pero lo que dijo Paula la hizo reflexionar. Tal vez no todo tenía que ser tan complicado. Tal vez tenía que dejar de preocuparse por lo que podría pasar y simplemente... vivir el momento.

Entre tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora