Año 2008
Era un 07 de febrero del 2008 cuando salimos de aquella consulta con ese diagnóstico. Un rabdomiosarcoma vesical de etapa III estaba invadiendo mi pequeño cuerpo. Lo que propuso inmediatamente el doctor Bernstein fue realizar quimioterapia para atacar las células cancerígenas del tumor. Para quienes desconocen del tema, la quimio no distingue entre células buenas y células malas, aunque sí suele destruir las que tienen un crecimiento acelerado (como las cancerígenas), aún así, pasa a llevar células que protegen nuestro sistema inmune, es por ello que a la mayoría de los pacientes se les ve muy débiles, enfermizos y hasta se les cae el cabello y el vello de todo el cuerpo.
Aquí comienza mi segunda infancia, algo radicalmente diferente a lo que anteriormente les había contado. Ya no salíamos tanto con mi abuela Rosa al parque cercano a jugar con las cerezas, sino que me mantenía en casa previniendo cualquier cosa que me pudiera poner en riesgo, y claro, sin mencionar la tortura que era ir al baño a orinar.
Por otra parte, el siete oriente comenzó a ser uno de los lugares más inseguros para mí, que era un niño de tan solo cinco años, puesto que al frente vivía una familia que se dedicaba al tráfico de drogas y que siempre provocaban problemas en el pasaje. En una ocasión, una de las personas que vivían al frente, empezó a tener celos de mi madre por la relación que tenía con mi padre. Quiero decir, a la tipa le gustaba a mi papá y odiaba a mi mamá por el simple hecho de ser su pareja. El banal conflicto llegó a mayores cuando mi mamá y la tipa se encontraron en el pasaje. Ambas comenzaron una discusión que pronto llegó a los golpes. La familia de la tipa no andaba con rodeos, así que a la pelea comenzó a involucrarse más gente, cada uno más peligroso que el anterior. De pronto, sale mi papá sin polera y con una cuchilla gigante para enfrentar a estos tipos que estaban prácticamente haciéndole una encerrona a mi mamá. Para no hacerles el cuento más largo, la pelea terminó con los tipos huyendo hacia distintas partes, y algunos hasta la misma casa, mi papá había "ganado", mas se hizo un profundo corte en su brazo que hasta el día de hoy se exhibe como cicatriz.
Mi papá, a pesar de tener esa naturaleza impulsiva y violenta, ya no peleaba tanto con mi mamá, ni mucho menos se desquitaba conmigo, puesto que estaba consiente de que yo estaba pasando por una de las enfermedades más mortíferas en el país y el mundo. Aún así, se necesitaba proveer a la familia con dinero, así que mi papá solía irse a trabajar por varios días seguidos en distintas obras de construcción, tales como el Estadio la Granja y el mall Curicó, en Curicó, tal y como les había mencionado anteriormente. Aunque esas no fueron las únicas ciudades. Mi tata Claudio siempre buscaba trabajo y se llevaba a mi papá consigo, de norte a sur, ambos recorrieron varias partes trabajando. El único problema de esto, era que casi no veía a mi papá, y mi mamá y abuela Rosa fueron las que incondicionalmente me acompañaron en el proceso que se aproximaba.
Esta era mi nueva infancia, un pequeño niño inocente que no podía llegar a dimensionar lo grave de su enfermedad. Mi abuela Rosa, que era muy católica, comenzó a movilizarse por todas partes poniendo mi nombre en cada iglesia y en cada cadena de oración. Mi mamá, por su parte, sólo esperaba que pasaran los días para iniciar mi tratamiento contra el cáncer y comenzar a vivir este proceso tan complejo. Mi papá tenía más que claro que se necesitaba proveer en la casa, por lo que se veía obligado a trabajar por largos períodos de tiempo, de alguna manera, eso le permitió "perderse" mi lento declive hacia un estado de la enfermedad que comentaré más adelante. Yo, simplemente recuerdo el dolor, es lo que sentía cada día al ir a orinar, un dolor horrible que hasta el día de hoy puedo sentir. Recuerdo quedar sin voz después de tantos gritos que salían de mi boca al orinar con sangre, era demasiado para mí, y lo peor es que no entendía porqué, simplemente aceptaba el hecho creyendo que cualquier niño de cinco años vivía de esa manera.
