El resto de la semana transcurrió para Luna en una calma que, aunque frágil, le permitía relajarse tras la intensidad de los últimos días. La conversación con Adrián y la decisión de averiguar si eran hermanos le había dado una extraña paz; había un plan y, aunque no sabían aún a dónde los llevaría, sentía que por fin tenían el control. Sin embargo, las dudas persistían, y mientras esperaba que el fin de semana llegara para ejecutar su "misión secreta" junto a Adrián, decidió ocupar su tiempo en algo que le trajera serenidad. Y, para Luna, eso significaba escapar al bosque con un libro.
Saint Edmund's Academy estaba rodeado de densos árboles y senderos sinuosos que invitaban a perderse. Durante esos días, exploró el lugar con detenimiento, en busca de algún rincón apartado y tranquilo. Finalmente, encontró un claro en el bosque, justo al borde de un riachuelo. El sonido del agua y el canto de los pájaros creaban una atmósfera de paz absoluta. Luna había estado llevando una manta en su mochila para esos momentos; la extendió sobre la hierba, se sentó cómodamente y dejó que el tiempo se deslizara mientras se sumergía en las páginas de su novela.
Aquel rincón se convirtió rápidamente en su refugio, un lugar donde podía olvidarse del internado y sus secretos, del pasado que aún la perseguía y de la incertidumbre de su futuro. A medida que leía, su mente se llenaba de las historias de los personajes, y por un rato, las preguntas sobre el misterio de las fotos y el diario que había encontrado en la cabaña se desvanecían.
Sin embargo, a pesar de los intentos de Luna por mantener su mente en calma, había algo que no podía ignorar por completo: Marcus. Cada vez que lo veía, él parecía estar en medio de una escena con una chica distinta, siempre coqueteando o besándola. A lo largo de la semana, sus encuentros con Marcus se volvían cada vez más constantes, como si él supiera perfectamente dónde estaría ella en cada momento. Por mucho que Luna intentara evitarlo, el malestar seguía presente cada vez que lo veía. No entendía por qué le molestaba verlo tan despreocupado y rodeado de chicas. A fin de cuentas, él era libre de hacer lo que quisiera, y ella no tenía ninguna razón para sentirse afectada.
Pero la realidad era que no podía evitarlo. Cada vez que lo encontraba en alguna de sus escenas románticas, sentía una punzada en el pecho, una mezcla de celos y decepción que no conseguía comprender del todo. Después de todo, no tenía motivos reales para estar interesada en Marcus, y su comportamiento despreocupado no debería importarle. Pero verlo con otras chicas le provocaba una incomodidad inexplicable que solo lograba disipar al escapar al bosque.
Peor aún, Marcus parecía disfrutar provocándola. Cada vez que Luna lo sorprendía besando a alguna chica, él se aseguraba de que ella lo viera, lanzándole miradas de reojo o una sonrisa ladeada. Era como si supiera que le incomodaba y decidiera intensificar el efecto, disfrutando de su reacción. Luna intentaba ignorarlo, desviando la mirada y concentrándose en cualquier otra cosa, pero era imposible evitar su presencia en el internado. En las clases o en los pasillos, él siempre estaba ahí, y no parecía dispuesto a dejarla en paz.
—Oye, Luna, ¿por qué tan seria? —le dijo Marcus un día, con una sonrisa que tenía algo de burla y otro tanto de desafío.
Ella le lanzó una mirada fría y pasó de largo sin responder. Sin embargo, Marcus no pareció molesto en lo más mínimo, y su sonrisa se amplió mientras la seguía con la mirada, como si hubiera ganado un juego que solo él conocía.
La situación se repetía durante la semana. A cada rato, Marcus intentaba capturar su atención, y ella lo evitaba con la mayor determinación posible. Finalmente, después de uno de esos encuentros incómodos en los que lo había visto besándose con una chica en uno de los pasillos, Luna decidió ir directamente a su refugio en el bosque. No podía seguir lidiando con las constantes provocaciones de Marcus; necesitaba un tiempo lejos de su presencia, un tiempo para encontrar paz.
Aquel día, el bosque parecía más acogedor que nunca. Los rayos del sol se filtraban entre las ramas, y el sonido del riachuelo la invitaba a dejarse llevar por el entorno. Al llegar a su claro, se acomodó sobre su manta y abrió el libro. Poco a poco, sus pensamientos sobre Marcus y las preguntas que la asediaban se desvanecieron, reemplazadas por la historia que sostenía entre sus manos.
La lectura era lo único que lograba aliviar la tensión que se había acumulado en su pecho. Sumergirse en el mundo de sus personajes favoritos, experimentar sus emociones y olvidar sus propios problemas era una terapia que nunca fallaba. En ese momento, sentía que era solo una chica leyendo bajo el sol, sin las sombras de secretos familiares ni las distracciones provocadas por Marcus.
Pero a pesar de todo, cada vez que cerraba el libro y se preparaba para regresar al internado, la imagen de Marcus volvía a su mente, acompañada por la misma incomodidad que le provocaba verlo con otras chicas. Intentaba convencerse de que era simple fastidio, una molestia que pasaría con el tiempo. Sin embargo, algo en su interior le decía que ese sentimiento no desaparecería tan fácilmente, y que, por alguna razón, Marcus ocupaba más espacio en su mente del que estaba dispuesta a admitir.
Al llegar la noche, de vuelta en su habitación, Luna se miró al espejo, como si en su propio reflejo pudiera encontrar alguna respuesta. "No tienes motivos para sentirte así", se dijo a sí misma en voz baja, como un intento de convencerse de que Marcus no le importaba en absoluto. Sin embargo, sabía que algo había cambiado desde que lo había conocido. Marcus la intrigaba y le molestaba a partes iguales, y la mezcla de sentimientos que él despertaba en ella era algo que aún no lograba descifrar.
Con un suspiro, Luna apagó la luz y se acostó, tratando de dejar a Marcus fuera de sus pensamientos. A medida que la semana avanzaba, se aferraba a la idea de que, en el bosque, en su rincón secreto, siempre tendría un refugio lejos de las complicaciones del internado.
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La Sombra de los Hermanos Perdidos
CasualeLuna Montenegro es una joven que se muda a un internado en Inverness, Escocia, debido a la decisión de su madre, quien cree que el cambio será una oportunidad para ella. El internado, Saint Edmund's Academy, es un lugar antiguo y lleno de historia...