Capítulo 10

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Adrián

La presentación fue menos traumática de lo que esperaba. Diana se mostró segura, casi como si nada hubiera pasado por la mañana, y Ulises mantuvo su seriedad habitual, aunque yo veía una ligera incomodidad en sus gestos, probablemente pensando en su hermana o en lo que había pasado con Diana. Al final, incluso recibimos unos buenos comentarios, y me sentí aliviado al ver que mis noches de insomnio no habían sido en vano.

De camino a casa y bajo la atenta mirada de Ulises, fuimos repasando el plan.

—Entonces, hacemos como si tuviéramos algo solo cuando estemos en clases o en fiestas. —dijo ella, dudosa.

—Sí, así él se sentirá humillado y tú quedarás mejor que él, además, créeme, muchos chicos se fijarán más en ti.

—¿Y tú qué ganas en todo esto? —pregunta Ulises, que me conoce muy bien.

—Yo simplemente seré un maravilloso novio falso.

—¿No pides nada a cambio?

—Bueno, de vez en cuando me gustaría que nos hiciésemos fotos para pararle los pies a una chica.

Los dos se miran, sonríen divertidos y me vuelven a mirar.

—Sabía que hacías esto por algo, ¿quién es mi adversaria?

—Secreto.

—Será un secreto muy malo cuando no quieres enseñar nada. —dice Uli y yo me río.

—Bueno, ¿trato? —le ignoro.

—Trato, y, por cierto, ¿podrías darle el calzoncillo a Pablo? Ahora sí que no lo quiero.

Seguimos caminando y ella me da la mano, gesto cariñoso, pero que no pasa desapercibido para mí. Sé que le gustaba y ella a mí también en su día, aunque fuese sexualmente.

Esa conversación la tendré sin “don sinceridad” delante porque es evidente que le molesta esto y no hace falta que diga por qué.

La tarde la pasamos cada uno con nuestras tareas y aproveché que mandamos a Ulises a comprar para subir al cuarto de Diana y hablar con ella, llamé a la puerta y ella me dijo que entrase.

—¿Puedo, bizcochito?

Asiente y yo paso, da unos golpecitos a su lado en la cama y yo me siento, salvando las distancias.

—¿Vienes a hablar sobre el trato? Tenía dudas sobre unas cosas. —me dice y asiento.

—Dime.

—¿Cómo vamos a pararlo?

—Podemos poner como fecha límite diciembre, pero con que lo dejemos de aquí a dos meses va bien.

—Perfecto, yo quiero dejar muy claro que solo somos amigos, ¿verdad?, no quiero confundirte. Lo mío contigo quedó atrás hace mucho. —me dice y yo le digo lo mismo.

—Quería dejar claro contigo los límites físicos, qué puedo o no hacer.

—Por mí no hay problemas, verás, somos maduros como para saber los límites y mientras no se nos caliente la cabeza no me importa si me besas o me tocas o algo. —comenta ella y yo, por algún motivo, me pongo nervioso.

—Vale, entonces, ¿tenemos que practicar? No quiero que Pablo nos pille.

—¿Practicar? —pregunta, confusa—, ¿besos?

Asiento y ella se pone roja, admito que para mí esto es mucho más raro.

—Si quieres, si no, no importa.

En El Punto De PartidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora