El último día del campamento había llegado. Desde temprano, el ambiente estaba cargado de una mezcla de emoción y nostalgia, con los campistas preparando sus cosas para regresar a casa y despidiéndose de los amigos que habían hecho durante el verano. Para Gabriel y Dani, este era un día particularmente emotivo. Habían compartido tantos momentos inolvidables, y ahora que su tiempo juntos estaba llegando a su fin, la idea de separarse era algo que ambos preferían evitar pensar.
Gabriel, siempre el más sereno, había intentado disimular lo que sentía, pero Dani lo conocía demasiado bien. La forma en que Gabriel lo miraba, sus abrazos más largos de lo habitual, y su actitud protectora dejaban en claro que él tampoco quería que se acabara el verano.
Aquella tarde, mientras los demás campistas estaban ocupados con las actividades de despedida, Gabriel tomó la mano de Dani y lo llevó a la pista de patinaje, el lugar donde todo había comenzado. La pista estaba vacía, y la luz del atardecer teñía el ambiente de tonos dorados y anaranjados. Había algo en el silencio y en la calidez de la luz que hacía que el momento se sintiera especial.
—¿Recuerdas la primera vez que patinamos juntos? —preguntó Gabriel, mirándolo con una sonrisa mientras ambos se sentaban en el borde de la pista.
Dani sonrió, sintiendo cómo su corazón se llenaba de ternura. Lo recordaba perfectamente: él, nervioso e inseguro, esforzándose por seguir el ritmo de Gabriel mientras intentaba no tropezarse; y Gabriel, siempre paciente, alentándolo y enseñándole con cuidado.
—Claro que lo recuerdo —respondió Dani, entrelazando sus dedos con los de Gabriel—. Nunca imaginé que ese día sería el comienzo de algo tan importante.
Gabriel apretó su mano y lo miró con una intensidad que hizo que Dani sintiera un cosquilleo en el estómago. Había algo diferente en sus ojos, algo que parecía querer decir, pero que aún no encontraba las palabras correctas.
—Dani, quiero que sepas que conocerte ha sido lo mejor que me ha pasado —dijo Gabriel, su voz suave pero firme—. Nunca pensé que podría sentirme así con alguien, y contigo... todo se siente tan natural, tan... correcto.
Dani sintió que sus mejillas se sonrojaban, pero no apartó la mirada. Gabriel continuó, y en cada palabra, Dani podía sentir el peso de la sinceridad y la profundidad de sus sentimientos.
—Y sé que el campamento termina hoy y que ambos tenemos que volver a nuestras ciudades —Gabriel hizo una pausa, como si aquello le costara decirlo—, pero no quiero que eso signifique que nos tenemos que separar. No quiero que esto, lo que tenemos, se termine aquí.
Dani asintió, sintiendo cómo su corazón latía cada vez más rápido. Él también había estado pensando en el futuro, y aunque tenía miedo de lo que podría significar una relación a distancia, sabía que sus sentimientos por Gabriel eran lo suficientemente fuertes como para intentarlo.
—Gabriel, yo... siento lo mismo. No quiero que esto termine. Te prometo que haré lo que sea necesario para que sigamos juntos, aunque estemos lejos.
Los ojos de Gabriel brillaron con una mezcla de emoción y gratitud, y sin pensarlo dos veces, se inclinó y besó a Dani, de una manera tan dulce y tranquila que parecía una promesa. Ambos se abrazaron, aferrándose el uno al otro como si aquello pudiera detener el paso del tiempo, y en silencio, comprendieron que estaban dispuestos a luchar por su amor, sin importar lo que el futuro les deparara.
Después de un rato, se apartaron y se miraron en silencio, compartiendo una sonrisa cómplice. Gabriel sacó su teléfono y comenzó a programar algunas cosas, mientras Dani lo miraba curioso.
—¿Qué haces? —preguntó, intrigado.
—Estoy poniendo alarmas para que me recuerden llamarte todos los días. Así, aunque tengamos horarios distintos, nunca pasará un solo día sin que hablemos —respondió Gabriel con una sonrisa.
Dani soltó una risa y le dio un pequeño empujón en el brazo.
—¿De verdad crees que vas a necesitar una alarma para recordarlo? —se burló con cariño, pero en el fondo, apreciaba el detalle.
Gabriel se encogió de hombros, con una sonrisa juguetona.
—Quizás no la necesite, pero es una forma de asegurarme de que siempre estemos en contacto. Porque, Dani, esto no es un adiós. Esto es solo el comienzo de algo mucho más grande.
Dani sintió cómo sus ojos se llenaban de lágrimas, y antes de que pudiera decir algo más, Gabriel lo abrazó de nuevo, y en ese abrazo, Dani sintió que todo estaría bien. Sabía que los esperaban días difíciles, pero también sabía que su amor por Gabriel y el amor de Gabriel por él eran suficientes para superar cualquier obstáculo.
Cuando el sol comenzó a ocultarse completamente, se dirigieron de regreso al campamento, donde el resto de los campistas ya se despedían entre risas y abrazos. Dani y Gabriel se miraron una vez más, sabiendo que este último momento juntos en el campamento era especial, pero también sabiendo que no sería el último que compartirían.
—Hasta pronto, Gabriel —susurró Dani, sus ojos brillando con una mezcla de tristeza y esperanza.
—Hasta pronto, Dani. Te prometo que nos volveremos a ver —respondió Gabriel, acariciándole el rostro con ternura.
Ambos compartieron un último beso, uno que sabía a despedida pero también a un futuro prometedor. Y mientras se alejaban el uno del otro, ambos sabían que, aunque el campamento hubiera terminado, su historia apenas comenzaba.
ESTÁS LEYENDO
Sobre ruedas
Short Storyhistoria de romance adolescente que nace en un campamento de verano de patinaje. Dani, un chico alegre y adorable, y Gabriel, alto, serio y reservado, no podrían ser más diferentes, pero el destino los une cuando se convierten en compañeros de pista...