Capítulo 7

19 5 13
                                    

Diana

Habíamos venido a comer Pablo y yo a un parque muy famoso en la ciudad conocido como el parque Phoenix.

Estábamos teniendo una cita, algo que no suele pasar entre nosotros, yo me había vestido para la ocasión con un vestido suelto y vaporoso de flores y él había venido con sus pantalones de hacer deporte y camiseta de algún equipo de fútbol. Siempre vestía así, fuese la ocasión que fuese. No me gustaba, pero no le iba a decir cómo vestirse, era bastante mayorcito para estas cosas.

Yo había preparado una lasaña de comer y unas magdalenas para el postre, bueno, le había pedido el favor a Ulises que lo hizo a cambio de que pusiese a lavar antes su ropa.

Pablo había traído una botella de vino para compartir además de algunos tentempiés de la sección del supermercado de la comida ya preparada.

Estábamos sentados en el césped sobre una manta cuando él comenzó a hablar.

—Creo que deberías venirte a vivir a mi piso.

—¿Cómo?

No acostumbraba a oírlo decir ese tipo de cosas, tampoco sabía si lo decía como algo romántico o si era más bien posesivo. Nunca me ha catalogado como su novia, pese a que yo a él sí y no iba a empezarlo a hacer ahora.

Lo sé porque empezó a mirar hacia otro lado, rehuyendo de mi mirada, algo que hace cuando sabe que lo que ha dicho me va a sentar mal.

—¿Prefieres vivir con dos chicos diferentes a mí? —soltó.

Ahí estaba el Pablo que no me gustaba, el posesivo, tóxico y, a veces, machista.

—Ambos sabemos que Adrián es solo un amigo y Ulises no me atrae en absoluto.

—Pero no es correcto que vivas con otros chicos teniendo yo una cama libre en mi casa.

—Pablo, es mi casa, mi libertad, mi espacio y me da igual si tengo que compartirlo con dos chicos o dos chicas, yo no te he exigido nada acerca de tus dos compañeras de piso.

—Sabes que lo mío es una residencia y que no controlo si en la planta viven más chicas, somos prácticamente todo hombres.

Bebí algo más de mi copa de vino mientras la lasaña en mi estómago se revolvía. Él puso una mano sobre mi pierna desnuda para tranquilizarme, pero yo estaba enfadada.

—Estoy cansada de que pienses que te voy a poner los cuernos cuando eres tú el que decidió tener esta especie de relación abierta para seguir acostándote con otras mujeres.

Él se incorporó bruscamente y me miró, le había ofendido y mucho, pero siempre era lo mismo, empezaba a hartarme.

—Diana, no es así, no es justo que me culpes porque conmigo se quieran acostar otras mujeres y contigo otros chicos no.

Me quedé tan patidifusa que ni siquiera supe lo que decir, era un capullo, estaba comportándose como uno.

—Muchos hombres querrían acostarse conmigo y otros muchos lo intentan porque ven que no me tratas ni medio normal, la gente está harta de decirme que no debería de estar contigo y yo me parto la cara para defenderte, ¿y qué vas y haces tú? desacreditarme —me puse de pie y empecé a recoger mis cosas—, te crees que soy una pobre chica en la que nadie se fija y te equivocas, he dicho que no muchas más veces de las que te piensas solo por ti, estoy harta de defenderte. No es justo, merezco más, mucho más.

—¿Crees que esto es fácil para mí? No sé cómo es tener una relación, intento tener detalles contigo y siempre estás a la defensiva.

—Será porque siempre me recalcas lo fea que soy. —dije mientras terminaba de meterlo todo en la mochila, me quedé helada cuando vi que ni siquiera estaba por la labor de decirme que me equivocaba.

En El Punto De PartidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora