6. El Diario Oculto

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Al día siguiente, Luna se despertó sintiéndose inquieta. La noche anterior en la biblioteca, Marcus la había sorprendido de una manera que aún la dejaba incómoda, y mientras se preparaba para su primer día de clases, no podía sacarse de la cabeza lo que había visto. Había algo en la forma en que él la había mirado después, en esa sonrisa retadora que le había lanzado, que la había dejado confundida y algo decepcionada. No esperaba nada de él, pero aún así, se sintió incómoda al pensar que aquel chico, que le había generado tanto interés, parecía tan indiferente a lo que ella sentía o pensaba.

Al entrar en el comedor para desayunar, la sorpresa la golpeó de nuevo. Marcus estaba allí, en una esquina del salón, y aunque charlaba con otros estudiantes, sus ojos parecían buscarla. Cuando sus miradas se cruzaron, él le sonrió de forma traviesa y se acercó a donde ella estaba. Luna trató de no prestarle atención, pero la determinación de él era evidente.

—Luna, ¿quieres que te acompañe a clase? —le preguntó Marcus, con una expresión que parecía inocente pero que, en el fondo, llevaba ese mismo toque desafiante.

—No, gracias, puedo ir sola —respondió, su tono frío, sin mirarlo a los ojos.

Marcus pareció sorprendido por su respuesta, pero no se alejó. De hecho, la siguió durante toda la mañana, apareciendo en los mismos pasillos y a veces incluso sentándose cerca de ella en las aulas, como si fuera una sombra silenciosa. Luna se sentía cada vez más incómoda. No entendía por qué, después de lo que había pasado en la biblioteca, él insistía en estar cerca, ni qué ganaba con provocarla.

A la hora del almuerzo, la paciencia de Luna estaba agotada. Decidió evitar el comedor y se dirigió directamente hacia el bosque, hacia el claro donde había encontrado la cabaña. Necesitaba un respiro de todo, especialmente de Marcus. Mientras avanzaba entre los árboles, una paz comenzó a calmarla. El suave crujido de las hojas bajo sus pies y el olor a tierra húmeda le ayudaban a despejarse. Se dio cuenta de que, en ese lugar, lejos de las miradas de todos, podía encontrar algo de la serenidad que tanto necesitaba.

Al llegar al claro, observó la cabaña y una idea surgió en su mente. Decidió que esa noche dormiría allí. Sabía que era algo arriesgado, pero sentía que necesitaba ese espacio para entender todo lo que estaba pasando y ordenar sus pensamientos. Esa cabaña era el único lugar donde no solo se sentía tranquila, sino que además parecía contener respuestas, como si las paredes mismas guardaran secretos de los que ella aún no era consciente.

Al anochecer, se dirigió a su habitación, tomó una linterna y una manta, y volvió al bosque. Al llegar a la cabaña, el ambiente era tranquilo, pero cargado de una cierta tensión misteriosa. La noche era fría, pero el interior de la cabaña la envolvía en una sensación cálida y familiar.

Encendió la linterna y la movió por la estancia, recorriendo cada rincón con la vista. Las viejas fotos aún estaban allí, pero esta vez se percató de algo que antes no había visto: en uno de los estantes polvorientos, escondido detrás de varios libros, había un pequeño cuaderno de cuero. Luna sintió una extraña emoción al verlo y, con cuidado, lo tomó entre sus manos. El cuero estaba gastado, y las páginas, amarillentas por el tiempo, parecían esconder años de historia.

Se sentó en una de las sillas y abrió el cuaderno con cuidado. La primera página tenía una caligrafía elegante y clara que reconoció de inmediato: era la letra de una mujer. Al leer las primeras líneas, Luna sintió que su corazón se aceleraba. Las palabras parecían hablarle directamente, como si hubieran estado esperando a ser leídas por ella.

"Querido diario, me siento cada vez más conectada a este lugar. El internado guarda secretos que quizás nadie debería descubrir, pero la curiosidad me consume, y no puedo evitarlo..."

Luna leyó en silencio, avanzando página tras página, mientras las palabras de la autora, que parecía ser una antigua estudiante del internado, la absorbían por completo. En sus escritos, la joven hablaba de encuentros secretos, de amistades profundas y misterios ocultos. Había un tono de urgencia en sus palabras, como si sintiera que el tiempo se le escapaba y que había algo crucial que debía resolver antes de que fuera demasiado tarde.

En una de las últimas páginas, Luna encontró algo que la hizo detenerse. La joven mencionaba a dos niños, un chico y una chica, que al parecer compartían un vínculo especial. La autora del diario hablaba de ellos con cariño, y aunque no los nombraba, Luna tenía la sensación de que podría estar hablando de ella y de Adrián. No sabía por qué, pero el tono de la escritora y la forma en que se refería a los niños le resultaban extrañamente familiares.

"Hay algo en esos dos. No sé cómo explicarlo, pero parecen destinados a estar juntos. Si alguna vez leen esto, espero que puedan entender lo que ni yo misma pude desentrañar."

Luna sintió un escalofrío al leer esas palabras. El diario no solo era un simple registro de pensamientos, sino una especie de advertencia o de guía que había estado ahí, esperando a ser descubierto. Sabía que tenía que mostrarle esto a Adrián. Tal vez él podría ayudarla a encontrar más respuestas y, juntos, podrían desentrañar el misterio de sus vidas en Saint Edmund's.

Mientras la noche avanzaba, Luna cerró el diario y se quedó en silencio, abrazada por la oscuridad y el sonido del bosque.

La Sombra de los Hermanos PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora