III. Viaje con Retorno

124 7 0
                                        

Año 2008

     Con el tiempo he logrado acostumbrarme a aquellos episodios de violencia vividos en casa. Aunque definitivamente no todo era tan terrible y engorroso. Por supuesto, habían ocasiones en que mis padres sí se demostraban cariño entre ellos, y eso era un gran alivio para mí. Anteriormente no les conté el porqué mi abuela Rosa se ausentaba de la casa en algunos períodos, esto es debido a que su trabajo "puertas adentro" se ubicaba en Concón. En uno de sus tantos viajes de trabajo de mi abuela, coincidió en que mi tío Víctor había salido de la cárcel, lo que era un motivo ideal para viajar a Talca (Ciudad donde vive mi familia paterna), y visitar no sólo a mi tío Víctor, sino que a mis abuelos y otros tíos.

     Sin más preámbulos, hemos tomado el bus de Santiago-Talca y estamos listos para vivir unos días con mi familia paterna. El viaje para un niño de cinco años era eterno, pese a que sólo eran una simples tres horas. Una dormidita y ya estábamos en las cercanías de Talca, eso me ayudaba demasiado a matar el tiempo. Finalmente, llegamos al terminal y fuimos recibidos por mi abuela Isabel y mi tío Claudio (a quién amo con el alma).

     Mi tío Claudio era el menor de los hermanos, y como les había mencionado, era el único hijo que no tenía el apellido Venegas, aunque eso jamás en la vida me dio ningún grado de importancia. Pasar tiempo con él era de las cosas más extraordinarias que me pasaban en mi corta edad. Salir de ver películas y animes a adentrarme al mundo de los videojuegos junto a él era un mundo totalmente nuevo para mí. La variedad de juegos que experimentamos a lo largo de la vida (inclusive hasta el día de hoy), era inmensa. Sin embargo, en aquella época en la que yo tenía a penas cinco años, Nintendo era la compañía de juegos por excelencia, destacando el mítico juego Super Mario 64. Al ser yo tan pequeño, no solía jugar, pero créanme que ser espectador era lo máximo. Amaba cuando en Mario 64 mi tío maniobraba los controles para que Mario realizara un salto y cayera de trasero. ¡Dios! yo me mataba de risa con eso. Y siempre fue muy interesante ver como avanzaba en cada uno de los niveles del juego hasta enfrentarse al poderoso y malévolo Bowser. Sin titubeos, mi tío Claudio siempre fue y será mi tío favorito.

     En Talca me sentí ultra regaloneado por mi familia paterna, tanto por mi abuela Isabel como por mi tata Claudio. Habían comidas exquisitas (aunque debo reconocer que nadie en el mundo cocinaba mejor que mi abuela Rosa). Ya instalados en casa, ubicada en la Florida de Talca, comenzaron a llegar nuevos personajes a acompañar nuestra visita. Ellos eran Benjamín, un bebé que es hijo de mi tío Víctor, Dylan (De unos 3 o 4 años si mi memoria no me falla) y Alexis de 6 años, ambos hermanos que son hijos de mi tío Alexis. Eran mis primos, y entre todos jugábamos por todas las partes de la casa. Recuerdo a la perfección un día muy tenso en el que mi tata Claudio llegaría con un nuevo vehículo para la casa. Yo estaba impactado, y con la mente de un niño de seis años no paraba de imaginarme un auto blanco lujoso que llegaría en cualquier momento. Para sorpresa de todos, y especialmente mía, mi tata Claudio llegó con un furgón amarillo y lo estacionó frente a la casa. Yo sentí decepción, no les voy a mentir, pero luego, ese furgón de transformó en el lugar donde más disfruté con mis primos. A mi tata le encantaban sus nietos, siempre nos consentía. Nos sacaba a pasear en el furgón y nosotros (alocados) jugábamos saltando de asiento en asiento y volviéndonos completamente locos. Lejos de provocar el enfado de mi tata, él estaba gozando de nuestros divertidos juegos. Muchas veces mi tata nos reunía en el living de la casa y jugábamos al lobo en el bosque. Los primos estábamos cantando "juguemos en el bosque mientras que el lobo no está" y luego mi tata oculto en las cortinas respondía "me estoy poniendo los pantalones", y así sucesivamente hasta que mi tata salía en busca de todos nosotros, era un caos, pero era realmente divertido. Un pequeño detalle que no quiero dejar pasar, es que mi tata Claudio es experto en contar chistes, o más bien "experto". Yo a mis cinco años me mataba de la risa con aquellos chistes, pero hoy en día debo reconocer que son realmente fomes, con todo respeto.

