El campamento estaba en su apogeo. A medida que pasaban los días, las actividades en la pista de patinaje se volvían más intensas, y Gabriel y Dani pasaban cada vez más tiempo juntos. Desde que fueron asignados como compañeros de habitación, su relación había crecido de una manera que ambos comenzaban a notar: Dani sentía que Gabriel se había convertido en una especie de "ancla", alguien que le daba calma; mientras que Gabriel encontraba en Dani una fuente constante de energía y, aunque le costaba admitirlo, un compañero que hacía que el día fuera algo más que entrenamiento.
Esa tarde, justo después de la comida, se organizó una sesión libre en la pista de patinaje para que los participantes del campamento pudieran practicar lo que quisieran. Todos estaban emocionados; los rumores decían que esa noche habría una competencia amistosa bajo las luces, una oportunidad para demostrar sus habilidades y, tal vez, ganar un par de aplausos de sus compañeros. Cuando Gabriel y Dani escucharon el anuncio, ambos intercambiaron una sonrisa de complicidad.
-¿Listo para sorprender a todos? -preguntó Dani, mirándolo con esos ojos llenos de entusiasmo.
-Más bien... ¿listo para que dejes de sorprenderme tú? -replicó Gabriel, con una pequeña sonrisa divertida que hizo que Dani soltara una carcajada.
La pista estaba iluminada con luces que reflejaban el brillo del atardecer. Gabriel comenzó a calentar, haciendo algunas vueltas con movimientos suaves y controlados, mientras que Dani se lanzaba a practicar giros y trucos con una libertad que hacía que pareciera que volaba. Ambos entrenaban, pero también se miraban de reojo. Gabriel observaba cómo Dani giraba, a veces tropezando y riéndose de sí mismo, y no pudo evitar sonreír ante la visión de ese chico pequeño y vivaz que irradiaba tanta energía.
Después de unos minutos, Dani se deslizó hacia él y se colocó a su lado, intentando imitar los movimientos controlados de Gabriel. Por un momento, intentó mantener el ritmo, pero su entusiasmo lo superó y terminó agregando un salto improvisado que casi lo llevó al suelo. Gabriel lo miró, divertido.
-¿Crees que puedes controlar un poco esos impulsos? -bromeó, aunque sin malicia.
Dani soltó una risa entrecortada, rascándose la nuca.
-Controlar y yo no somos muy amigos, la verdad -dijo, antes de girar nuevamente con una sonrisa radiante en su rostro-. Pero, oye, quizás tú puedas enseñarme un poco de eso, ¿no?
Gabriel asintió, casi sin darse cuenta. La idea de ayudar a Dani le pareció atractiva, y en parte, le hacía sentirse algo protector.
-Está bien, si quieres aprender, te voy a enseñar -dijo, colocándose a su lado y comenzando a explicarle algunos de los movimientos más básicos para controlar el equilibrio.
Dani intentó seguir sus instrucciones con seriedad, aunque en cada paso había un toque de su habitual espontaneidad que a Gabriel le costaba corregir. Se sentía como si estuvieran en un mundo propio, uno en el que el tiempo pasaba sin que ninguno de los dos lo notara. En un momento, Gabriel, con un impulso casi instintivo, colocó su mano sobre el hombro de Dani para ayudarlo a estabilizarse.
Dani miró su mano y luego alzó la vista, encontrándose con los ojos de Gabriel, que brillaban bajo las luces. Fue un instante breve, pero Dani sintió cómo su corazón se aceleraba sin razón aparente. No estaba seguro de por qué, pero ese simple contacto parecía mucho más significativo de lo que debería. De alguna forma, parecía que entre los dos se había formado algo... algo que no requería palabras.
-Oye, Gabriel... -murmuró Dani, con una voz inusualmente suave.
Gabriel retiró la mano, un poco nervioso por la cercanía y, quizás, por esa mirada intensa de Dani que lo desarmaba. Carraspeó, desviando la vista para recuperar su compostura.
-¿Qué pasa? -preguntó, intentando sonar despreocupado.
