Angeles en el camino

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A veces, de formas inesperadas, llegan personas que transforman nuestra vida como un vendaval, sacudiendo el alma y dejando huellas imposibles de olvidar. Estas personas están y estarán siempre presentes, porque huelen a hogar, a abrazos sinceros, a apacibilidad familiar. Tienen la calidez de una medicina para la tos o son tan refrescante como un té frío con limón en un día de calor.

Su presencia es suave como la brisa mañanera, y a la vez inquebrantable como un álamo firme y resistente. Se acercan para enseñarnos a no perdernos en el camino, nos proporcionan sombra cuando necesitamos descanso, igualmente,
nos brindan lecciones para que aprendamos a valorar lo que ya tenemos y nos recuerdan la belleza que existe en todo aquello que ya nos pertenece. Con su apoyo nos guían a decidir libremente hacia donde debemos dirigir nuestros pasos.

No son casualidades ni simples coincidencias, solo están destinadas a estar en nuestra presencia, para ayudarnos a sanar y para transformar nuestras heridas en cicatrices. Son capaces de coser con paciencia y cariño lo que no rasgaron, también, nos enseñan a no forzar lo que ya está roto y nos instan a dejarlo ir sin apego y resentimiento. De forma extraordinaria, logran que el peso de nuestras dolencias sea más llevadero.

Personas que nos impulsan a seguir en el aprendizaje de nuestra existencia, mostrándonos con su serenidad que el corazón necesita pausa, su propio ritmo, su propio renacer y al mismo tiempo nos alientan a liberar las emociones cargadas de desesperanza y sobre todo, aquellos pensamientos que pesan. Su apoyo nos delinea de una manera más real, más humana y más tranquila.

Son seres que escriben en nuestra alma y sus letras son perpetuas. Ven la magnitud de nuestro dolor, sin juzgar o minimizar lo que estemos sintiendo o viviendo; simplemente comprenden que podemos estar coloreados por sombras o miedos y a través de su calma nos ofrecen un pincel para que pintemos de nuevo el cielo con nuestra esencia, plasmando todo aquello que llevamos dentro, con el fin de que podamos convertirlo en fuerza, renovación y bellos sentimientos.

Cuando todo parece llegar a desmoronarse, con su calidez nos toman de la mano para levantarnos, y a través de un abrazo disipan nuestras penas hasta que logramos caminar más seguros y más ligeros. Son personas que sin importar el lugar donde se encuentren, su bondad y generosidad llegan como la luminosidad de la luna, porque no existe distancia alguna que no permita apreciar lo grande que es el tamaño de sus corazones y el brillo infinito del centro de sus almas.

No impone la situación que estemos viviendo, siempre reconforta la llegada de un "Ángel" a nuestro destino, ellos son sorprendentemente buenos, iluminan y comparten su luz sin egoísmo alguno. Son como un faro guiando lentamente a un barco en medio de la oscuridad y en la tormenta se convierte en una apacible paz.

Dios en cada proceso tiene un propósito, y en ellos incluye el rol que tienen las personas que inesperadamente llegan a nuestra vida, para tocarla de una manera profunda perenne y sincera.

Dedicado a cada "Ángel" que  lleva impreso el amor del Creador en su corazón y su presencia ha logrado tocar nuestra existencia.

M.G.
Nahiara

Nahiara: Luz de luna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora