El dolor de la verdad

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Hay momentos en la vida en los que una verdad cambia absolutamente todo lo que creíamos saber de una persona. Y es que por más que creamos conocer a alguien, y saber todo de lo que serían capaces de hacer, siempre existe esa parte oculta con la que no esperábamos encontrarnos. Porque así somos los humanos, seres con múltiples capas que forman un ente completo, como una cebolla, que con cada lámina que vas destapando, descubres una nueva piel debajo de la anterior.

Patricia no sabía que esa tarde descubriría algo que cambiaría todo lo que creía conocer de Néstor Moa, su rival de ideologías políticas, su médico, la persona en la que más confiaba, y el hombre al que amaba con todo su corazón.

—Dijiste que venías a contarme algo, Jaume, y la verdad es que no estoy para que vengas a hacerte el interesante ahora. Suéltalo ya. —pidió la presidenta en un tono exasperado luego de pasados un par de minutos en los que el hombre parecía intentar jugar con su mente, creando una anticipación demasiado innecesaria. —Di lo que tengas que decir de una vez. —se frotó un poco la sien izquierda, sintiendo como la tensión comenzaba a acumularse allí de repente en un molestoso dolor de cabeza.

—Bien. Vengo a hablarte del tratamiento experimental. Tengo entendido que lo comenzaste hoy, ¿no?

—Siempre estás muy bien informado tú. —Patricia dejó escapar un resoplido. —Sí, he comenzado la nueva quimioterapia hoy. Y no gracias a ti, eh. Tú querías conseguírmela en base a un chantaje, pero no te salió la jugada. A Dios gracias que tengo al mejor oncólogo de este país, que sabe hacer su trabajo y me ha brindado la oportunidad de tomar este tratamiento que me va a quitar este puto cáncer.

Jaume dejó escapar una risa sin ganas, la misma no subió a sus ojos, más bien fue como una respuesta automática a las palabras de Patricia.

—Mi Patri, eres tan lista para unas cosas y tan inocente para otras. —sonrió más ampliamente, esta vez sí había cierta diversión bailando en su mirada. —Es tierno que seas tan crédula.

—No te entiendo, Jaume. Y mira si viniste a hacerme perder el tiempo porque sigues cabreado de que no haya cambiado la gerencia del Sorolla por la quimioterapia, mejor te regresas por donde has venido. —se puso de pie y tomó su bolso junto con sus cosas de trabajo, dispuesta a irse, pero cuando rodeó el escritorio, el hombre hizo lo mismo, encontrándose con ella a mitad de camino e impidiéndole el paso. —¿Me dejas pasar? No creo que tú y yo tengamos nada más de que hablar.

—¿Patricia, no te has preguntado cómo conseguiste el tratamiento, cuando sabías que no cumplías con los criterios para acceder a él? —le preguntó mirándola a los ojos.

—El doctor Moa tenía un contacto en Sanidad que revisó mejor mi caso y decidió que sí cumplía con los criterios. —explicó lo que lo que el propio Néstor le había dicho hace unos días.

—¿Y tú te lo creíste? Por favor, Patricia, te hacía más inteligente. —el hombre negó con la cabeza sin poder creer lo que escuchaba. —Tu médico te mintió.

—¿De qué hablas, Jaume? —la rubia arrugó un poco más el entrecejo.

—Que no es cierto que alguien en Sanidad haya revisado tu caso y cambiara de opinión. —comenzó a decir. —Tú no cualificas para esa quimioterapia, bueno, por lo menos no de una forma honesta.

—Mira, tío, yo no sé de qué vas, pero no quiero seguir escuchándote, me tengo que ir. Si me disculpas. —pasó de él y se dirigió a la puerta, pero antes de alcanzarla, Jaume habló, provocando que ella se detuviera en seco.

—El doctor Moa alteró tus informes médicos para que pareciera que estabas menos enferma de lo que estás, y así pudieras acceder a esa quimioterapia.

Entre el debate y el deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora