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𝘜𝘯 𝘥í𝘢 𝘥𝘦 𝘳𝘦𝘧𝘭𝘦𝘹𝘪ó𝘯

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𝘜𝘯 𝘥í𝘢 𝘥𝘦 𝘳𝘦𝘧𝘭𝘦𝘹𝘪ó𝘯


La mañana se presentó con un silencio inusual. Lo primero que noté al abrir los ojos fue la luz suave colándose por la ventana, proyectando un brillo cálido sobre las paredes de mi habitación. Me incorporé lentamente, recordando los eventos de la noche anterior. La charla con Alejandro y lo que vino después, la conversación con Pedri en el tejado... Aquel recuerdo era como un eco. Trataba de ordenar mis pensamientos, pero había demasiados.

Cuando finalmente me levanté, noté un ligero dolor de cabeza, algo esperado tras una noche larga. El desayuno en la cocina fue breve: un café rápido y una tostada. Bea aún dormía, probablemente cansada de la celebración. Decidí que lo mejor sería despejarme en la universidad, ponerme al día con Irene y hablar con alguien que no estuviera metido en el mundo del fútbol ni en los temas de siempre.

Mientras escuchaba a Irene, no podía evitar sentir una mezcla de alivio y confusión. Alivio porque al menos tenía a alguien que me escuchaba y parecía entenderme, pero confusión porque, en el fondo, aún no sabía si estaba lista para aceptar lo que sentía. ¿Qué significaba realmente todo lo que había pasado con Alejandro? ¿Por qué seguía sintiendo ese tirón en mi pecho cada vez que pensaba en él?

—A ver, Nina —continuó Irene, sacándome de mis pensamientos—, háblame con sinceridad. ¿Tú qué sientes realmente? Y sin rodeos, eh, que te conozco.

Su pregunta directa me golpeó. Irene tenía razón, siempre me daba vueltas a todo, buscando excusas para no enfrentar lo que sentía. Esta vez, traté de no ocultarme.

—No lo sé, Irene —admití, con un suspiro—. Por un lado, me gusta cuando Alejandro se muestra cariñoso, cuando me dedica esos pequeños gestos. Me hace sentir especial, ¿sabes? Como si realmente significara algo para él. Pero luego, cuando estamos juntos... a veces siento que no me ve realmente, como si solo fuera una parte más de su vida y no alguien importante.

Irene asintió, con una mirada comprensiva que me hizo sentir un poco menos sola en todo aquello. Pero, aunque sus ojos reflejaban apoyo, no podía evitar esa vocecita en mi interior, ese nudo en el estómago que no desaparecía por mucho que intentara distraerme.

—Quizá el problema es que he puesto demasiadas expectativas en esto —dije, en voz baja, casi como si estuviera hablando conmigo misma más que con ella—. Puede que me haya emocionado tanto con la idea de estar con alguien como él, alguien que parece tenerlo todo claro, que he dejado de lado lo que yo quiero de verdad.

La verdad es que, aunque me gustaba pensar que lo entendía, Alejandro siempre parecía rodeado de una especie de barrera. Era como si estuviera al alcance, pero no del todo. Y en esos momentos en que parecía alejarse, me encontraba cuestionando si realmente significaba algo para él o si solo era una fase, algo pasajero en su vida.

Irene rompió el silencio que se había creado entre nosotras:

—A veces, Nina, lo mejor es dejar que las cosas fluyan y que el tiempo ponga todo en su lugar. Tú mereces algo más que estar esperando a ver si alguien se aclara.

Sabía que tenía razón, pero admitirlo ante mí misma no era fácil. Era como si una parte de mí quisiera aferrarse a esa idea de Alejandro, a esa versión idealizada que había construido. La que no me dejaba pensar con claridad ni entender lo que realmente estaba buscando.

Al fin y al cabo, ¿quería yo estar con alguien que se mostraba tan incierto y cambiante? ¿O estaba dispuesta a aceptar esa ambigüedad, esa falta de compromiso claro solo por lo que sentía en esos momentos dulces que él me regalaba a veces?

