Luna y Adrián permanecieron en la cabaña, observando las fotos y papeles sobre la mesa, rodeados por un silencio denso y lleno de preguntas sin respuesta. Las imágenes de su infancia los miraban desde la superficie de madera, como piezas de un rompecabezas olvidado que ambos intentaban recordar.
—¿Tienes alguna idea de por qué existen estas fotos? —preguntó Luna, tratando de poner en orden sus pensamientos mientras miraba una de las fotos en la que ambos, siendo niños, sonreían en un jardín. La niña en la foto parecía feliz y despreocupada, y a su lado, el niño la miraba con la misma alegría.
Adrián suspiró, pasando la mirada de una foto a otra. Había una especie de nostalgia en sus ojos, como si el lugar y las imágenes despertaran algo en él que aún no lograba definir.
—Es extraño —dijo al fin, sin dejar de mirar la imagen—. Desde que llegaste al internado, sentí que te conocía. Y ver estas fotos solo lo hace más confuso... Es como si hubiera algo olvidado en mi memoria.
Luna también había sentido esa conexión desde su llegada a Saint Edmund's, y su encuentro con Adrián la había dejado con esa misma sensación inexplicable. Desde su primer cruce de miradas, algo había despertado en ella, un sentimiento que no comprendía pero que ahora empezaba a cobrar sentido. Tomando aire, empezó a compartir una idea que, aunque sonaba extraña, no podía sacar de su mente.
—¿Y si nuestros padres se conocieron en el pasado? —aventuró—. Tal vez éramos amigos cuando éramos pequeños, pero por algún motivo, nuestros padres no quisieron que lo recordáramos.
Adrián la miró pensativo y luego asintió. La idea parecía razonable, aunque no tenía sentido que esa parte de sus vidas hubiera sido borrada tan completamente.
—Eso podría explicar por qué estamos aquí, en el mismo internado —reflexionó Adrián—. Pero aún no entiendo cómo estas fotos terminaron en una cabaña escondida en el bosque. Alguien tuvo que guardarlas aquí... tal vez para que nosotros las encontráramos algún día.
Ambos intercambiaron una mirada cómplice, y en el silencio que siguió, los dos sintieron que la cabaña contenía secretos que iban más allá de su entendimiento. Al no encontrar respuestas inmediatas, decidieron seguir buscando información sobre sus familias y el pasado del internado, en la esperanza de que algo les ayudara a aclarar el misterio.
Más tarde, de regreso en el edificio principal, Luna decidió dirigirse a la biblioteca para investigar. El lugar era amplio, lleno de estanterías que parecían interminables, y tenía una atmósfera tranquila que le ayudaba a ordenar sus pensamientos. Estaba decidida a revisar cualquier documento sobre el internado, la historia del lugar y los antiguos estudiantes.
Al entrar, el silencio era casi absoluto, interrumpido solo por el ocasional murmullo de páginas al pasar y el susurro del viento que se filtraba por las ventanas. Avanzó por los pasillos de la biblioteca, buscando una sección que tuviera archivos históricos o documentos relevantes.
Pero al girar hacia uno de los pasillos al fondo de la sala, sus pasos se detuvieron. A unos metros, entre las sombras de las estanterías, vio a Marcus Turner, el mejor amigo de Adrián. Estaba con una chica, y aunque Luna no podía ver sus rostros claramente, la escena era inconfundible. La chica estaba de espaldas, y Marcus la tenía abrazada, ambos en una posición que claramente mostraba que estaban completamente absortos el uno en el otro.
Luna sintió una punzada de sorpresa y vergüenza. Su primer impulso fue retroceder y marcharse en silencio, pero por alguna razón no pudo moverse, como si sus pies estuvieran anclados al suelo. Había algo en la escena que la incomodaba profundamente... y también una sensación inexplicable de celos que no lograba entender del todo. Sin embargo, verla en ese momento tan íntimo con Marcus le recordó lo intenso de la atracción que él había despertado en ella desde el primer momento.
Intentando moverse con discreción, Luna dio un paso hacia atrás para salir sin hacer ruido, pero su pie tropezó con una de las sillas cercanas, y el ruido resonó más fuerte de lo que había esperado en la tranquilidad de la biblioteca. Marcus alzó la vista y la miró, con una expresión de sorpresa y, al mismo tiempo, un destello de diversión en sus ojos.
Por un momento, Luna sintió que el rostro le ardía de la vergüenza, atrapada en una situación que nunca habría querido presenciar. Pero Marcus no apartó la mirada; al contrario, le lanzó una sonrisa con un toque de desafío, como si la situación no lo incomodara en lo más mínimo. La chica, ajena a lo que ocurría, seguía enfocada en él, sin notar la presencia de Luna.
Finalmente, apartó la mirada y se dio la vuelta, saliendo de la biblioteca lo más rápido que pudo. Su mente estaba en caos, y aunque sabía que no tenía motivo alguno para sentirse afectada, la imagen de Marcus y aquella chica persistía en su mente, generando una mezcla de emociones que no comprendía.
Mientras caminaba de regreso a su habitación, intentó convencerse de que nada de eso tenía importancia. Lo que realmente importaba eran las fotos, los secretos de la cabaña y la conexión con Adrián. Pero cada vez que intentaba centrarse en su propósito, la imagen de Marcus volvía a ella, y con ello, una incomodidad inexplicable que le recordaba que, aunque no lo admitiera, ese chico misterioso y rebelde había dejado una marca en ella.
Luna suspiró y, al llegar a su habitación, se prometió a sí misma que no dejaría que sus sentimientos por Marcus la distrajeran. Sabía que debía concentrarse en resolver el misterio que la había unido a Adrián. Pero en el fondo de su corazón, intuía que la presencia de Marcus en su vida no sería tan fácil de ignorar.
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La Sombra de los Hermanos Perdidos
RandomLuna Montenegro es una joven que se muda a un internado en Inverness, Escocia, debido a la decisión de su madre, quien cree que el cambio será una oportunidad para ella. El internado, Saint Edmund's Academy, es un lugar antiguo y lleno de historia...