𝘁𝘄𝗼 ⭒ carlos sainz jr.

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chapter two, ★ 🏁

Carlos siempre fue un hombre capaz de controlar sus emociones y no perder la cordura ante cualquier mal roce que tuviera tanto en la pista como en sus problemas personales

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Carlos siempre fue un hombre capaz de controlar sus emociones y no perder la cordura ante cualquier mal roce que tuviera tanto en la pista como en sus problemas personales. Podía encontrarse sumamente enojado, pero el sabría controlarlo, pensaría antes de actuar. Si la tristeza lo abrumaba solo respiraba hondo y continuaba. Tenía moral y con veintiocho años tenía muy claro lo que estaba mal y lo que estaba bien.

Él sabía que estaba mal. Casi ocho años era una gran diferencia. Amelie Norris era una niña para sus ojos. Amelie Norris no podía causarle tanto revuelo como lo estaba haciendo en esos momentos. La muchacha castaña se apoderaba de sus pensamientos de forma inapropiada, mientras el canalizaba toda esa energía en cada ejercicio que realizaba. Su cuerpo se sentía liviano cada vez que se impulsaba con los brazos y su pecho desnudo chocaba con el fierro helado.

Y es que no importaba cuanto él tratara de distraerse, ella siempre acababa por volver a sus pensamientos y hacerlo dudar de todo lo que le habían inculcado durante años. Tenía la cabeza hecha un lío por una niña de veinte años.

Lando salió del baño luego de haberse duchado. El movimiento que notó de reojo lo hizo detenerse y girarse a su amigo.

—No quedan más toallas en el baño, pero le diré a mi hermana que traiga para cuando termines. Iré por la pizza y luego te patearé el trasero en golf —anunció el menor, sonriendo de oreja a oreja.

Carlos rió y revolvió los rizos húmedos del chico.

—Sigue soñando —se burló el español.

Lando le dio una palmada en la espalda y salió de la pequeña sala que usaba como gimnasio cuando se encontraba en casa. Carlos tomó una botella con agua para luego vertir el líquido en su boca.

Minutos después de que el británico saliera, Amelie llegó con dos toallas blancas en las manos y una gran sonrisa. Carlos se tensó con la presencia de la menor y carraspeó para luego dejar la botella de agua a un lado y concentrarse en el próximo ejercicio. No obstante, nada más que la sonrisa de la menor rondaba en su cabeza. Así como también la camiseta deportiva de McLaren que seguramente le había sacado a Lando, porque era notable lo holgada que le quedaba. Carlos sintió su corazón palpitar con fuerza.

—Lando me pidió que te trajera estas toallas —informó la castaña.

—Gracias —contestó secamente, incluso cuando lo único que quería era estampar a la chica contra la pared y besarla hasta que el aire les fuera necesario de nuevo.

—Felicidades por tu contrato con Ferrari, por cierto —añadió la menor, siendo tan amable como siempre.

Era una lucha interna la que estaba teniendo en esos momentos. Amelie siempre se había mostrado amable con las personas de su alrededor. Era risueña e inquieta igual que su hermano. A diferencia de que ella podía ser un poco más introvertida cuando se encontraba con una multitud de gente.

—Ya quisiera poder tener de compañero a Charles Leclerc —bromeó la castaña. Aquello, de alguna forma, hirió el ego del español y rió sin ganas, acomodando su gorra hacia atrás. Oh, definitivamente había sido un golpe bajo. Él fantaseaba con ella mientras que Charles rondaba en su cabeza. Era inaceptable. O quizás una excusa para sus siguientes movimientos.

—¿Ah, sí? —Inquirió tomando las toallas, rozando intencionalmente sus manos. Amelie se sonrojó y soltó una risita nerviosa.

—Quiero decir, también eres un buen piloto. Eres... rápido —tartamudeó, sintiendo la intensidad con la que Carlos la miraba ahora mismo. El español avanzó un paso, intentando ser disimulado, pero ella lo notó y sus ojos curiosos viajaron por el torso desnudo del mayor.

Había que ser estúpida o ciega para no darse cuenta lo atractivo que Carlos Sainz era. Y la gorra hacia atrás solo ayudaba a sus atributos.

—Soy muy rápido, sí —continuó él.

La tensión surgió cuando la menor alzó la mirada, viendo directo a los ojos marrones de Carlos. Había una diferencia de altura notoria, por lo que el español tuvo que bajar un poco la cabeza para verla. Con segundas intenciones humedeció sus labios, llamando la atención de la castaña y notó como esta tragaba saliva mientras observaba su acción con los labios entreabiertos. Era una invitación, una clara señal para que él la besara.

El silencio solo empeoraba la situación. Los sentidos de Carlos estaban nublados por la excitación del momento.

—Olvidé mi... oh, Melie. ¿Conseguiste las toallas?

La repentina aparición de Lando los hizo alejarse bruscamente. Carlos se rascó la nuca y luego alzó la toallas que tenía en la mano. Con una pequeña sonrisa de lado y los ojos destilando burla miró a la menor. Esta tenía la mirada baja y el carmesí se apoderó de sus mejillas.

Cuando Lando tomó lo que había olvidado dentro del baño, salió de allí siendo seguido por su hermana.

Carlos tiró la cabeza hacia atrás y soltó un suspiro.

—Joder. Que puto lío.




























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