Pese a todo aquello, siempre mi familia, en especial mi abuela Rosa, intentó sacarme de aquel dolor de distintas formas. Mi abuela Rosa, por ejemplo, jugaba a las cartas conmigo, aprendí muy joven a jugar a la escoba, me encantaba jugar con ella y con mi mamá, y yo era el más feliz cuando tenía "Real en mano", aunque yo creía que decían "Real hermano". Siempre que podían, mis padres me llevaban al McDonald's, también era muy feliz ahí, amaba comer la cajita feliz y coleccionar los juguetes que venían en ella. Por alguna razón que desconozco, yo le decía al McDonald's "Fisty".
- ¡Vamos a Fisty, vamos a Fisty!- Exclamaba emocionado cada vez que nos preparábamos para ir al McDonald's. Mi papá, por su parte, comenzó a ser más juguetón conmigo. Siempre inventaba juegos con lo más básico que podría haber. Recuerdo una vez que disfruté mucho cuando él se cubrió con una sábana y mi mamá y yo arrancábamos de él, fue muy divertido, corríamos por toda la casa, aunque tampoco era tan grande, la casa del siete oriente se dividía en un living comedor, y una sola habitación donde habían dos camas, la de mis padres, y en la que dormía con mi abuela Rosa, sí, no había mucha privacidad. Y por supuesto, mis mascotas estaban siempre ahí, dispuestas a jugar conmigo, Jack y Milly, mis perritos. No sólo esas cosas me distraían, claramente las películas y animes me mantenían muy entretenido, igualmente lo hacía el Sega con mi juego favorito de aquel entonces "Sonic", aunque también debo confesar que desde pequeño era (o tal vez soy) fan de las teleseries, ya que siempre acompañaba a mi mamá a ver "la comedia", generalmente la mexicana del momento, aunque en esos tiempos recuerdo haber visto "BKN" y "Los Venegas", y varias más, pero no puedo recordar. Siempre fui muy bueno para ver tele, recuerdo programas como "Mekano", "Yingo", "Calle 7", "Rojo", "Morandé con compañía", "El último pasajero", "¿Sabes más que un niño de quinto año?", etc. También, al ser hijo único, tenía una tremenda imaginación para jugar, muchas veces en el patio imaginaba ser Gokú y luchar contra el malvado Freezer o Syn Shenron de Dragon Ball GT. Aunque más allá de parecer un pequeño esquizofrénico que luchaba con la nada, también hacía cosas como tomar la manguera de la casa y simular un tsunami para las hormigas. Sin embargo, por excelencia, mi mayor distracción eran los juguetes en sí mismos. Me encantaba coleccionar los Max Steel, aunque me gustaban mucho más los Elementor. Amaba los juguetes de animales, como leones, tigres, caballos, pero los que más me gustaban eran los dinosaurios. También tenía varios hot wheels, y un sinfín de juguetes que no pertenecen a grandes películas, sino que simplemente existen. Con ello, inventaba las más locas y entretenidas historias, cada día una diferente, los juguetes abrían y exprimían toda mi imaginación. Por razones como las que mencioné anteriormente, es que nunca tuve el deseo de tener hermanos, y mis padres tampoco estaban dispuestos a traer otro niño al mundo considerando que su único hijo estaba a punto de iniciar la batalla de su vida contra el cáncer.Ese pequeño período, entre mi diagnóstico y el inicio de mi tratamiento, fue muy intenso, ya que llevaba una vida "normal" como cualquier hijo único disfrutando de juegos y emociones intensas (de forma positiva) con mi familia, y a la vez, experimentando los dolores horribles de padecer un cáncer vesical que cada vez que iba al baño me hacía gritar desgarradamente del dolor. Hasta que finalmente, el 15 de febrero del 2008, comienza mi tratamiento.

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SARCOMA
SaggisticaDesde la profunda soledad que me entrega este hospital, he decidido escribir mi historia. ¿Para qué? no lo sé, tal vez sólo busco matar el tiempo y el aburrimiento, aunque quizás esto pueda ayudar a personas que pasan por una situación similar, o si...