Un nuevo comienzo

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Epílogo

Pasaron varios meses desde el trágico incidente con Daichi. La ciudad, que alguna vez se sintió como un campo de batalla lleno de amenazas y conflictos, parecía ahora más tranquila, más pacífica. Katsuki Bakugo y Izuku Midoriya, aunque ambos seguían con sus propios demonios personales, finalmente habían encontrado una paz, una calma que nunca creyeron posible.

Izuku había seguido con sus estudios y había empezado a trabajar en su propio camino, sin la presión del contrato ni de la familia de Daichi. Su vida se estaba construyendo de nuevo, pieza por pieza, sin la sombra de las amenazas del pasado. A veces se despertaba en medio de la noche, miraba a su lado y veía a Katsuki dormir tranquilo, y sonreía al pensar lo afortunado que era.

Katsuki, por su parte, también había comenzado a tomar decisiones por sí mismo, sin que nadie le dictara lo que debía hacer. Con la desaparición del contrato, se liberó de las ataduras que le habían impuesto, e incluso en el mundo empresarial, su actitud arrogante y orgullosa empezó a cambiar, volviéndose más responsable y menos impulsivo. Aunque su orgullo seguía intacto, había algo en su corazón que había suavizado, algo que solo Izuku parecía poder tocar.

Una tarde, después de un largo día de trabajo y estudio, los dos se encontraron en su apartamento, una casa sencilla pero que ya sentían como su hogar. Izuku estaba sentado en el sofá, leyendo un libro, mientras Katsuki, tras entrar por la puerta con su usual gesto de superioridad, tiraba sus llaves sobre la mesa.

—Oye, Deku —dijo Katsuki, un poco más suave que antes, aunque su tono seguía siendo firme—. Tengo algo que decirte.

Izuku levantó la mirada, curioso. Sabía que Katsuki no era de hablar mucho, pero en ese momento, no podía evitar la sensación de que algo importante estaba por suceder.

—¿Qué pasa, Kacchan?

Katsuki se acercó a él, y aunque su rostro seguía siendo el mismo de siempre, con esa actitud tan suya, había algo diferente en su mirada. Algo más vulnerable, más real. Sin embargo, antes de que pudiera decir una palabra, se sentó junto a Izuku, un gesto que rara vez hacía.

—Lo que sea que hayas pensado que estaba mal entre nosotros... ya no lo está. —Katsuki miró a Izuku con una intensidad que solo él podía tener, como si cada palabra estuviera cargada con todo lo que había dejado de decir en todos esos meses.  —Sé que no soy el mejor en esto del amor, y que suelo ser un idiota, pero... no quiero que esto termine. No quiero perder lo que tenemos.

Izuku, sorprendido por la sinceridad en sus palabras, no pudo evitar sonrojarse un poco. Pero sonrió, sin decir nada más, y tomó la mano de Katsuki.

—Yo tampoco, Kacchan. Nunca he querido perderte. —Izuku acercó su rostro a él, y por un momento, se quedó ahí, disfrutando de la cercanía, de la paz que por fin habían alcanzado juntos.

El pasado ya no los perseguía, y aunque sabían que el futuro traería nuevos desafíos, ahora podían enfrentarlos juntos. Katsuki había aprendido a aceptar sus sentimientos, y Izuku había dejado de temerle a su propio amor por él. Ya no era necesario esconderse, ni escapar.

Katsuki, como siempre, tuvo que romper el momento de ternura a su manera. —Bueno, no te pongas tan sentimental. ¡Te digo que soy un idiota, pero tampoco esperes que me ponga todo cursi como tú!

Izuku se rió suavemente, divertido por su actitud. —Ya lo sé, Kacchan, ya lo sé.

Ambos se quedaron en silencio, con las manos entrelazadas, mirando por la ventana mientras el sol comenzaba a ponerse. El futuro era incierto, pero lo enfrentaban juntos. Nada podría separarlos ahora.

Al final, el contrato entre ellos se disolvió, pero algo mucho más fuerte se había formado en su lugar: una relación construida sobre la confianza, el respeto y, por sobre todo, el amor. La vida no siempre sería fácil, pero sabían que, mientras estuvieran juntos, podían superar cualquier obstáculo que se les presentara.

Y aunque la ciudad seguía siendo tan ruidosa como siempre, para Katsuki y Izuku, su pequeño mundo, lleno de risas, discusiones y momentos de calma, era todo lo que necesitaban para ser verdaderamente felices.

Fin.

El contrato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora