12. 𑁍

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La tensión en la hacienda creció como una tormenta que se avecinaba, y Jaehyun lo sentía en cada fibra de su ser. El beso que compartió con Doyoung, tan cargado de emociones reprimidas, lo había dejado sin aliento, pero la intervención de Ten, pidiendo hablar con él, había añadido una chispa más a un fuego que ya ardía en su interior.

Jaehyun no podía dejar de pensar en lo sucedido. Ten, con su actitud juguetona y su insolencia, no había considerado las consecuencias de sus actos. No solo había besado a Jaehyun en un momento de debilidad, sino que también había puesto en peligro algo mucho más importante: su relación con Doyoung.

El puño de Jaehyun apretado y su mandíbula tensa eran indicios claros de que no estaba dispuesto a dejar pasar este maldito juego de Ten. Su paciencia, que siempre había sido su virtud, se agotaba rápidamente.

Bajo la luz débil de la tarde, Jaehyun caminaba con pasos largos hacia el jardín, donde Ten lo esperaba. El chico parecía tan despreocupado, tan confiado, que Jaehyun sintió que la ira lo invadía aún más.

—Ten —dijo Jaehyun, su voz grave y peligrosa, sin ocultar ni un ápice de su molestia.

Ten lo miró, una sonrisa en sus labios, como si todo fuera parte de una broma. Pero esa sonrisa desapareció cuando vio el brillo peligroso en los ojos de Jaehyun.

—¿Qué pasa, Jaehyun? —preguntó Ten, cruzándose de brazos, mostrando esa actitud desafiante que siempre lo caracterizaba.

Jaehyun no perdió tiempo con palabras vacías. En un movimiento rápido, se acercó a Ten, y antes de que pudiera reaccionar, lo empujó contra la pared cercana con tal fuerza que el sonido del impacto resonó en el aire.

—¿Qué te pasa? —gruñó Jaehyun, su voz temblando de furia—. ¿Crees que puedes besarme y salirte con la tuya?

Ten intentó soltar una risa, pero no pudo esconder el nerviosismo que comenzó a asomarse en su rostro. Por primera vez, el chico parecía dudar de sí mismo.

—Jaehyun, espera... no era para tanto... —balbuceó Ten, pero la furia en los ojos de Jaehyun lo hizo callar.

—¡No, Ten! —Jaehyun lo interrumpió, su voz rota por la rabia—. No sabes lo que significa para mí. Y tú, simplemente... juegas con todo, sin pensar en las consecuencias.

Jaehyun no podía dejar de pensar en Doyoung. En cómo lo había visto, cómo se había alejado de él, cómo el dolor había teñido sus ojos. ¿Por qué Ten no podía entender lo que estaba en juego aquí? ¿Por qué había decidido cruzar esa línea?

Ten, por un segundo, pareció comprender la gravedad de la situación. Sus ojos dejaron de brillar con esa arrogancia de siempre, pero antes de que pudiera disculparse o dar alguna respuesta, Jaehyun lo empujó aún más fuerte contra la pared, casi sin querer, como si la presión de su ira lo empujara a actuar de manera instintiva.

Con el rostro serio, levantó su puño derecho y sin previo aviso lanzó un fuerte golpe directo a la mandíbula. El impacto resonó, y Ten cayó de espaldas al suelo, atónito, tocándose la cara con una expresión de sorpresa y dolor.

El aire se quedó en silencio, solo el sonido de la respiración entrecortada de ambos llenando el espacio. Jaehyun lo miraba fijamente, sin mostrar remordimiento en su rostro.

—Esto es lo único que te voy a advertir —dijo Jaehyun, su voz baja y firme—. No quiero verte cerca de Doyoung, ni hacerle daño de ninguna manera. Si vuelves a cruzar esa línea, no tendrás una advertencia la próxima vez.

Ten se quedó en el suelo, con la mandíbula dolorida, sin decir nada por un momento. Finalmente, se levantó lentamente, miró a Jaehyun con una mezcla de furia.

Pasión de un Gavilán (Jaedo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora