Capítulo 8: La Propuesta Más Dulce

0 0 0
                                    

Los días de reposo habían sido todo un cambio para Dani. Aunque al principio no soportaba la idea de estar limitado y no poder entrenar en la pista de patinaje, algo en esa pausa lo hizo sentirse agradecido. Porque si algo había cambiado en esas semanas, era la cercanía entre él y Gabriel. La distancia y la tensión incómoda que a veces existía en el inicio de su relación parecían haber desaparecido por completo. Ahora, Gabriel estaba a su lado constantemente, apoyándolo en cada pequeño detalle y sin dar ni una muestra de arrepentimiento. Incluso había conseguido permiso del director del campamento para quedarse en la misma habitación que Dani mientras él se recuperaba, argumentando que necesitaba supervisarlo de cerca.

Gabriel se había convertido en su apoyo incondicional, y cada día que pasaban juntos, Dani sentía cómo sus sentimientos por él crecían. Aquella tarde, Gabriel propuso algo distinto.

-¿Te apetece dar un paseo? -le preguntó Gabriel, con esa sonrisa cálida que Dani había llegado a amar tanto-. Te ayudaré, no te preocupes.

Dani, aunque sorprendido, asintió. Hacía tiempo que no salía de la habitación más allá de las visitas al médico. La idea de un paseo, especialmente con Gabriel, le pareció una excelente forma de despejarse y dejar de pensar en su tobillo.

Ya afuera, la suave brisa del atardecer acarició el rostro de ambos mientras caminaban despacio, Gabriel sosteniéndolo con cuidado para que Dani no pusiera demasiado peso en su pie. Recorrieron un sendero que bordeaba un pequeño lago dentro del campamento, y el sonido de las hojas susurrando a su alrededor les daba una sensación de paz. Al principio, ninguno de los dos hablaba demasiado; estaban sumidos en un silencio cómodo, disfrutando de la simple compañía del otro.

Finalmente, Gabriel se detuvo junto a un banco de madera frente al lago. Ayudó a Dani a sentarse y luego tomó asiento a su lado. Se inclinó un poco hacia él, y Dani notó algo en la expresión de Gabriel: una especie de mezcla entre nerviosismo y determinación, algo que no había visto antes.

-Dani... hay algo que llevo queriendo decirte desde hace tiempo, pero no encontraba el momento adecuado -comenzó Gabriel, mirando hacia el lago y luego regresando su mirada a Dani, que ya lo observaba con curiosidad.

Dani sonrió, intentando calmar a Gabriel. Él mismo sentía el corazón acelerarse solo de verlo tan serio y concentrado.

-Dime, Gabriel. Puedes hablar conmigo de lo que quieras -respondió, y Gabriel le devolvió una pequeña sonrisa, aliviado.

-Desde el primer día que llegué al campamento, sentí que todo aquí iba a ser un cambio para mí -dijo Gabriel, buscando las palabras con cuidado-. Y luego te conocí, y algo en mí simplemente... cambió. Al principio no lo entendía, solo sabía que quería estar cerca de ti, que eras alguien con quien podía ser yo mismo sin temor.

Dani sintió que sus mejillas se encendían, pero mantuvo la calma. Ver a Gabriel hablar con tanta sinceridad era algo que le llenaba de alegría y ternura.

-Lo mismo me pasó a mí -respondió Dani, con voz suave-. No sé cómo, pero siempre me haces sentir mejor.

Gabriel asintió, como si aquella confesión le diera el valor para continuar.

-Sé que hemos compartido muchas cosas estos días, y no quiero que pienses que lo digo sin pensarlo. Es solo que... Dani, cada vez que estoy cerca de ti, me siento completo. Como si tú fueras la pieza que siempre faltaba en mi vida, y no me había dado cuenta hasta que te conocí.

Dani se quedó en silencio, sus ojos fijos en los de Gabriel. Sintió un nudo de emoción en la garganta, y al mismo tiempo, una oleada de nerviosismo que se extendía por su cuerpo.

-¿Gabriel...? -susurró, incapaz de articular más palabras.

Gabriel se acercó un poco más, su rostro apenas a unos centímetros del de Dani. Sus ojos brillaban con una intensidad que le quitaba el aliento, y el ambiente parecía haberse vuelto más íntimo, como si todo a su alrededor se desvaneciera.

-Dani, quiero saber si te gustaría... si quisieras ser algo más que un amigo para mí. -Gabriel tomó aire y añadió, con la voz cargada de emoción-. Lo que quiero decir es... ¿te gustaría ser mi novio?

El tiempo pareció detenerse en ese instante. Dani miró a Gabriel, buscando en sus ojos la sinceridad de aquella pregunta, y lo único que encontró fue un cariño tan profundo que sintió cómo el corazón le daba un vuelco. No era solo una declaración de amor; era una promesa silenciosa de estar ahí para él, de ser su apoyo en cada paso que dieran juntos.

Dani parpadeó, intentando procesar lo que acababa de escuchar. El amor que sentía por Gabriel floreció en su pecho con tanta fuerza que apenas pudo contener las lágrimas.

-¿En serio quieres que sea tu novio? -preguntó, todavía incrédulo, aunque en el fondo ya conocía la respuesta.

Gabriel sonrió y asintió, sin apartar su mirada de la de Dani.

-Sí, Dani. Nunca había sentido algo tan fuerte por alguien, y cada día que pasa, me doy cuenta de que no quiero estar sin ti. Eres lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo.

Dani sintió cómo sus manos comenzaban a temblar, y sin pensarlo demasiado, tomó la mano de Gabriel, entrelazando sus dedos con los de él. Aquel gesto fue suficiente para disipar cualquier duda.

-Entonces... sí, Gabriel. Quiero ser tu novio -respondió Dani, su voz temblorosa pero llena de felicidad.

El rostro de Gabriel se iluminó con una sonrisa radiante, y sin decir una palabra más, se inclinó y envolvió a Dani en un abrazo. El contacto fue cálido, reconfortante, como si ambos hubieran encontrado un refugio en los brazos del otro. Dani cerró los ojos y se dejó llevar por la sensación de estar tan cerca de Gabriel, de poder sentir el latido de su corazón contra su pecho.

Después de unos segundos, Gabriel se separó apenas lo suficiente para mirarlo a los ojos. Dani pudo ver la dulzura en su mirada, y antes de que pudiera reaccionar, sintió cómo los labios de Gabriel se posaban suavemente en su frente, dejándole un beso cálido y tierno.

-Prometo que voy a cuidarte, Dani -dijo Gabriel, en un susurro que parecía una confesión-. Quiero hacerte feliz, siempre.

Dani sonrió y sintió cómo el amor que sentía por Gabriel se intensificaba aún más. En ese momento, supo que no importaba lo que viniera en el futuro; él y Gabriel estaban juntos, y eso era todo lo que necesitaba para ser feliz.

Ambos permanecieron allí, junto al lago, en silencio, disfrutando de la compañía del otro mientras el sol terminaba de ocultarse en el horizonte.

Sobre ruedasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora