El reino de las nieves

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En la biblioteca real, se encontraba un joven príncipe llamado Yugi, el cual posee cabellos tricolor, ojos de tono amatista y test blanca. El vestía una túnica larga de color celeste, botas con tacon negro, hombreras doradas colocadas sobre sus hombros, las cuales sostenian una capa se color blanco.

Además llevaba una tiara de color plata sobre su frente y en su mano derecha un báculo de madera.

- Veo que esta aquí, alteza - dice un anciano ingresando en la habitación.

- Llega tarde, maestro Zen - cruzado de brazos.

- Lo lamento, tuve un problema con mi carruaje - hace reverencia.

- Bien, como sea, comencemos de una vez.

- De acuerdo- abre un libro- al igual que lo dejamos en la lección anterior, diga el conjuro para hacer una bola de fuego.

- lo intenta pero nada ocurre- Es inútil- fustrado.

- Vamos, no se rinda tan fácilmente.

- iba a responder pero unos golpes en la puerta los interrumpen- Adelante.

- entra y hace reverencia- Lamento interrumpirlos pero la reina quiere verle, su alteza.

- Ya veo, ¿En donde esta mi madre?

- En la sala del trono.

- Bien, profesor Zen dejemoslo hasta aquí, iré a ver a mi mamá.

- suspira- Esta bien, su alteza.

Yugi se retira del lugar, camina por los pasillos hasta la sala del trono e ingresa en ella y camina hasta quedar en frente de su progenitora.

- Aquí estoy madre.

- Gracias por venir hijo, Seth te pondrá al tanto de la situación por la cual te hemos llamado.

- Bueno, Yugi con su majestad hemos tomado la desicion de que ha llegado la hora de que nosotros los magos dominamos el mundo y para ello necesitamos obtener la espada sagrada qué se ubica en la isla divina.

- impactado- Pero es imposible llegar allí.

- Te equivocas es posible, para poder hacerlo necesitamos destruir las ocho piedras sagradas y con ello se abrirá un portal para ir allí.

- ¿Como piensas destruirlos?

- No, se pueden romper con golpes, si no con un hechizo, para el cual es necesario un sacrificio humano y el candidato perfecto para ello, eres tu.

- ¿ Yo? ¿Estas loco?

- No, lo estoy de echo tu madre esta de acuerdo conmigo.

- shock- No, puede ser.

- Prepárate para morir - levanta su mano para atacar.

- ¡No! - grita con todas sus fuerzas

En ese instante una fuerte luz rodea el lugar y cuando esta desaperce el príncipe ya no se encontraba en aquel recinto si no que a las afueras del castillo, inconsciente en las frías tierras cubiertas de nieve.

Al rato después el ojiamatsita, abre sus ojos y se pone de pie lentamente.

* ¿Qué pasó? ¿Como llegue aquí? Por más que trato de recidarlo, no puedo hacerlo. Será mejor que busque un refugio o moriré congelado, ahora que recuerdo hay una aldea hacia el oeste, caminaré hacia ella.

Yugi camina por unos minutos hasta que se encuentra con unos monstruos por lo que los ataca con su bastón. Luego de vencerlo, continúa por su camino hasta que ya no puede dar un paso más y cae inconsciente.

Unas cuantas horas después el tricolor, abre sus ojos y se da cuenta que esta acostado en una cama dentro de una habitación desconocida para el.

- Que bueno que despertaste ¿Como te sientes? - pregunta una mujer.

- Hambriento.

- sonríe- Te traeré algo de comer.

- Bueno.

- regresa- Aquí tienes que lo disfrutes

- Gracias- se come todo- estuvo delicioso.

- De nada, ¿Necesitas algo más?

- No - se levanta- muchas gracias por todo pero ya debo irme.

- Entiendo, ten mucho cuidado.

- Lo tendré.

El ojiamatsita camina por la aldea hasta que choca con una señora de la tercera edad.

- Lo siento, no la vi - hace reverencia como modo de diaculpa.

- Descuide, su alteza, yo ya sabía que esto me sucedería con usted.

- sorprendido- ¿Como sabes quien soy?

- Soy una adivina, puedo ver el futuro.

- ¡ Oh! Vaya ¿Qué vez en el mio? - pregunta interesado.

- Muchas cosas pero para que pueda vivirlas, debes irte de aquí cuanto antes,  toma un barco y ve a la aldea de la luz, allí vive alguien que podrá ayudarte y guiarte.

- Lo haré- decidido - muchas gracias.

- De nada - baja la voz - cuento contigo.

Yugi no oye lo último, solo va hacia el puerto, compra un boleto, se sube al barco y este zarpa hacia su próximo destino.












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