     En esa visita a Talca, junto a mis padres también fuimos a visitar a mi tío Víctor y su familia. La verdad de las cosas, el ambiente allí no me terminaba por agradar al cien por ciento, pero estaba mi primo Benjamín, que pese a ser un bebé de un año aproximadamente, me entretenía al hacerle juegos y caras para que se riera. Un evento trágico ocurrió una tarde en esa casa. Mi tía Pilar (madre de mi primo) se encontraba vistiéndose en su habitación, mi tío Víctor había salido con mi papá Carlos, por lo que yo estaba "al cuidado" de mi primo Benjamín, lo que para mí, en ese momento, era bastante responsabilidad. En un pequeño descuido, pierdo de vista a mi primo, quien gateaba bastante rápido. Me acerco a la escalera de la casa y presencio cómo mi primo cae por las escaleras desde el segundo piso. Se me heló la sangre, no había visto algo así jamás. Mi tía Pilar corrió a socorrer a su hijo, y la verdad, mis recuerdos se desvanecen en ese momento.

     A partir de este momento, es que el tinte de esta historia comienza a dar un giro inesperado. Me encontraba en una de las habitaciones de la casa de mi tío Víctor, en aquellos tiempos era común utilizar una bacinica para hacer necesidad como orinar. En eso, ya no aguantaba más la orina en mi vejiga, que decidí hacer correr el río en aquella bacinica, mas no fue como las otras veces que hacía aquello. Esta vez sentí una leve sensación de dolor, más relacionada con un pequeño ardor, y fue bastante quejumbroso, aunque nada tan exagerado. Sin embargo, también noté que fuera de los colores comunes de orina (blanco y amarillo), esta orina tenía un tinte anaranjado. Tenía seis años, no le tomé la importancia suficiente, pero la orina quedó en aquella bacinica, por lo que fue fácil comentarle a mi papá lo que había ocurrido con la evidencia expuesta ahí mismo. Fue raro, nadie sabía ni entendía porqué había ocurrido aquello, así que finamente se decidió dejar el episodio atrás y continuar con la vida el normal.

     Al día siguiente, se organizó un gran almuerzo en la casa de mi abuelita Isabel y mi tata Claudio, en él estaban presentes todos mis tíos, mi tío Alexis y sus hijos Alexis y Dylan, mi tío Víctor junto a su pareja Pilar y su hijo Benjamín, mi tía Marcela, mis abuelos por supuesto, mis padres y yo. En aquel almuerzo se discutieron varios temas interesantes. Uno de ellos fue que en esa casa penaban seguido. No entraré en detalles sobre ello, pero vaya que habían historias terroríficas que se contaron.

     En un momento, me levanto para ir al baño. Este quedaba en el segundo piso de la casa. Aquí comienzo a sufrir uno de los dolores más fuertes de mi vida. Mi orina al salir, comenzó a arder demasiado, y esta vez, el tinte anaranjado se convirtió en uno mucho más oscuro, asemejándose a la sangre. Pegué un horrible grito al tener que soportar el ardor del pipí. Mis padres corrieron a verme al baño y notaron, esta vez con el suficiente detalle, que algo no andaba bien conmigo.

     La urgencia no se hizo esperar. Mis padres, Carlos y Magali decidieron acortar su visita en Talca y volver lo más pronto posible a Santiago. Mi abuela Isabel y mi tío Claudio nos acompañaron al terminal. Recuerdo el momento exacto en el que el bus comenzó a retroceder lentamente para iniciar camino a Santiago, y por la ventana pude ver un tierno pero desesperado abrazo entre mi abuela Isabel y mi tío Claudio. No sabía lo que estaba ocurriendo, sólo sabía que el orinar me estaba causando dolores inimaginables. El bus partió y comenzó nuestro retorno a Santiago, nadie de los pasajeros, ni mamá, ni papá, ni yo, estábamos listos para lo que venía.

SARCOMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora