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Sabía que Max estaba molesto, furioso, de hecho. Y no era para menos luego de su pequeño incidente en la pista que lo sacó a él de la zona de puntos, otorgándole a Lando unos veinticuatro puntos para recortar la diferencia en la lucha por el campeonato. Pudo haberse escapado de sus palabras poco discretas en las entrevistas, pero le fue imposible esquivar su mirada penetrante, cargada de intenciones que ella ya veía venir.
La cuestión era que el contacto que tuvieron fue suficiente para sacarlo de la pista en el relanzamiento de un auto de seguridad, lo cual provocó que cayera varias posiciones en la tabla. No quedaban más que diez vueltas donde apenas Max pudo remontar porque el auto tampoco fue de mucha ayuda ese fin de semana. El cuál se resumió en múltiples daños durante el Gran Premio. El neerlandés hizo lo que pudo, pero milagros no sabe hacer. Por supuesto, ya tuvieron un pequeño enfrentamiento al concluir la carrera, ya que él la siguió hasta la pesa para que no se escape de sus garras. Pero aquello no era suficiente para Max, necesitaba hablar en privado para establecer bien sus puntos de vista, y lo molesto que estaba porque se dejaba pisotear por su propio equipo.
Adelaide soltó un suspiro y rodó los ojos al escuchar unos golpes violentos en la puerta de su habitación de piloto, donde se supone que él no puede entrar, pero supone que como es campeón del mundo puede hacer lo que le venga en gana. No estaba nerviosa ni mucho menos asustada por el intercambio de ideas que buscaba Verstappen, pues ser ya una mujer dentro de un deporte mayormente manipulado por hombres, te hacía endurecer tu carácter inevitablemente.
Caminó de forma perezosa hacia la puerta para tomar la perilla y abrirla. Antes de que siquiera tuviera la intención de brindarle el paso, él ya estaba adentro.
—Por supuesto, ponte cómodo —ironizó cerrando la puerta detrás de ella para luego afirmarse allí de brazos cruzados, esperando a que el neerlandés exprese su enojo con maldiciones como era costumbre. No sé llevaban bien, pero tampoco se catalogaban como enemigos mortales a causa de un deporte cruel.
