7.Revelaciones y Sospechas

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El sol aún no había alcanzado su punto más alto cuando Luna dejó la cabaña al amanecer y volvió al internado, con el viejo diario cuidadosamente guardado en su mochila. Pasó la mañana en clase tratando de concentrarse, pero las palabras del diario seguían repitiéndose en su mente, una y otra vez. Las líneas escritas parecían hablarle, cada frase era un eco que despertaba preguntas nuevas y ansias por respuestas que aún parecían ocultas.

Después de su última clase del día, mientras salía de uno de los pasillos, Luna se detuvo de golpe. A unos metros de ella, estaba Marcus, y a su lado una chica que ella reconoció de sus clases. Se encontraban a solas, y la escena frente a ella era clara: Marcus tenía a la chica contra la pared, sus labios unidos con los de ella en un beso apasionado. Luna sintió que una ola de decepción y frustración la golpeaba de inmediato. Aunque no tenía motivos para sentirse afectada, algo en su interior se retorcía al verlo una vez más en esa situación, especialmente después de todo el tiempo que había pasado siguiendo y provocándola.

Sin hacer ruido, giró sobre sus talones y se marchó, intentando ignorar la sensación de incomodidad que le había dejado. Estaba claro que Marcus no era quien ella había imaginado o, al menos, no tenía el más mínimo interés en verla de otra manera. Decidida a sacarse esa imagen de la cabeza, Luna tomó una decisión impulsiva: iría de nuevo a la cabaña. Había algo en aquel lugar que le traía una sensación de pertenencia, una calma extraña que parecía aclararle las ideas y conectarla con algo más grande.

El trayecto a la cabaña fue rápido, y cuando llegó al claro, sintió una calma inmediata al ver la pequeña construcción. Entró y, al encender su linterna para iluminar la habitación, el haz de luz apuntó hacia un estante del que colgaba algo que no había notado antes: un álbum de fotos, cubierto de polvo y escondido detrás de algunos objetos viejos. Intrigada, se acercó y lo tomó en sus manos. El álbum era de un cuero gastado y suave al tacto, y al abrirlo, el primer vistazo le robó el aliento.

En la primera página, había una foto de ella misma, de cuando era una niña pequeña. La reconocía por su sonrisa, sus ojos brillantes y su cabello rizado y oscuro. A su lado, en la misma imagen, estaba Adrián, pero él también era mucho más joven. Los dos niños estaban en un jardín, jugando y riendo, abrazados con la espontaneidad de una amistad sincera. Y detrás de ellos, una mujer joven los observaba con una sonrisa dulce. La mujer era desconocida para Luna, pero su expresión era de afecto, como si los dos niños fueran lo más preciado de su vida.

Pasó varias páginas y encontró más fotos. En todas ellas, aparecía con Adrián, en distintas escenas de infancia: jugando, riendo, celebrando cumpleaños juntos. No había duda de que, en algún momento de sus vidas, ellos dos habían sido cercanos, más de lo que jamás hubieran imaginado. Y la mujer que los acompañaba en varias de las imágenes siempre estaba a su lado, con la misma mirada protectora.

Luna sintió un nudo en el estómago. La posibilidad que había ignorado durante tanto tiempo ahora tomaba fuerza y le daba un sentido inquietante a todas las preguntas sin respuesta: ¿y si Adrián era realmente su hermano? ¿Y si esa mujer en las fotos era su madre... o alguien que los había cuidado cuando eran pequeños?

Los recuerdos de su infancia eran vagos. Sabía que había sido criada por sus abuelos, pero nadie le había contado jamás el motivo. Siempre había pensado que simplemente era una situación normal, que sus padres no podían cuidarla y sus abuelos la habían criado. Pero, ¿y si había algo más detrás de esa historia? Ahora las piezas comenzaban a encajar de un modo que nunca habría imaginado.

Cerró el álbum, sintiendo una mezcla de tristeza, nostalgia y sorpresa. Adrián, con quien había sentido esa conexión inexplicable desde el primer momento en Saint Edmund's... ¿era posible que fueran hermanos? ¿Era esa la razón por la que ambos estaban en el mismo internado, conectados por hilos invisibles que solo ahora empezaban a vislumbrarse?

Luna sabía que debía hablar con él y compartir lo que había encontrado, aunque una parte de ella temía las respuestas. ¿Y si Adrián no tenía idea de todo esto? ¿Y si también estaba buscando esas respuestas? El peso de la posible revelación era abrumador, y sin embargo, sentía que estaba cada vez más cerca de entender una verdad que llevaba mucho tiempo enterrada.

Antes de marcharse de la cabaña, echó un último vistazo al álbum. Las fotos de su infancia eran como fragmentos de un sueño perdido, recuerdos de un tiempo en el que había sido feliz, antes de que las circunstancias los separaran y la enviaran a vivir con sus abuelos. Sin decir nada, se guardó el álbum en la mochila, decidida a mostrarle a Adrián las pruebas que había encontrado. Sabía que debía preparar sus pensamientos y emociones para esa conversación, pero también sabía que no podía seguir en silencio.

Cuando volvió al internado, el peso de sus descubrimientos seguía acompañándola, como un secreto a punto de estallar.

La Sombra de los Hermanos PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora