Capítulo 4: Un Momento Inesperado

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Los días pasaban en el campamento, y Dani y Gabriel cada vez se hacían más inseparables. Ambos chicos eran conscientes de cómo había cambiado su relación: ya no solo eran compañeros, ni siquiera amigos; se habían convertido en algo así como confidentes, cada uno completando lo que el otro necesitaba. Dani era una bola de energía y entusiasmo que arrastraba a Gabriel a explorar, a probar nuevas rutas de patinaje, a arriesgarse en trucos nuevos. Y Gabriel, con su calma y su manera paciente de escuchar, se había vuelto un refugio para Dani, que encontraba en él una presencia que lo hacía sentirse seguro y en paz.

Esa tarde, se organizaron prácticas en una pista al aire libre a la que nunca habían ido antes. La pista estaba rodeada de árboles, y tenía una vista increíble hacia el lago cercano. A medida que avanzaba el atardecer, el cielo se llenaba de tonos dorados, naranjas y púrpuras, reflejándose en el agua y creando un ambiente mágico.

-¡Mira eso, Gabi! -exclamó Dani, señalando el reflejo del sol en el lago mientras giraba para quedarse frente a él sobre sus patines-. No me digas que no es lo más bonito que has visto.

Gabriel observó el paisaje por un momento, pero su mirada pronto se dirigió a Dani, que estaba parado en medio de la pista, con la cara iluminada por los rayos del sol, la sonrisa amplia y una emoción que le brillaba en los ojos. Gabriel se dio cuenta de que, sin saber cuándo ni cómo, había empezado a sentir algo profundo por ese chico.

-Sí... es muy bonito -respondió, aunque en realidad estaba mirando a Dani y no al paisaje.

Dani, ajeno a los pensamientos de Gabriel, siguió patinando, haciendo pequeños trucos, disfrutando de la sensación de libertad. Finalmente, se acercó a Gabriel, respirando agitadamente después de hacer una pirueta que le había salido un poco torcida.

-¡Uf! Casi me caigo ahí, ¿viste? -comentó, riéndose y poniéndose de pie frente a Gabriel, apoyando sus manos en las rodillas mientras recuperaba el aliento.

Gabriel lo miró y dejó escapar una pequeña risa, aunque no se burlaba de él, sino que se encontraba extrañamente fascinado por la manera tan genuina en la que Dani siempre se entregaba a todo lo que hacía.

-No importa que casi te caigas... lo hiciste genial -dijo Gabriel, sorprendiéndose de la suavidad en su propia voz.

Dani sonrió, agradecido por el cumplido. No estaba acostumbrado a que Gabriel le dijera cosas así, y cada vez que lo hacía, sentía una extraña calidez que no terminaba de entender. Después de un momento, Dani se acercó a él y se dejó caer al suelo, sentado sobre el borde de la pista, quitándose los patines y estirando las piernas.

-Oye, ¿te sientas conmigo? -pidió Dani, palmeando el suelo a su lado.

Gabriel, aunque un poco reacio al principio, se quitó los patines también y se sentó junto a él. Permanecieron en silencio un rato, observando el atardecer mientras la brisa fresca del lago les acariciaba el rostro. Dani, sin pensarlo demasiado, apoyó su cabeza en el hombro de Gabriel, como si fuera lo más natural del mundo. Gabriel se tensó un momento, pero luego se relajó, dejándose llevar por esa cercanía inesperada que comenzaba a disfrutar.

-¿Sabes, Gabi? -murmuró Dani, con los ojos fijos en el lago y una sonrisa tranquila-. Este campamento ha sido lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo. Y tú... tú has sido una gran parte de eso.

Gabriel lo miró de reojo, sin saber qué responder. Dani lo hacía sentir cosas que nunca había sentido, y aunque su carácter serio no era el mejor para expresar emociones, en ese momento quiso decirle algo, cualquier cosa que reflejara lo mucho que Dani significaba para él.

-Yo también... me alegra mucho haberte conocido -murmuró finalmente, con voz algo contenida.

