Corazones en Guerra

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Habían transcurrido unos días desde el debate entre la presidenta de la Comunidad Valenciana, Patricia Segura, y el Dr. Néstor Moa. Los mismos días que habían pasado desde que cruzaron una línea que iba más allá de la de un médico y su paciente, o la de dos contrincantes enfrentados por temas políticos. No habían tenido ningún tipo de comunicación luego de que Patricia abandonara el hospital aquella noche con la promesa de una pronta cita médica para revaluar su caso y que Néstor retomara el control absoluto de su tratamiento.

Casi se sentía como una vida pasada el momento que compartieron esa noche, pues no habían hecho otra cosa en los últimos días que no fuese pensar en lo que sintieron al probar los labios del otro. De igual manera parecía que apenas había pasado un segundo desde todos los acontecimientos, y es que el recuerdo de sus bocas unidas, sus lenguas danzando juntas y sus cuerpos tan cerca, estaba demasiado vivo en sus memorias.

Patricia se había concentrado en trabajar ideas para su gobierno que la ayudaran a calmar las opiniones del pueblo y la prensa que decían que el Dr. Moa había sido el ganador del debate, los mismos que ahora pedían su dimisión. Ser presidenta se le daba bien por lo general, pero mentiría si dijera que todo el tema de Néstor y la relación tan complicada que manejaban no la estaba distrayendo de lo único que siempre le había importado. Su trabajo. Ahora sus prioridades parecían haber cambiado, y no solo era su enfermedad lo que ocupaba su cabeza gran parte del tiempo, sino que el hombre también se había instalado allí para quedarse. No paraba de pensar en él, había querido llamarlo todos estos días para ver si se encontraba bien, si le dolían menos los golpes de la paliza, y si pensaba en los besos que se dieron tanto como ella lo hacía. Su cabeza era un lío y de su corazón ni hablar, y la peor parte era que no paraban de suceder cosas a su alrededor que no hacían más que desestabilizarla más.

—Patricia. Patricia, ¿me oyes? —Emilio la sacó de su ensimismamiento.

—Eh, ¿qué me decías? —sacudió internamente la cabeza y lo miró con el ceño fruncido.

—La enfermera, que ha dicho que el Dr. Moa no viene, que ha tenido que suspender todas sus citas del día.

Patricia suspiró, se suponía que esa mañana tenía su consulta con Néstor para continuar el tratamiento con él ahora que volvía al hospital.

—Sí, sí, ya la he oído, ¿qué habrá pasado? Quedamos en vernos hoy aquí. —su ceño arrugado evidenciaba su confusión.

—Pues no lo sé, Patricia, pero yo creo que ya que estamos aquí, deberíamos aprovechar para presentarle al director el proyecto piloto de privatización para el hospital. —propuso.

—No sé, Emilio, de verdad no me parece que sea el momento, no quiero que piensen que es una venganza por haber perdido el debate. Además, Néstor...

—Néstor te ha dejado plantada, perdóname que te lo diga. Y creo que le estás dando demasiada importancia al médico que ni siquiera se dignó en disculparse personalmente por no poder atenderte. Mira, Patricia, yo no te digo que no le tengas confianza al doctor, pero no puedes dejar que su opinión te aleje de algo por lo que has trabajado desde hace años. —la tomó ligeramente del brazo animándola a caminar en dirección al ascensor con la evidente intención de dirigirse a la oficina de Lluis. —Te propongo algo, hablemos con el director, muéstrale tu propuesta, no tienen que llegar a ningún acuerdo hoy mismo. Pero al menos así sabes qué piensa del proyecto, y ya es un paso dado.

—Bueno, está bien, hablaré con él. —aceptó aunque no muy segura, y mientras subían a la oficina del director, Patricia revisó su móvil con la esperanza de encontrarse un mensaje de Néstor donde le diese algún tipo de explicación por su ausencia de ese día, sin embargo, no encontró nada, y esto sumado a las palabras de Emilio y a la molestia que ya sentía de que el doctor la hubiese dejado esperando, solo hizo que terminara por enojarse más con él.

Entre el debate y el deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora