El punto de quiebre

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Capítulo 14

Los días que siguieron al enfrentamiento entre Katsuki y Daichi fueron una montaña rusa de tensiones. A pesar de las promesas de protección de Katsuki, las sombras del pasado de Izuku seguían acechando, y la amenaza de Daichi se intensificaba. La relación entre Izuku y Katsuki había alcanzado un punto crítico, con Izuku luchando por mantener la calma mientras la verdad sobre su pasado comenzaba a salir a la luz. Sin embargo, la presión comenzó a derribar las defensas de Izuku, obligándolo a tomar una decisión que cambiaría su vida por completo.

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La amenaza se intensifica

Al día siguiente, el entorno en la mansión Bakugo se volvió más tenso. La situación con Daichi no solo afectaba la relación entre Izuku y Katsuki, sino que también ponía en riesgo la estabilidad de la familia Bakugo. Los medios de comunicación continuaban especulando sobre el oscuro pasado de Izuku, lo que llevó a varios socios de la empresa a cuestionar su relación con el joven. La presión de la familia y los contactos de Katsuki se volvían cada vez más insostenibles.

Katsuki, como siempre, mantenía una fachada fuerte, pero su preocupación era palpable. Al llegar a la mansión esa tarde, vio a Izuku sentado en el jardín, mirando al horizonte con una expresión perdida. Decidió acercarse, pero la actitud de Izuku era diferente esta vez. Su postura parecía más rígida, y sus ojos no reflejaban la calma que solía tener.

—¿Deku? —dijo Katsuki con su habitual tono directo, pero esta vez había una fragilidad en su voz.

Izuku levantó la mirada lentamente, su rostro tan impasible como siempre, pero había algo en sus ojos que Katsuki no pudo descifrar.

—Necesito hablar contigo, Kacchan.

El aire entre ellos se cargó de una tensión palpable. Katsuki se sentó a su lado, esperando, pero sabía que algo no estaba bien. Izuku nunca pedía hablar, especialmente no con esa expresión tan distante.

—¿Qué pasa? —preguntó Katsuki, aunque su intuición le decía que algo grande estaba por suceder.

Izuku se quedó en silencio durante unos segundos, buscando las palabras adecuadas para lo que tenía que decir. Finalmente, las pronunció con una calma que desconcertó a Katsuki.

—Quiero irme.

La respuesta fue como una bofetada. Katsuki no reaccionó de inmediato, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. ¿Irse? ¿De qué hablaba?

—¿Qué estás diciendo, Izuku? —su voz salió rasposa, la ira y el dolor comenzando a mezclarse en su pecho.

Izuku lo miró, sus ojos vacíos de emoción.

—No quiero seguir arruinando tu vida. No quiero ser el motivo de que todos los problemas de tu familia se intensifiquen. Y sé que Daichi no va a parar. Si sigo aquí, solo voy a ponerte en más peligro.

Katsuki tragó saliva, su mente dando vueltas. No podía dejarlo ir, no de esta manera. Pero había algo más que lo confundía. ¿Por qué Izuku estaba tan decidido a huir? Estaba claro que no lo hacía por miedo, sino por un sentido de culpa y responsabilidad que Katsuki no entendía del todo. El dolor en su pecho se hacía más fuerte, y algo dentro de él estalló.

—¡Tú no eres el problema! —gritó Katsuki, dándose cuenta de lo mucho que había estado reprimiendo. —El problema es ese maldito. ¡Él es el que debería irse!

Izuku apartó la mirada, sus ojos llenos de conflicto. Su respiración se volvió más agitada, y por un momento, Katsuki creyó que estaba a punto de estallar. Pero en lugar de eso, Izuku se levantó lentamente, dando un paso atrás.

—Lo que está en juego aquí es más grande que nosotros, Kacchan. Ya no puedo seguir siendo una carga para ti.

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La revelación

Esa misma noche, tras una cena tensa, Izuku decidió tomar cartas en el asunto. Sabía que no podía seguir viviendo así, atrapado entre su amor por Katsuki y las sombras del pasado que lo perseguían. Tomó una decisión inesperada y se preparó para irse. No quería involucrar a Katsuki más de lo necesario, pero su amor por él se había vuelto un peso insoportable, algo que ni siquiera él mismo podía controlar. Al menos, si se iba, Katsuki no tendría que cargar con la culpa.

Izuku empacó algunas de sus cosas en silencio, sin hacer ruido para que Katsuki no lo descubriera. Pero no iba a ser tan fácil escapar. Cuando estaba a punto de salir por la puerta trasera, sintió una mano firme sujetándole el brazo.

—¿A dónde crees que vas? —La voz de Katsuki resonó en la oscuridad de la entrada, y el miedo que había estado sofocando en su pecho se desbordó en un solo grito de desesperación.

Izuku intentó zafarse, pero Katsuki no lo dejó ir. La mirada furiosa de Katsuki lo atravesó, y por primera vez, vio la vulnerabilidad de su compañero.

—No me dejes, Deku —dijo Katsuki, casi suplicante.

Izuku giró la cabeza, sintiendo que su corazón se rompía al ver el dolor reflejado en los ojos de Katsuki.

—No es por ti… Es por mí. Lo que hice, lo que soy… No puedo seguir arrastrándote conmigo. No lo puedo hacer, Kacchan. —Izuku cerró los ojos, sintiendo el peso de sus palabras.

Pero Katsuki no aceptó esa respuesta. Agarró su rostro con ambas manos, obligando a Izuku a mirarlo directamente.

—¿Por qué siempre tienes que complicarlo todo? ¡Yo te amo, maldita sea! ¡Te amo más de lo que jamás pensé que sería capaz de amar a alguien!

Izuku se quedó congelado, mirando a Katsuki con los ojos abiertos de par en par. La confusión y el miedo comenzaron a desmoronarse en su pecho, pero no podía creer lo que acababa de escuchar.

—Kacchan… Yo… —las palabras se le escaparon de la garganta con dificultad.

Katsuki, sin esperar más, lo besó. Un beso feroz, lleno de desesperación y pasión reprimida, que hizo que ambos olvidaran todo lo demás por un momento. No había dudas, ni arrepentimientos, solo el ardiente deseo de que todo terminara en ese instante, de que nada más importara.

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El desenlace final

Sin embargo, esa misma noche, la realidad de su situación los golpeó con fuerza. Un mensaje llegó a la pantalla de Katsuki. Era de Daichi.

"Sé que te importas por él, pero todo tiene un precio, Bakugo. Si realmente quieres salvarlo, ven a donde te diga."

Izuku miró a Katsuki, la preocupación en su rostro volviendo a ocupar el lugar que había dejado el amor.

—No es seguro, Kacchan. Debes ir con cuidado.

Katsuki la miró, su rostro lleno de determinación.

—Voy a ponerle fin a esto. No puedo dejar que sigas huyendo. Esta vez, Daichi pagará las consecuencias.

Izuku, sin embargo, sabía que Daichi no se rendiría tan fácilmente. El verdadero conflicto estaba apenas comenzando, y ya no había vuelta atrás. Aquel beso entre ellos solo había sido un preludio de lo que estaba por venir.

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