Dani se rió suavemente, y Gabriel sintió cómo su risa vibraba contra su hombro, llenándolo de una calidez que lo envolvía por completo.

-¿Quién lo hubiera imaginado? El chico serio y callado del campamento volviéndose amigo del que no para de hablar -bromeó Dani, sonriendo.

Gabriel rió también, sabiendo que tenía razón. Era sorprendente cómo alguien tan distinto a él había logrado calar tan hondo en su vida.

Pasaron unos minutos en silencio, disfrutando de la compañía del otro, hasta que Dani, de repente, se estremeció ligeramente por el frío. Gabriel se percató y, sin decir nada, pasó un brazo alrededor de los hombros de Dani, atrayéndolo un poco más hacia él.

Dani lo miró, sorprendido por el gesto, y Gabriel le devolvió la mirada, sintiendo que ese era el momento perfecto para hacer algo que llevaba pensando desde hace días. Sin saber por qué, y actuando casi por instinto, Gabriel inclinó la cabeza y, con suavidad, le dio un beso en la cabeza a Dani.

Dani se quedó completamente quieto, su corazón latiendo a toda velocidad. No esperaba que Gabriel hiciera algo así, y durante un segundo, no supo cómo reaccionar. El beso fue breve, apenas un roce, pero en esos pocos segundos, Dani sintió una calidez inmensa, un sentimiento que era más fuerte y profundo de lo que jamás había experimentado. Gabriel retiró sus labios de su cabeza, un poco avergonzado por lo que acababa de hacer, pero no se movió, dejando su brazo sobre los hombros de Dani, como si eso fuera lo único que quería hacer en ese momento.

Finalmente, Dani se atrevió a hablar, su voz apenas un susurro.

-¿Por qué... por qué hiciste eso? -preguntó, sin mirar a Gabriel, sus mejillas enrojecidas y el corazón latiendo con fuerza.

Gabriel tragó saliva, sintiéndose un poco expuesto. Sabía que debía decir algo, pero no estaba seguro de cómo poner en palabras lo que sentía. Finalmente, decidió ser honesto.

-No lo sé... creo que quería hacerlo. Eres... importante para mí, Dani -confesó, su voz suave pero cargada de sinceridad.

Dani levantó la cabeza, mirándolo con una mezcla de sorpresa y algo más profundo, algo que ni siquiera él sabía describir. Por primera vez en mucho tiempo, se quedó sin palabras, incapaz de decir nada que hiciera justicia a lo que sentía. En lugar de eso, se limitó a sonreír, una sonrisa tranquila y feliz, mientras volvía a apoyar la cabeza en el hombro de Gabriel, cerrando los ojos y dejándose envolver por esa extraña pero maravillosa sensación.

Permanecieron así hasta que el sol terminó de ocultarse detrás del lago, ambos envueltos en una especie de silencio cómodo, en el que las palabras sobraban y los sentimientos flotaban libremente. Gabriel sentía una paz que nunca antes había experimentado, mientras que Dani, con los ojos cerrados y una sonrisa en el rostro, sabía que aquel beso en la cabeza era algo que no olvidaría jamás.

Después de un rato, Dani abrió los ojos, y con un atisbo de valentía, levantó la cabeza para mirar a Gabriel directamente.

-Oye... no sé qué va a pasar después de este campamento, pero quiero que sepas que... también eres muy importante para mí -dijo con voz temblorosa, pero con una sinceridad que hacía eco en sus palabras.

Gabriel, mirándolo fijamente, asintió, su mirada intensa pero suave.

-Lo sé. Y quiero que esto... -hizo un pequeño gesto hacia el espacio entre ambos-, lo que sea que esto signifique, siga siendo importante para nosotros.

Dani asintió, sonriendo mientras la última luz del día se desvanecía en el horizonte. Ambos sabían que habían dado un paso importante, que su relación había cambiado, y que, de alguna manera, ese beso en la cabeza había sellado algo especial entre ellos. Sin necesidad de palabras, ambos sintieron que, juntos, habían encontrado un lugar al que realmente pertenecían.

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