Después de las clases, me decidí a despejarme un poco. El parque cercano siempre me había ayudado a aclarar la mente, así que fui para dar un paseo tranquila. Las hojas de los árboles comenzaban a caer, creando una alfombra dorada en el suelo. Era un lugar perfecto para desconectar de todo.

Mientras caminaba, vi a alguien sentado en un banco más adelante. Me sorprendí al reconocer a Mikky, la esposa de Frenkie de Jong. Estaba ahí, con una chaqueta grande y una bufanda envolviéndole el cuello, con una expresión tranquila.

—¡Nina! —me saludó al verme, levantándose para abrazarme cuando me acerqué—. ¡Qué casualidad encontrarte aquí! Hace tiempo que no te veo.

—Igualmente, Mikky. ¿Qué tal estás? —le respondí, sonriente.

Nos sentamos juntas, y después de ponernos al día sobre lo básico, Mikky notó que mi expresión no era del todo alegre.

—Nina, no tienes cara de estar pasando tu mejor momento —observó amablemente—. ¿Todo bien?

La sinceridad en su tono y la amabilidad en su mirada hicieron que soltara un suspiro. Me sentía un poco expuesta, pero Mikky siempre había sido una persona confiable.

—Digamos que tengo un par de cosas en la cabeza. Todo esto de estar en el entorno del Barça, de conocer a tanta gente, me hace sentir... un poco fuera de lugar a veces —le dije, decidiendo que no necesitaba esconderlo.

Mikky asintió, escuchando con paciencia.

—Es normal. A veces uno se enfrenta a tantas cosas, especialmente en un mundo tan demandante como el de los jugadores y su entorno. Al principio puede sentirse abrumador —me dijo—. ¿Pero sabes qué? Nadie te obliga a decidir nada ahora. Date tiempo para conocerte en esta nueva situación.

Me quedé pensando en sus palabras. Mikky siempre había sido una voz de calma en medio de todo el bullicio.

Ya en casa, la atmósfera era otra. Alex había preparado una pizza y Bea estaba sacando unas palomitas del microondas mientras Iker seleccionaba películas. El ambiente era el de una noche de risas y desconexión, justo lo que necesitaba.

—¡Noche de pelis! —exclamó Iker desde el salón, mientras Bea se reía y lanzaba un cojín en su dirección.

Me uní a ellos, tirándome en el sofá entre risas. La primera película empezó, y las bromas de Alex e Iker no tardaron en hacer que me olvidara de todos mis pensamientos serios. Incluso Bea se animaba a comentar cosas graciosas sobre los personajes y las situaciones en la pantalla.

—¿En serio creen que esta chica se va a quedar con él después de semejante desplante? —murmuró Bea en medio de una escena dramática, y todos nos echamos a reír.

Fue una noche como las de antes, de esas que hacía tiempo que no teníamos. A medida que avanzaban las películas, comíamos palomitas y hacíamos bromas, la carga en mi pecho comenzó a disolverse.

Al final, cuando la última película terminó y todos estábamos agotados, me di cuenta de lo importante que era tener momentos como ese. Quizá no tenía todas las respuestas aún, y la vida seguiría siendo complicada, pero al menos tenía a mis amigos, tenía a Irene y Mikky, y, sobre todo, tenía momentos de paz como aquel.

La verdad, eso era más de lo que podía pedir.



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𝙎𝙞𝙚𝙣𝙩𝙤 𝙦𝙪𝙚 𝙨𝙚𝙖 𝙩𝙖𝙣 𝙘𝙤𝙧𝙩𝙤, 𝙥𝙚𝙧𝙤 𝙚𝙨𝙩𝙤𝙮 𝙙𝙚 𝙚𝙭á𝙢𝙚𝙣𝙚𝙨 𝙮 𝙣𝙤 𝙩𝙚𝙣𝙜𝙤 𝙙𝙚𝙢𝙖𝙨𝙞𝙖𝙙𝙤 𝙩𝙞𝙚𝙢𝙥𝙤.

STARBOY [Alejandro Balde]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora