El abismo entre nosotros

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Hay quienes piensan que para que una relación funcione, amarse es suficiente, y que nada más importa si existe ese sentimiento en ambos corazones. Pero eso solo funciona en las historietas románticas o en los cuentos de hadas, porque la realidad está muy lejos de ello. El amor no siempre basta para que dos personas puedan ser felices juntas, y menos cuando todo está en contra para que dicha relación pueda continuar. A veces, por más que duela, toca poner distancia del ser amado por tiempo indefinido.

Néstor sabía que su relación con Patricia había llegado a un punto de quiebre después de la madrugada que pasaron juntos, entregándose más de una vez al amor y la pasión que los rodeaba. Pero ni todas las caricias ni todos los besos podían solucionar los problemas que tenían, y las diferencias que los separaban. Porque amarse no bastaba, de ser eso suficiente, jamás habrían tenido que considerar terminar su romance, porque amor era algo que tenían de sobra, que le brotaba por los poros y se reflejaba en sus miradas a grandes cantidades. Lo que sentían el uno por el otro no tenía límite, sin embargo, no bastaba para tener una historia con final feliz.

No supieron en qué momento terminaron en la habitación de Patricia, porque ya no se podía llamar de ambos, no cuando su relación colgaba de un hilo, pero allí continuaron entregándose una y otra vez hasta que sus cuerpos agotados les exigieron descanso, y cayeron rendidos, desnudos, uno en brazos del otro. No hablaron más sobre todo aquello que los separaba, durante esa madrugada, no quisieron romper la magia de una noche que tal vez sería la última en mucho tiempo. O quizá simplemente sería la última que pasarían juntos. No podían saberlo.

La mañana los obligó a levantarse a las carreras, porque se les habían pegado las sábanas y el deber les llamaba a los dos. Néstor tenía que ir al hospital y Patricia dijo tener un día lleno de reuniones que no podía cancelar, por más agotada que se sintiera a causa del tratamiento, el mismo tratamiento que directa o indirectamente lo había jodido todo entre ellos.

—Quizás deberías tomarte un par de días de descanso, Patricia. Ayer te desmayaste y acabaste deshidratada en el hospital. Necesitas parar un poco, esta quimioterapia es fuerte, no debes excederte. —la miró a través del espejo del tocador, frente al que ella se colocaba una segunda capa de colorete sobre sus mejillas en un intento por cubrir la palidez de su rostro.

—No tengo tiempo para parar, Néstor, tengo mucho trabajo pendiente. —buscó su labial rojo entre sus maquillajes para colocárselo, eso la ayudaría a no verse tan enferma. —Pero no te preocupes, que esta fue la primera y última sesión que voy a tomar de esa quimio, así que ya no voy a tener más efectos secundarios.

Néstor resopló frustado y se pasó una mano por el pelo, desordenándoselo un poco. Sabía que el tema inevitable no tardaría en aparecer, pero aun así no se sentía listo para volver a discutirlo, aunque tenía claro que no podían seguir huyendo de ello.

—Patricia, por favor te lo ruego, no dejes el tratamiento, lo necesitas. —dio un paso adelante sin dejar de mirarla, ella no levantó la mirada para verlo y continuó arreglándose frente al espejo. —Mira, yo comprendo que estés enojada conmigo, que te duela la mentira y que no estés de acuerdo en como hice las cosas, pero ahora lo único que importa es que tú sigas luchando para vencer a ese cáncer.

—Pensé que el cáncer no se vencía, ¿no decías tú que no te gustaba usar el lenguaje belicista? —intencionadamente ignoró la insistencia de él para que tomara el tratamiento, estaba firme en la idea de no continuarlo.

—Vencerlo, curarlo, como quieras llamarle. —respondió él con exasperación. —Eso no es lo importante. ¿Por qué haces esto, eh? ¿Quieres castigarme, por eso te niegas a tomar el tratamiento? —le preguntó con la respiración agitada, comenzaba a perder la paciencia.

Entre el debate y el deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora