Convivencia Forzada

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Capítulo 3

La residencia secundaria de los Bakugo era un lugar majestuoso, con amplias habitaciones, muebles modernos y grandes ventanales que dejaban entrar la luz del día. Sin embargo, para Izuku, se sentía más como una prisión. Después de la boda, su relación con Katsuki no había hecho más que empeorar. No pasaba un día sin que intercambiaran palabras cortantes o miradas de disgusto.

—¿Puedes dejar de caminar como un elefante por la casa? —gruñó Katsuki una mañana mientras se servía café en la cocina.

Izuku, que había salido de su habitación para preparar su desayuno, apretó los dientes.

—No sabía que caminar fuera un delito —respondió, sin siquiera mirarlo.

Katsuki bufó y se sentó a la mesa, revisando su tablet mientras tomaba un sorbo de café. La tensión en el aire era palpable, y cada interacción parecía un desafío.

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Reglas no escritas

Desde el inicio, Katsuki había dejado claro que no quería compartir demasiado con Izuku. Aunque la casa era técnicamente para los dos, él había impuesto varias “reglas” que Izuku debía seguir.

1. No entrar a su habitación bajo ninguna circunstancia.

2. No usar la sala de entrenamiento sin permiso.

3. No invitar a nadie sin avisarle primero.

Izuku, aunque molesto, aceptó estas condiciones. Sabía que era mejor no provocar a Katsuki, pero vivir bajo las órdenes del rubio no hacía las cosas más fáciles.

Sin embargo, el verdadero problema no eran las reglas, sino los constantes comentarios de Katsuki.

—¿De verdad te vas a poner eso? Pareces un niño perdido —le soltó una tarde antes de asistir a un evento social de la empresa.

Izuku respiró hondo, recordándose que estaba allí por un propósito más grande.

—No todos tenemos un armario lleno de ropa de diseñador, Bakugo.

Katsuki rió con burla.

—Eso es obvio.

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El roce de los celos

Las cosas comenzaron a complicarse aún más cuando Shoto Todoroki, uno de los socios de Bakugo Industries, comenzó a visitar la casa con frecuencia. Shoto, con su actitud tranquila y mirada penetrante, parecía disfrutar provocando a Katsuki de manera sutil. Pero lo que realmente molestaba a Izuku era la manera en que Shoto se dirigía a Katsuki.

—¿No es increíble, Kacchan? Tienes un esposo tan dedicado. Seguro que se desvive por ti —dijo Shoto con una sonrisa maliciosa durante una cena en la casa.

Izuku, que estaba sirviendo agua, casi dejó caer la jarra. Katsuki, en cambio, bufó con impaciencia.

—Cállate, Todoroki. No estás aquí para hablar de mi vida personal.

Sin embargo, Izuku no pudo evitar sentir cómo la presencia de Shoto lo hacía sentirse incómodo. Cada vez que Shoto miraba a Katsuki, había algo en sus ojos, una chispa de interés que lo ponía nervioso.

Esa noche, después de que Shoto se despidiera, Izuku decidió enfrentarse a Katsuki.

—¿Por qué sigue viniendo aquí? —preguntó, cruzándose de brazos.

Katsuki alzó una ceja, confundido por el tono de Izuku.

—¿De qué hablas, nerd?

—De Todoroki. No sé qué intenciones tiene contigo, pero no me gusta cómo actúa.

Katsuki rió con burla.

—¿Estás celoso? Qué patético. Esto es solo un contrato, ¿recuerdas? No tienes derecho a opinar sobre con quién hablo o dejo de hablar.

Izuku apretó los puños, sintiendo cómo la frustración lo consumía.

—No estoy celoso. Solo creo que debería respetar tu situación.

Katsuki lo miró con incredulidad antes de dar un paso hacia él, quedando peligrosamente cerca.

—Escucha, Deku. Nadie me dice qué hacer, mucho menos tú. Así que mejor preocúpate por cumplir tu parte del trato y deja de actuar como si esto fuera algo real.

Izuku sintió su rostro arder por la cercanía, pero se negó a retroceder.

—Entendido —respondió, con la voz cargada de irritación.

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Una noche inesperada

Esa misma noche, Izuku, frustrado por la discusión, decidió salir a caminar por el vecindario. Había una pequeña tienda cerca donde compró una botella de sake, algo que rara vez hacía. No era alguien que bebiera, pero sentía que necesitaba algo para calmar sus nervios.

Cuando regresó a casa, Katsuki estaba en la sala viendo televisión. Al notar que Izuku entraba con la botella, frunció el ceño.

—¿Desde cuándo bebes? —preguntó con desdén.

Izuku lo ignoró, se sirvió un vaso y se sentó en el sofá, manteniendo una distancia prudente. Katsuki lo observó por un momento antes de apagar la televisión.

—¿Qué demonios te pasa? —preguntó finalmente, cruzando los brazos.

Izuku lo miró con una mezcla de cansancio y enojo.

—¿De verdad quieres saberlo, Bakugo? Estoy harto de esto. De ti, de tu actitud. Trato de cumplir con este acuerdo, pero tú haces todo lo posible por hacerlo insoportable.

Katsuki se quedó en silencio, sorprendido por la explosión de Izuku.

—Si tan poco te gusta esto, ¿por qué aceptaste? —preguntó con un tono más bajo, casi como si estuviera genuinamente curioso.

Izuku miró el vaso en sus manos antes de responder.

—Porque no tenía otra opción.

Por un momento, el silencio llenó la habitación. Katsuki desvió la mirada, como si algo en las palabras de Izuku lo hubiera golpeado.

—No es fácil para mí tampoco, ¿sabes? —murmuró Katsuki, casi inaudible.

Izuku lo miró, sorprendido por el cambio en su tono. Sin embargo, antes de que pudiera responder, Katsuki se levantó y se dirigió a las escaleras.

—No te emborraches demasiado. No quiero lidiar con tus tonterías mañana.

Izuku se quedó en el sofá, con sentimientos encontrados. Por primera vez, había visto una pequeña grieta en la coraza de Katsuki, pero no sabía si eso era bueno o malo.

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