Luna Montenegro miraba por la ventanilla del avión mientras las nubes se deslizaban bajo ella, un mar de algodón que parecía irse alejando de todo lo que conocía. La ciudad que dejaba atrás ya era solo un recuerdo, pero el cambio seguía pareciendo irreal. Había pasado tan rápido desde que su madre le dijo que debía trasladarse a un internado en otro país, Saint Edmund's Academy, en Inverness, Escocia, un lugar tan remoto como antiguo. Su madre había insistido en que sería una gran oportunidad, que conocería a nuevas personas y se abrirían muchas puertas para ella. Pero Luna no estaba segura de querer esa aventura.
El avión aterrizó y, al bajar, un aire fresco y húmedo la envolvió. Allí estaba ella, en Escocia, con una maleta y una mezcla de nervios y emoción en su estómago. La esperaba un conductor, un hombre alto de pelo gris que la saludó cortésmente y le pidió que lo siguiera al coche que la llevaría al internado. El viaje fue largo y silencioso, mientras recorrían carreteras estrechas rodeadas de colinas verdes y montañas que parecían perderse en la neblina.
Al cabo de un rato, Luna divisó la silueta de un edificio en la cima de una colina: Saint Edmund's Academy. La estructura era imponente y antigua, con torres y gárgolas que parecían observar cada movimiento. Luna sintió un escalofrío, como si el internado mismo la mirara, pero también algo en ella despertaba una sensación de familiaridad inexplicable.
La recibió una mujer elegante y de aspecto severo que se presentó como la directora Margaret Evans. La directora Evans la condujo a través del vestíbulo principal, donde estudiantes con uniformes impecables iban y venían, algunos lanzando miradas curiosas hacia ella. Mientras avanzaban, la directora le explicaba las normas básicas del internado: los horarios, el uso de las salas comunes, el protocolo para las clases y la importancia de seguir el código de conducta.
Finalmente, la directora Evans la guió hasta una puerta de madera oscura en uno de los pasillos de piedra.
—Este será tu cuarto, en el ala norte. Tu compañera de habitación, Claire Beaumont, llegará más tarde. Nos esforzamos por hacerte sentir bienvenida, Luna, y esperamos que esta sea una experiencia enriquecedora —dijo la directora Evans con una sonrisa breve antes de marcharse.
Luna dejó su maleta junto a su cama y recorrió con la mirada la habitación. Las paredes eran de piedra clara, y en la ventana se divisaba el bosque detrás del internado. Al lado de su cama, sobre el escritorio, vio una fotografía enmarcada de un chico de unos diecisiete años, con ojos serenos y cabello oscuro. La imagen le resultó curiosamente familiar. ¿Por qué sentía que ya había visto a ese chico antes?
Un poco más tarde, decidió explorar. Caminó por los pasillos, admirando los cuadros antiguos y las estatuas de aspecto solemne que decoraban el lugar. Llegó a la sala común, donde estudiantes conversaban y jugaban a las cartas, y su mirada se detuvo en un grupo que reía en un rincón. Entre ellos, reconoció al chico de la fotografía. Su respiración se detuvo por un segundo. Allí estaba, en persona, tal como aparecía en la foto de su escritorio.
Como si hubiera sentido su mirada, él levantó la cabeza y, al verla, se levantó y se acercó.
—Hola —dijo él, sonriendo de una manera que hizo que Luna se sintiera un poco menos sola—. ¿Eres nueva aquí? No recuerdo haberte visto antes.
—Sí, soy nueva —contestó, tratando de controlar los nervios—. Me llamo Luna Montenegro.
—Un placer, Luna. Yo soy Adrián Blackwood. Llevo en Saint Edmund's un par de años —respondió él amablemente.
Algo en su voz y en la forma en que la miraba le resultaba familiar, aunque no podía entender por qué. Era como si ese extraño que acababa de conocer fuera, de alguna manera, alguien cercano. Luna apenas logró articular unas palabras más antes de despedirse y regresar a su habitación.
Esa noche, tumbada en su cama, no podía dejar de pensar en Adrián Blackwood. Había algo en él que despertaba en ella una conexión inexplicable. Había dejado todo atrás, pero sentía que en este lugar nuevo, rodeada de extraños, estaba por descubrir secretos ocultos sobre su vida. Y en el fondo, presentía que Adrián tendría mucho que ver con esos secretos.
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La Sombra de los Hermanos Perdidos
RandomLuna Montenegro es una joven que se muda a un internado en Inverness, Escocia, debido a la decisión de su madre, quien cree que el cambio será una oportunidad para ella. El internado, Saint Edmund's Academy, es un lugar antiguo y lleno de historia...