XV

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La niebla se deslizó entre los árboles como un manto de seda, difuminando los contornos del bosque hasta que todo pareció flotar en un sueño lúgubre.

El aire fresco llevaba consigo un rastro de humedad, y cada paso que daban hacía crujir las hojas secas bajo sus pies, como si el bosque respirara en un idioma propio.

El aroma terroso, una mezcla de madera y musgo, envolvía sus sentidos, intensificando la sensación de aislamiento.

A su alrededor, el aire estaba impregnado de una quietud extraña, casi reverente, como si el propio bosque supiera que estaba a punto de desvelarse un secreto profundo.

El alfa avanzaba sin prisa, su mirada fija en el bebé que sostenía en sus brazos.

Observaba cómo el pálido acariciaba suavemente la cabeza del niño, y en ese gesto notaba una ternura casi imperceptible.

Era como si cada caricia fuera una promesa silenciosa, un escudo invisible entre el bebé y el mundo que lo había dejado atrás.

— Este bebé... lo encontré hace unos meses — comenzó, su voz baja y llena de un dolor que el omega sintió en el pecho — Lo abandonaron aquí, solo, en medio del bosque, envuelto en una manta fina... apenas respiraba. — Hizo una pausa, sus ojos vagando por el suelo como si buscara las palabras correctas — Cuando lo vi... No podía abandonarlo...

El corazón del castaño latía con fuerza mientras escuchaba, sintiendo que, con cada palabra, el alfa estaba abriendo una parte de sí que hasta entonces había permanecido oculta.

No interrumpió.

Sabía que esto iba más allá de una simple historia.

— Cuando nací — continuó, su tono casi un susurro — mi padre era el líder de una manada... pero ellos no estaban listos para un hijo como yo. — Un rastro de amargura se deslizó en su voz, y sus dedos se aferraron con más fuerza al bebé — Ser... así, en su mundo, era una maldición. Decían que mi existencia era un castigo de la Luna. Y la única solución fue esconderme... en un sótano.

El menor sintió una opresión en el pecho.

La idea de un niño, solo y asustado, encerrado en la oscuridad, le pareció cruel e incomprensible.

Quiso decir algo, ofrecer alguna palabra de consuelo, pero todas murieron en su garganta.

— Hoseok... mi hermano menor — Continuó, y su mirada se suavizó, como si el recuerdo de su hermano trajera un rayo de luz a la historia — Él era el hijo perfecto, el heredero ideal. Pero, aun así, decidí ayudarme. — soltó una pequeña risa amarga, sin humor — No sé por qué, tal vez me tenía lástima, pero él me liberó.

— ¿Y después? — susurró el castaño, con una mezcla de fascinación y tristeza.

El peliblanco exhaló, como si recordara ese momento le trajera tanto alivio como dolor.

— Corrí hacia el bosque, sin rumbo... hasta que encontré un hogar con un hombre mayor que vivía apartado, como yo. — Suspiró, acariciando la cabeza del bebé con una ternura palpable — Él me enseñó a sobrevivir, a aceptar lo que era, aunque nunca comprendí del todo. Y entonces, hace unos meses, encontré a este pequeño... y no pude hacer otra cosa que cuidarlo. Al verlo...

— Te viste a ti... — Continuo el omega.

El castaño miró al bebé, que ahora dormitaba pacíficamente en los brazos del alfa.

No parecía tener mas de unos meses de nacido, quizás dos o tres...

Había algo en su expresión tan frágil, tan vulnerable, que hizo que sintiera un nudo en la garganta.

Moonchild [Namjin]Where stories live. Discover now