Capítulo 26 Jon (Final)

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Jon

Jon abrió los ojos y se levantó bruscamente, con un escalofrío y un presentimiento que le recorría todo el cuerpo.

—¡¿Qué sucede?! —exclamó Ygritte, que había estado durmiendo sobre el pecho de Jon.

Ygritte saltó de la cama, y en un segundo tenía una lanza en sus manos. Jon solo pudo parpadear, pues ni siquiera su ropa había sido una prioridad para ella. Pero no era momento para sorprenderse, y Jon también se lanzó hacia su ropa de pieles y su capa negra.

—Ellos ya vienen —dijo Jon, ajustando su espada mientras se acercaba al armario para buscar su rifle.

—¡Mierda, al fin! —dijo Ygritte escupiendo al suelo—. ¡Creí que moriría de vieja antes de que decidieran atacar! —se quejó Ygritte mientras terminaba de vestirse y se acercaba para tomar un rifle.

Jon hizo una mueca, pues no esperaba que los caminantes blancos atacaran. Jon había ignorado las advertencias de su hermano Robb, pero ahora sabía que Robb tenía razón: los caminantes blancos no tenían ninguna oportunidad en esta batalla.

Mientras terminaba de vestirse, Jon pensó que quizás la llegada del invierno hacía un año les había dado confianza para atacar.

Quizás, los Caminantes Blancos creían que ellos estaban incomunicados y que los ejércitos de los Siete Reinos tendrían dificultades para apoyar a la Guardia de la Noche. Pero eso solo era así si no tomaban en cuenta que, en la Muralla, había un ejército de cinco mil hombres estacionado, y en esta Ciudad de Invierno, había otro ejército de diez mil hombres del pueblo libre, bajo el mando de Jon… supuestamente.

Jon abrió la puerta de su habitación y se encontró con Samwell, quien parpadeó al ver salir a Ygritte con la lanza en la mano. Ella se encogió de hombros al ver a Sam y salió corriendo para reunir a sus tropas.

Jon se ruborizó un poco, pero Sam solo parpadeó y miró los pergaminos que llevaba en la mano.

—Jon, lord Stark ha enviado cuervos. Los caminantes blancos avanzan hacia el Muro. Los refuerzos del Norte se reunirán directamente en la Ciudad de Invierno y estarán aquí en tres días —informó Sam, quien había tomado el puesto del maestre en el castillo. Jon asintió.

—Ellos han apurado el paso; no llegarán más tarde que mañana —dijo Jon—. Convoca a todos al salón y envía cuervos al lord comandante —ordenó Jon, y Sam asintió y salió apresurado.

Jon fue con el mayordomo para revisar las provisiones y armas. Para esta guerra, el rey Stannis había estado enviando provisiones al Castillo Negro, y como la Ciudad de Invierno era la retaguardia, y allí estaba el ejército del pueblo libre, les llegaban parte de estos envíos.

Las armas enviadas por el rey Stannis no eran rifles, sino lo que Robb llamaba escopetas, y estas no disparaban un proyectil, sino una ráfaga de pequeñas bolas de fuego.

Lo mismo ocurría con los cañones, que no disparaban proyectiles sólidos. Esto hacía que estas armas fueran efectivas a lo sumo a cien metros, y los cañones a poco más de doscientos metros. Pero contra ejércitos de no muertos que ardían como yesca, y en los cuales los rifles de proyectiles solo romperían algunos huesos, estas armas eran ideales.

En cuanto a los caminantes blancos, a ellos no les afectaba el fuego, pero eso también había sido previsto por Robb, y tenían proyectiles de obsidiana mezclados con plomo para darles mayor alcance.

Debido a estas armas, Jon no entendía cómo los caminantes planeaban superar sus defensas, pues, literalmente, llovería fuego sobre sus cabezas cuando se acercaran al Muro.

Los pensamientos de Jon fueron interrumpidos cuando tres guardias negros se unieron a él al doblar el pasillo que llevaba a su habitación. Jon hizo una mueca.

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⏰ Última actualización: 18 hours ago ⏰

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