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Dos días habían pasado llenos de angustia y desesperación. Taehyung y Jungkook no habían descansado un segundo, haciendo uso de cada contacto, cada recurso, y agotando todas sus opciones en una frenética búsqueda. Sin embargo, Seoyul y sus captores parecían haberse esfumado sin dejar rastro. Con la organización criminal caída y sus miembros huyendo o escondiéndose, las pistas eran mínimas, y sus fuentes estaban agotadas. La casa principal y otros lugares conocidos habían sido revisados minuciosamente, pero no había señal de ellos.

Ahora, en el tercer día, Taehyung, Jungkook, y Bogum, quien no dudó en aparecer en cuanto se enteró de lo sucedido, estaban en camino hacia una ubicación desconocida. El auto se desliza por una carretera desierta, rodeada de árboles y sombras alargadas que parecen envolverlos.

—Jungkook... ¿dónde estamos? —pregunta Taehyung, la inquietud evidente en su voz mientras observa el paisaje sombrío a través de la ventana.

—Vamos a recuperar a nuestro hijo —responde Jungkook, con un tono gélido y decidido que deja claro que no aceptará un resultado distinto.

Taehyung observa cómo el auto se detiene junto a una pequeña hondonada al lado de la carretera. Frente a ellos, tres camionetas negras están estacionadas, sus siluetas rígidas y amenazantes. Jungkook sale del auto sin vacilar, pero Taehyung lo detiene, agarrándolo por el brazo.

—Jungkook... ¿y si es una trampa? —susurra, la preocupación latente en su mirada mientras observa las camionetas.

Jungkook se gira lentamente hacia él, sus ojos oscuros, cargados de una confianza férrea que desafía cualquier duda.

—No lo es.

—¿Cómo puedes estar tan seguro? —Taehyung insiste, sin querer poner en peligro la poca esperanza que les queda.

—Porque lo estoy —Jungkook responde, cortante, y se zafa suavemente de su agarre.

Sin decir más, Bogum y Taehyung se bajan del auto y siguen a Jungkook, quienes avanzan hacia las camionetas con paso firme. La tensión en el aire es palpable, como una cuerda a punto de romperse. Los tres se detienen a pocos metros de las camionetas, y en ese instante, una figura emerge de una de ellas.

El corazón de Taehyung se acelera, cada segundo estirándose como una eternidad. La oscuridad del entorno parece intensificar la tensión, mientras el grupo enfrenta la posibilidad de un encuentro final, con cada uno de sus movimientos cuidadosamente calculados, pero guiados por una mezcla de desesperación y esperanza incansable.

Varios hombres descienden lentamente de la camioneta, y en los brazos de uno de ellos está Seoyul, su pequeño cuerpo inerte y vulnerable en contraste con la figura imponente que lo sostiene. La tensión es palpable, y apenas el niño levanta la cabeza y reconoce a su padre, su rostro se ilumina.

—¡Papi! —grita Seoyul, estirando los brazos hacia Taehyung.

Impulsado por el instinto, Taehyung da un paso al frente, pero se detiene en seco cuando uno de los hombres levanta una mano y dice con voz autoritaria:

—Solo Jungkook puede acercarse.

Los ojos de Taehyung se encuentran con los de Jungkook, llenos de un miedo y desesperación que ninguno intenta ocultar. Finalmente, Taehyung asiente, tragándose la impotencia, y murmura:

—Está bien, mi amor, tranquilo. Todo va a estar bien.

Jungkook da un paso hacia adelante, y antes de avanzar, lanza una mirada firme a Bogum, asintiendo una sola vez, como si estuviera confiándole la vida de Taehyung y Seoyul. Luego, avanza con pasos cautelosos.

—Quítate la chaqueta y muestra que no tienes armas —ordena uno de los hombres, su voz cortante y llena de desconfianza.

Jungkook se detiene en medio del camino, obedece lentamente, quitándose la chaqueta y tirándola al suelo. Da una vuelta completa, levantando las manos para mostrar que está limpio. Satisfecho, el hombre baja a Seoyul y lo coloca en el suelo.

NEMESIS | KOOKTAEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora