Cariño, respira...

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POV RAFE:
Era una tarde bastante calurosa.
El sol brillaba en su máximo esplendor y, que mejor que aprovechar y salir con tu novia a dar un paseo.
Pues lamentablemente yo no era de esos.
Maxine estaba teniendo una tarde de chicas con Kiara y la tonta de mi hermana.
Aún sigo sin entender cómo puede ser amiga de ellas dos.
Es que joder, comparándolas, Maxine lo es todo, y ellas nada.
Maxine es buena chica, con todo el mundo, es valiente, guapa, sexy...
Y ellas... Se enrollan con todos los tíos pogues y ya está.
Pero bueno, hoy me toca una tarde solo.
Lo bueno es que podré ir al gimnasio, así podré fortalecer mis músculos y cargar las veces que quiera a Maxine hasta la cama.
Ehem ehem... Digo.

Hacia rato que había llegado al gimnasio.
Llevaba los cascos puestos y ropa corta y suelta para poder hacer mi entrenamiento.
Me había encontrado con algunos amigos y de vez en cuando me paré a hablar con ellos.
Hasta que recibí una llamada de un número desconocido.
Al principio dudé un poco en cogerlo o no, pero finalmente acepté la llamada y me llevé mi teléfono a la oreja.

—¿Hola?

—Rafe, soy Kiara— en su voz notaba cierta angustia.

—¿Por qué me llamas? ¿No estabas con Max y Sarah? —no me apetecía hablar con ella, así que impacientemente esperaba poder colgar la llamada y volver a lo mío.

—Por eso te estoy llamando, necesitamos tu ayuda —en su voz se notaba la angustia y, no pude evitar cierta preocupación al pensar si a Max le había ocurrido algo.

—¿Qué ocurre? —mil ideas horribles comenzaron a pasar por mi cabeza.

—Es Max... Tiene un ataque de ansiedad.

—Llego en diez minutos.

Y por suerte llegué en menos del tiempo que había dicho.
Y más suerte tuve de que ningún policía me pillara a la velocidad que iba con la moto para llegar a casa de Max. Donde estaban las tres chicas.
Nada más tener la puerta en frente de mi piqué lo más fuerte que pude para que me oyeran y entrar lo más rápido posible.
En cuestión de segundos me recibió Sarah. Su rostro estaba pálido y se notaba la angustia en el lugar.

—¿Dónde está mi mujer?

Ella ni siquiera dijo nada, con el brazo, señaló hacia las escaleras, dándome a entender que estaba en su habitación.
En menos de veinte segundos llegué a la puerta de su cuarto y, con una patada pude entrar.
Ahí fue cuando me encontré a Kiara agachada, tapando algo que no lograba ver, cara a una esquina de la pared.

—Max, tranquila, respira...

—NO ME TOQUES —un grito desgarrador venía proveniente de esa esquina.

—Kiara, ya estoy aquí —me acerqué rápidamente a las dos chicas, causando que Kiara se girara un poco y Max posara su mirada sobre mi.

—Rafe... ¿Qué haces aquí?—la voz de la chica sonaba rota, parecía casi un susurro. Su rostro estaba completamente mojado por sus lágrimas y parecía que le costará respirar.

—Cariño, he venido nada más me han dicho que estabas teniendo un ataque de ansiedad... —automáticamente, me agaché en frente de ella pero, noté en su rostro de, aparte de agonía, de decepción.

—No, lo ultimo que quiero es que haya más gente preocupándose por mi. Iros, todos , ahora —sin embargo, por mucho que hablara, en sus ojos notaba lo contrario. En ellos había miedo, y que no quería estar sola en aquellos momentos.

Sus piernas temblaban, al igual que sus brazos.
Las lágrimas no paraban de caer por su rostro y los jadeos no terminaban a causa de la falta de oxígeno.
De vez en cuando, la chica soltaba algún que otro quejido más un grito, causando que las demás se asustaran más.

—Escuchame cariño, todo va a salir bien, ¿De acuerdo? —delicadamente, posé una mano en su pierna. Y para mí sorpresa, por mucho que temblara, no la retiro, algo es algo.

Sin embargo, ella hacia caso nulo a mis palabras y, pareció que cada vez estuviera peor.
En su rostro podía descifrar dolor por la manera en que apretaba los ojos al cerrarlos y la mueca que hacía.

—Hey, escuchame —no pude evitar que, en un rápido movimiento, agarré delicadamente su rostro para que me mirase—. Cariño, respira... Estoy contigo de acuerdo, no me voy a ir a ningún lado. Respira conmigo...

Con toda la paciencia del mundo, cosa que no tenía con nadie. Comencé a inhalar y exhalar, esperando que ella llegara a copiarme.
Pero no lo hacía, ella seguía sufriendo y yo me estaba muriendo por dentro sin saber que hacer.

—Cariño, necesito que me imites. Quiero que estés bien, todo el mundo lo quiere. Respira... Mírame.

Seguí inhalando y exhalando pero, ahora por fin, con su mirada posada en mi y, al cabo de los segundos, comenzó a copiarme. Con cierta dificultad, pero por fin lo estaba haciendo.

—Eso es nena, lo estás haciendo muy bien. Sigue así —no pude evitar una sonrisa de lado que me apareció al notar como Max iba mejorando y recuperando su respiración normal.

Al paso de los minutos, Max ya no lloraba, tampoco temblaba y volvía a tener la respiración tranquila.
Todo había pasado.
Y por instinto, la atraje hacia a mi y la abracé, sintiendo su cabeza en mi pecho.
Cerré los ojos cuando sentí el alivio pasar por mis venas.
Joder, que mal momento.
Entonces me acordé de quienes había detrás de nosotros dos.

—Oye Emm... —mire hacia Kie y Sarah, quienes ya parecían estar también más aliviadas—. Creo que deberíais iros a casa, Max tiene que descansar y un poco de tranquilidad en estos momentos.

—Eh, si si... No pasa nada —las chicas parecían estar sorprendidas al ver cómo tenía a Max sujeta a mi, o tal vez por lo que acaban de ver.

—Mañana vendremos a verte, Max —Sarah fue la que con más tranquilidad se lo tomó—. Rafe, cualquier cosa llámanos.

—Si, gracias.

A los pocos segundos se escuchó la puerta principal, cerrarse, dando señal de que estábamos solos.
Yo aún tenía a Max en mi pecho, envuelta en mis brazos.
No podía evitarlo, podría tenerla así para siempre, protegiéndola de cualquier cosa que le hiciera daño.

—¿Estás mejor, cariño? —poco a poco, fui soltándola, hasta volver a nuestra posición anterior.

—Si...gracias por todo—su voz era un leve susurro y, su rostro estaba boca abajo.

—Hey, no me tienes que dar las gracias —con una de mis manos, acaricié su mejilla y pude conseguir que ella misma subiera la mirada.

Despacio, me acerqué un poco más a ella y posé un delicado beso en sus labios, cosa que ella aceptó al instante.
Noté su mano apoyarse en mi nuca para que me acercara más a ella, mientras que las mías se apoyaban en su cuello o cintura.
Al poco tiempo, comenzábamos a quedarnos sin aire y, a regañadientes, tuvimos que separarnos.
Nuestras frentes se juntaron y, no pude evitar sonreír antes de decirle aquellas tres palabras que me gustaba recordarle cada día.

—Te amo, Max.

—Yo también te amo, Rafe.

Rafe Cameron One Shots Donde viven las historias. Descúbrelo ahora