Dani pareció dudar por un instante, pero luego negó con la cabeza, esbozando una sonrisa traviesa.
-Nada, solo pensé que... bueno, que esto es genial -dijo, ampliando su sonrisa-. Nunca pensé que haría algo tan bueno con alguien como tú. Eres... diferente.
Gabriel se sintió desconcertado por las palabras de Dani, pero antes de que pudiera responder, Dani tomó impulso y se alejó patinando de nuevo. Desde la distancia, le hizo un gesto para que lo siguiera, su risa resonando en la pista. Gabriel lo miró y, sin pensarlo dos veces, se lanzó detrás de él, sintiendo cómo su pecho se llenaba de una extraña sensación de ligereza.
Pasaron el resto de la sesión libre deslizándose por la pista, haciendo carreras y pequeños juegos, retándose mutuamente a hacer movimientos cada vez más complejos. Era como si fueran los únicos en el mundo, dos chicos compartiendo una conexión especial a través de algo que amaban. En algún momento, Dani comenzó a perder el equilibrio mientras intentaba una pirueta, y Gabriel, con reflejos rápidos, extendió sus brazos para atraparlo justo antes de que cayera.
Ambos se quedaron inmóviles, respirando agitadamente. Gabriel lo sostenía con firmeza, y Dani, sorprendido y un poco avergonzado, lo miraba fijamente.
-Gracias... -susurró Dani, sin saber si refería a la ayuda o a la manera en la que Gabriel siempre estaba ahí para él.
Por unos segundos, el mundo se desvaneció a su alrededor. Las luces de la pista, la música de fondo, las risas de los demás... todo quedó en silencio mientras se miraban. Dani, más impulsivo que de costumbre, se dejó llevar por una sensación que no comprendía del todo y, en un movimiento espontáneo, rodeó a Gabriel con sus brazos, apoyando su cabeza en su pecho en un abrazo cálido y prolongado.
Gabriel, sorprendido al principio, sintió un leve temblor en su interior, pero luego relajó su cuerpo y le devolvió el abrazo con suavidad, cerrando los ojos por un segundo. No estaba seguro de por qué, pero se sentía bien, seguro. Era como si el abrazo de Dani le diera un respiro de la vida, como si todos esos momentos en que se había mantenido serio y reservado se derritieran por completo en un solo instante de cercanía.
-De verdad, Gabriel... gracias por todo. Creo que... creo que este campamento no sería lo mismo sin ti -susurró Dani, con un tono que combinaba honestidad y ternura.
Gabriel tragó saliva, sus palabras tardando en formarse, pero al final, murmuró:
-No tienes que agradecerme nada, Dani... también siento que eres importante para mí aquí -respondió, sin soltarlo, sintiendo que las palabras le salían de manera más sincera de lo que imaginaba.
Cuando finalmente se separaron, ambos se miraron en silencio, y Dani, con una sonrisa cálida y ligeramente nerviosa, rió suavemente, como si quisiera aligerar la atmósfera.
-Vale, creo que hemos acaparado suficiente la pista, ¿no crees? -bromeó, aunque en sus ojos todavía brillaba algo más.
Gabriel asintió, intentando esconder la mezcla de emociones que lo invadía.
-Sí, supongo... -dijo, lanzándole una mirada que reflejaba todo lo que no se atrevía a decir en voz alta.
Ambos salieron de la pista, entre risas y miradas cómplices, conscientes de que algo había cambiado entre ellos. Desde aquel abrazo bajo las luces, sus pasos parecían guiarlos hacia una conexión más profunda, algo que no entendían del todo, pero que sabían que no podían ignorar.
Esa noche, en la habitación, mientras intentaban dormir, cada uno en su propia cama, ambos se quedaron en silencio, recordando el abrazo y sintiendo que, tal vez, habían encontrado a alguien especial en ese campamento.
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Sobre ruedas
Short Storyhistoria de romance adolescente que nace en un campamento de verano de patinaje. Dani, un chico alegre y adorable, y Gabriel, alto, serio y reservado, no podrían ser más diferentes, pero el destino los une cuando se convierten en compañeros de pista...