Capítulo 9: Esencia de Lavanda

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Maldita Tara, maldita Amanda, ¡Malditos todos!

Se repetía internamente Anicca mientras caminaba a gran velocidad por el castillo. Llegaba tarde a clases, pero no a cualquier clase, sino a clase de Matemáticas, con la estricta profesora Colosio.

¡Seguro que la suspendía!

Todo porque se había quedado dormida.

Aquella noche se había quedado hasta tarde preparando el examen que tenía programado para esa misma tarde. Revisó una y otra vez sus apuntes, repasó fechas y conceptos clave, pero nada de esto hubiera pasado si alguna de sus compañeras de habitación hubiera tenido la decencia de despertarla a tiempo.

Subió los escalones de dos en dos, tratando desesperadamente de acelerar el paso. Un dolor punzante en el costado izquierdo comenzaba a aprisionar sus costillas, dificultando su respiración normal.

Algunos mechones de su cabello se habían liberado de la trenza y caían desordenadamente sobre su frente; apenas había tenido tiempo para arreglarse, había tenido que salir corriendo. Ni siquiera había tenido la oportunidad de desayunar.

Con el reloj de pulsera en la mano, sin detenerse, vio que eran las ocho y cinco. Las clases empezaban a las ocho en punto.

¡Joder!

Agarró la correa de su bandolera y se esforzó por aumentar la velocidad. Subió más escaleras hasta llegar al cuarto piso. Los pasillos estaban desiertos, todos los alumnos ya estaban en sus respectivas aulas y las puertas cerradas.

Sin embargo, como si el destino hubiera escuchado sus súplicas, oyó voces y risas escandalosas provenientes del aula 410. Suspiró aliviada, la puerta de su clase era una de las pocas que aún permanecía abierta.

Tal vez Colosio había tenido un imprevisto.

Recorrió el pasillo a pasos rápidos, adentrándose en el aula con la respiración agitada y el corazón, golpeándole el pecho con un ritmo constante y frenético. Al llegar, se detuvo junto a la puerta, tratando de recuperar el aliento mientras sus ojos barrían rápidamente el aula. Reconoció a sus amigos al fondo y, al instante, Tomasso la vio, le sonrió y le hizo un gesto para que se acercara.

Dispuesta a avanzar, Anicca dio un paso hacia adelante cuando de repente sintió un sobresalto. Una masa grande y sólida chocó violentamente contra su espalda, desequilibrándola por completo y haciendo que su bandolera cayera al suelo con un estruendo seco.

La bolsa se abrió de par en par y la mitad de sus pertenencias salieron rodando por el suelo en todas direcciones.

Anicca sintió cómo unas manos fuertes se aferraban a sus hombros, impidiendo que se precipitara de cabeza al suelo junto con el resto de sus cosas.

— ¡La hostia! —, escuchó exclamar tras ella una voz ligeramente ronca.

— ¡Mierda! —, gritó Anicca tras ver el desastre, con voz algo inestable.

¡Jesús, ¿por qué yo?!

Contuvo un gemido y se liberó del firme agarre, bruscamente.

Con un suspiro de frustración, se dejó caer de rodillas para recoger sus libros esparcidos por el suelo. Al inclinarse, arrugó la nariz al escuchar el crujido inconfundible de vidrio rompiéndose.

Miró con horror cómo el frasco de perfume que siempre llevaba en su neceser se había hecho añicos, derramando su fragancia sobre sus libros y libretas, empapándolos con un aroma penetrante.

Blasfemando por lo bajo, empezó a apilar todas sus cosas de manera apresurada, guardándolas con torpeza y demasiado ímpetu en su bandolera.

Podía sentir las miradas fijas sobre ella, notando cómo las charlas y risas, que llenaban la clase momentos antes, se habían desvanecido, reemplazadas por un incómodo silencio y miradas curiosas que seguían cada uno de sus movimientos.

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⏰ Última actualización: 3 days ago ⏰

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