Capítulo 12

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Diana

Todo el mundo iba dormido de camino al viaje, salimos muy temprano para que no nos pillasen las masas de turistas. La guía iba contando la historia de la familia cuya casa vamos a ver, a mí me emocionaba porque era una casa del siglo XVIII con todo lo que eso implica: ropa, decoraciones, vajillas y un sinfín de cosas que me gustan.

En este grupo de alumnos no está Renata así que Ulises va solo, él está a mi otro lado del asiento, con el pasillo que nos separa y es el único que está prestando atención además de mí.

Adrián está dormido sobre mi hombro. Anoche en casa hicimos una pequeña fiesta con nuestros primeros amigos irlandeses, algunos más que venían de España y de otros países. No fue nada loco, bebimos, comimos pizza, bailamos...

Pero Adri llevaba días obnubilado, ido, como si no se detuviese mucho en pensar y simplemente se dejase llevar por la inercia del movimiento.

—Tengo muchas ganas de ver toda la ropa de la señora, las mesas montadas con toda esa vajilla, los cuadros...

Ulises mostró una breve sonrisa.

—Me alegra que te ilusione, yo voy por ver la biblioteca.

—¿Cómo estás? Últimamente no hablamos.

—Bien.

Genial, don simpatía, traté de ignorarlo y me mantuve concentrada en escuchar a la guía, pobre mujer, nadie la escuchaba. Pensé en mi madre y en lo mucho que le gusta hablar de todo aquello que le apasiona.

Ulises parece que no se percató de que su tono y su única palabra como respuesta me habían molestado. Yo seguí mirando el paisaje verde irlandés y divisé la casa señorial en lo alto de una colina verde esmeralda.

Estaba nublado, nada sorprendente, empezaba a acostumbrarme a este tiempo.

Cuando vi la estructura de la casa, los tipos de ventanas y ese pórtico clásico con la puerta de entrada supe que estaba ante una de las casas más bonitas que jamás vería.

No tenía nada que ver con la casa del señor Darcy en Orgullo y Prejuicio, la de la película, claro. Pero solo con saber que era una casa histórica ya me hacía volar la imaginación.

Me imaginé corriendo por esos pasillos con un lazo en el pelo, un vestido vaporoso y sin preocupaciones. Con un señor Darcy que me amaba incondicionalmente.

Y suspiré, demasiado alto, captando la mirada de mi gruñón compañero.

—¿En qué piensas?

—En nada. —le dije de la misma manera tosca como la que él usó conmigo.

Casi celebro su cara de sorpresa, acomodo más a Adrián y le doy la espalda a Ulises.

La visita era un sueño, ver todo el mobiliario de la casa Russborough para mí fue como traer a la realidad todos esos espacios que imaginé leyendo libros de la época.

Con cada detalle me quedaba embobada, me perdía entre ellos y tenía que ser traída a la realidad de nuevo por Adri que tiraba de mí suavemente hacia la siguiente estancia.

Cuando vimos los jardines supe que si algún día fuese estúpidamente rica me compraría una casa de este estilo, solo usaría vestidos vaporosos y no tendría nada de contacto con el exterior. Solo mis libros, mi pareja, mi té y yo.

Divisé a Ulises al otro lado del salón principal, miraba una pequeña estantería que estaba repleta de libros. Me acerqué a él y me miró unos segundos antes de volver a ver todo el catálogo. Ni siquiera sé porque algo me movió a ir a su lado.

En El Punto De PartidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora